Palmar de Junco. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 27/12/2017 | 01:55 pm
Cuentan que el 7 de enero de 1959 toda Matanzas era un hervidero. La noche de ese miércoles miles de matanceros escucharon a Fidel desde el balcón de la sede del Gobierno Provincial, tras arribar a la ciudad en su recorrido en caravana por toda Cuba.
Fue allí que, entre otras cosas, el pueblo de Matanzas reunido en el parque de la Libertad, le pidió a Fidel que fuera rescatado el Palmar de Junco de la amenaza de parcelación que pendía sobre él, promesa que fue cumplida por el líder de la Revolución cuando el 6 de febrero de 1960 fue reinaugurado con un encuentro entre los equipos del Almendares y el Cienfuegos, de la fenecida Liga Cubana de Béisbol Profesional.
Pero, ¿por qué los habitantes de toda la Atenas de Cuba reclamaron rescatar al Palmar? ¿Qué significaba para ellos? ¿Qué hitos históricos ha protagonizado ese espacio neopoblano? ¿Cuántos grandes del béisbol de Cuba se formaron sobre su grama? ¿Qué representa hoy el Palmar de Junco para los cubanos?
El béisbol y Matanzas han mantenido siempre una relación estrecha, fundacional, primigenia, ancestral. De acuerdo a documentos de la época, esta ciudad resulta, sin dudas, una de la primeras de Cuba donde caló ese invento norteamericano. Precisamente este 27 de diciembre se cumplirá 143 años del primer juego oficial de ese deporte en la isla, el cual tuvo como escenario a los terrenos del Palmar.
No obstante, existen pruebas documentales que demuestran que años atrás a esa fecha, ya se jugaba pelota en las calles de la ciudad y en terrenos como la Quinta de Oña, en la Jarcia o las alturas de Simpson y el barrio de Versalles. Consta en los reportes de prensa que, ¡en 1867!, jóvenes del comercio habanero y un equipo de estadounidenses asentados en Matanzas jugaron baseball en el ya conocido como Palmar del Junco, u otro que se refiere, ¡en 1847!, a la prohibición dictada por el gobernador provincial Falguera contra aquellos jóvenes –tanto blancos como «de color»- que dañaban el ornato público con el llamado ball town –o fongueo-, antecedente de lo que poco después sería el béisbol.
Esa pasión que vivimos hoy los de esta urbe por este juego no es un sentimiento nuevo para los yumurinos. La pelota ha sido siempre un ingrediente importante de la que conocemos como matanceridad, así como la rumba, el danzón, la religión, la poesía, los ríos y el mar. Incluso, la nómina regular del club Matanzas, encabezados por el Capitán Ricardo Cabaleiro y el Coronel José Dolores Amieba, en 1895, cambió el bate por el machete y partió a la manigua a luchar por la independencia.
El estadio que aún tenemos es una casa sagrada para los amantes de la pelota de toda la isla. No por gusto El Inmortal Martín Dihigo, quizás el pelotero más completo que haya surgido de este país, fue abanderado del Palmar en múltiples ocasiones. A finales de los años 30 del siglo pasado, cuando se pretendió parcelar los terrenos, solo la actitud vertical y firme asumida por él y su amigo periodista Adolfo Font evitó tal desatino. Después, en plena efervescencia revolucionaria, siempre defendió la opinión –compartida hoy por muchos fanáticos- de que el verdadero Salón y Museo de la Fama del Béisbol de Cuba no podía estar en otro lugar que no fuera allí.
Asimismo, Gaspar «El Curro» Pérez (padre), en los años 40, se interpuso ante un buldócer exclamando: ¡Tendrán que pasar por encima de mi cadáver para lograr sus propósitos!, ante la pretensión de construir un barrio residencial en aquel sitio. De aquel suceso solo quedó la parte de la cerca perimetral que luce diferente a la vista, lugar por donde penetró el equipo.
Y es que el Palmar no es solo el estadio de béisbol en activo más antiguo del mundo, y en el cual se practicó este deporte en el período colonial, republicano y revolucionario, tanto amateur como profesional, sino que encierra otros secretos. Sobre su grama tuvo lugar la primera exhibición en Cuba de la lucha canaria; se desarrollaron ferias comerciales y hasta Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba lo utilizaron como escenario.
Hoy es la única instalación deportiva que ostenta la condición de Monumento Nacional y es sede desde el año 2016 del Salón de la Fama del Béisbol de Matanzas, quizá el antecedente necesario y fundacional de lo que en algún momento pudiera ser el Salón y Museo de la Fama del Béisbol de Cuba, tal es el interés y el deseo de miles de fanáticos e historiadores, los cuales han defendido esta tesis durante más de tres décadas.