La gran polémica giró esta vez en torno al posible sustituto de Manduley en el campo corto. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 05:58 pm
No puedo empezar sin reconocer que la integración de la más reciente selección nacional de béisbol me complace, y no por eso mis insatisfacciones en aspectos conceptuales pueden parecer un verdadero contrasentido.
Medio contentos andan los aficionados después del anuncio, pues por más que reconozcamos que el nivel de nuestro deporte nacional se ha resentido en los últimos tiempos, nadie, con el más mínimo sentido común, puede desconocer que esta tierra sigue dando jugadores para armar más de un equipo competitivo. Sumemos los que están y los que no, y las pruebas sobran.
Así las cosas, encerrar en una lista de 24 nombres lo que más brilla es una tarea demasiado ingrata, porque jamás complacería a todos los opinantes, que en temas de béisbol, aquí se cuentan por millones. Sin embargo, tengo la sensación de que esta vez los tiros estuvieron bastante cerca de la diana.
La diatriba Luis Alberto Valdés-Dainer Moreira como elección de recambio en el campo corto acaparó esta vez la polémica, y aunque personalmente me incline por el pinareño, la inclusión del ahora matancero no carece de argumentos.
Entonces, prefiero gastar estas líneas en análisis más estratégicos. Aunque pueda parecer arriesgado, veo la incursión del béisbol cubano en citas centrocaribeñas como una inmejorable oportunidad para dar alas a figuras emergentes. Gratifica que el promedio de edad del grupo roce los 26 años, pero mi satisfacción sería plena si, de una vez y por todas aceptamos —por decreto si es necesario— que a un certamen de esta envergadura deberíamos asistir con una selección de jugadores con un máximo de entre 23 y 24 años, necesitados de probarse fuera del entorno doméstico. Algo parecido se hizo para encarar el más reciente tope frente a los universitarios estadounidenses y los resultados fueron inmejorables.
¿Qué se reducirían las opciones de ganar? Eso está claro, aunque teniendo en cuenta la posible catadura de los rivales, pudiera ser cuestionable. Soy consciente de lo bien que le vendría a la afición, al béisbol y al deporte cubano en general, un triunfo en Veracruz, pero ni aun llevando a las más encumbradas estrellas, tendríamos garantías absolutas.
Si somos consecuentes con el presente, y lo suficientemente inteligentes para mirar el futuro, entenderemos que los Despaigne, Yulieski, Cepeda y compañía pronto estarían jugando más de 150 juegos en ligas foráneas, para luego —como está establecido— incorporarse a sus equipos en la Serie Nacional. Si después de eso los enrolamos en las expediciones menos «peligrosas», como la que se avecina, estaríamos comprometiéndolos, año tras año, con un esfuerzo supremo que pudiera ser contraproducente.
Esta posición no deja de reconocer la entrega y el enorme aporte que, ya por varios años, han realizado estos jugadores a la causa cubana. Tampoco se pasa por alto sus enormes deseos de defender los colores patrios en la arena internacional. Mas, sería necesario todo su talento, la plenitud de todas sus potencialidades, para asumir compromisos mayores.
Por lo pronto, la tendencia se va enfilando hacia un cambio de estrategia, que si bien se concentra todavía en ganar todo lo que pueda ser ganado, comienza a mirar con luz larga el porvenir. Ahí están las caras frescas de Yaisel Sierra, Lourdes Yunielki, Vladimir Gutiérrez o Cionel Pérez, por solo citar algunos. Pero en lo adelante, para citas de este calibre, pudieran ser algunos más.