Jennifer (izquierda) en la partida que le ganó a la Gran Maestra (GM) Sulennis Piña durante el pasado Campeonato Nacional. Foto: Cortesía de la entrevistada Dicen los manuales de Periodismo que no se debe hacer nunca una entrevista por teléfono, pues se pierden así los matices de la reacción del entrevistado ante cada pregunta: el movimiento de los ojos, del ceño, de las manos.
Pero como todos alguna vez nos hemos salido de las normas, hacemos la excepción con Jennifer Pérez Rodríguez, la muchacha que a comienzos de este año sorprendió con su victoria en el Campeonato Nacional Femenino de Ajedrez y por quien tanto nos preguntan los lectores de Juventud Rebelde.
Quisimos entrevistarla en marzo, cuando su título nacional estaba bien «fresquito», pero no pudo ser. Tampoco lo logramos en mayo, antes o después de que ella interviniera en la Olimpiada Mundial del juego ciencia, y se nos volvió a escapar recientemente, cuando buscábamos detalles de su participación en el Campeonato Mundial Juvenil. Ante todos esos desencuentros, decidimos olvidar lo «frío» que puede ser en ocasiones el auricular, y hacer lo que resulta más práctico para reducir la distancia que separa a su natal Santa Clara de la bulliciosa capital.
Le propongo entonces una apertura «clásica» y sencilla: sus inicios el ajedrez. «Empecé a los 8 años, cuando en la escuela me captaron para un área deportiva», nos dijo.
—¿Ya te gustaba jugar entonces?
—-¡Qué va!, comencé por embullo, para salir un poco de la escuela.
—¿Y en qué momento sentiste que el ajedrez era algo decisivo en tu vida?
—Cuando comencé a obtener resultados en los Juegos Escolares. Participé en tres ediciones y en todas gané medallas, primero de bronce, luego de plata y finalmente de oro. Ahí comencé a tomar las cosas en serio.
—Sorprendió que ganaras este año el Campeonato Nacional. ¿Fuiste con ese propósito?
—Claro que no. Hasta yo me sorprendí con el resultado. No puedo decir que fui una «Cenicienta», pues casi todas mis rivales me conocían de otros torneos. Mi propósito era ubicarme entre las cinco primeras, pero nunca imaginé que ganaría. Al menos hasta que le gané a la Gran Maestra (GM) Sulennis Piña, quien defendía su título. Entonces sí me convencí de que podía luchar por el oro.
—Ese primer lugar te abrió las puertas del equipo nacional que asistió a la Olimpiada de Turín. ¿Cómo te sentiste allí?
—Fue tremenda experiencia, pues asumí una gran responsabilidad al defender indistintamente el segundo y tercer tableros. Sentí mucha presión, pues esos torneos son extremadamente fuertes y yo debutaba con todos los ojos encima de mí. Logré 4,5 puntos de nueve posibles (tres victorias e igual número de empates y derrotas) y no considero que haya sido malo el resultado para ser mi primera vez.
—¿Te sentiste bien fuera del tablero?
—Sí, mis compañeras nunca me miraron por encima del hombro a pesar de tener mucha más experiencia que yo. Al contrario, me ayudaron mucho.
—Luego vino el Campeonato Mundial Juvenil, donde terminaste en el lugar 21. ¿Esperabas más?
—Sí, pero no creo haber echo un mal papel. El 21 es solo un número y no lo dice todo. Cuando una está en la competencia se da cuenta de si su juego está bien o mal y yo estuve satisfecha casi todo el tiempo. Solo me reprocho la derrota con la GM china Shen Yang (fue la campeona) en una partida donde cometí un error imperdonable.
—Llegaron tarde a la sede y no pudieron jugar en la primera ronda (con ella fue el MI Fidel Corrales, quien intervino en el concurso masculino)...
—Así mismo. No te lo mencioné para que no se fuera a interpretar como una justificación, pero la verdad es que en Francia perdimos por una confusión el vuelo directo a Ereván y tuvimos entonces que tomar un avión «emergente» hasta Moscú, donde esperamos casi ocho horas para abordar otro hasta nuestro destino. Para colmo, en ese trayecto se nos extravió el equipaje. Menos mal que el tiempo estaba bueno y el frío no apretó, porque me quedé con una sola chaqueta hasta que aparecieron los maletines, tres días después.
—¿Qué le falta al ajedrez cubano para llegar al máximo nivel?
—Mucho roce internacional, jugar y jugar.
—¿Y no se cansan ustedes al intervenir en muchos torneos? A veces me parece que sí.
—Eso depende de la preparación de cada cual. Yo en ocasiones sí me canso, porque soy un poco perezosa para hacer ejercicios. Me concentro más en lo teórico y descuido la parte física, que también es fundamental. Me doy cuenta cuando me faltan energías en una competencia, sobre todo en los finales.
—Sin revelar secretos ni «entregarte», ¿puedes decirme algo sobre tu preparación teórica?
—La verdad es que no soy muy organizada, o mejor dicho, no lo era, porque ahora me entrena la Maestra Internacional (MI) Yuleikis Fleites y ella se está encargando de planificar el entrenamiento. Antes todo dependía de cómo yo tuviera el día: si tenía ganas de estudiar finales, pues eso hacía. Si deseaba otra cosa, hacía otra cosa, y así...
—¿Tu entrenadora te acompaña en las competencias?
—En el extranjero nunca he tenido esa posibilidad. Y, lógicamente, eso me limita. Ojalá podamos resolverlo algún día.
—¿Pronósticos para el Campeonato Panamericano? (será en breve, en San Salvador)
—Espero tener un buen resultado, pues el nivel en América es diferente al de Europa y me estoy preparando bien. Quiero completar mi norma de MI, y ubicarme entre las primeras.
—Háblame de tu vida más allá del ajedrez. ¿Eres una adolescente como todas las demás?
—Confieso que no me gusta mucho salir, ni ir a fiestas. Además del ajedrez, mi otra pasión es escuchar música. Suelo pasar horas y horas en eso.
—En estos tiempos hay en Cuba una especie de florecimiento del ajedrez. Lo digo porque vemos a las personas jugando en los lugares más insospechados. ¿A qué crees que se deba esto?
—A que mucha gente ha descubierto el juego por la promoción que ahora tiene, aunque Cuba siempre ha sido una tierra de ajedrez. Y no es una consigna, esta es una excelente vía de recreación porque te transporta hacia una especie de mundo paralelo donde desaparecen las preocupaciones, los problemas. Ver a las personas practicando nos estimula a seguir adelante.
—¿Qué se necesita para ser un gran ajedrecista?
—Concentrarse en eso, ponerle todo el empeño posible. Y estar dispuesto a sacrificarse, pues hay que dejar a un lado muchas cosas.
—Hay un gran debate en el mundo sobre si el desarrollo de la computación ha sido un freno o un impulso para el ajedrez. ¿Qué opinas tú?
—Pienso que la computación ha llegado para bien. Gracias a ella, ahora hay más información y el entrenamiento se hace más fácil. El ajedrecista siempre va a tener que pensar por sí mismo y no se puede negar el progreso. Yo no tengo una computadora en casa y me lo siento, sobre todo cuando estoy en el extranjero y tengo que depender de otros.
—¿Tus ajedrecistas preferidos?
—Kasparov y Bruzón. Los considero superdotados.
—¿Has jugado contra Bruzón?
—En serio nunca. Contra Leinier sí, e hice tablas. Ojalá podamos topar contra ellos a menudo. Las mujeres no tenemos objeciones. Los hombres sí, pues todavía subsisten ciertos prejuicios...
—¿Prefieres jugar contra los hombres o contra las mujeres?
—Contra los hombres, porque me siento menos presionada. Sé de muchas otras ajedrecistas a las que les sucede igual. Enfrentándolos a ellos nos sentimos más libres. A los varones creo que les pasa lo contrario.
—¿Por qué piensas que el ajedrez mundial está dominado por los hombres? ¿Influye la genética?
—Creo que los hombres son más hábiles para jugar. Y se dedican más a eso. Ellos por lo general tienen más voluntad para el deporte y también están los roles sociales asignados a cada sexo. Las mujeres se enamoran, se casan, tienen hijos...
—Los hombres también...
—Sí, pero no es igual. Vamos, no se puede tapar el sol...
—¿Qué pasará en el próximo torneo nacional?
—Veremos. Pero todas querrán vencerme y será más difícil. Si terminara entre las tres primeras me sentiría muy feliz.
—¿Te gusta el actual formato de ese torneo? A mí me parece menos espectacular que el del masculino, donde existe la llamada «muerte súbita»
—El que tenemos nosotras es el más justo, porque una se enfrenta contra todas las jugadoras y no hay casualidades, gana la que mejor juegue.
—¿Futuro?
—Participar en muchas competencias. Subir el ELO. Obtener los títulos de MI y GM. Terminar la licenciatura en Cultura Física (actualmente curso el segundo año) y tratar de no enamorarme.
—¿Y eso por qué?
—Porque el amor trastoca todo y la vida se vuelve diferente. Si tu pareja no es ajedrecista muchas veces no te comprende y empiezan las limitaciones. Y como me va bien en el ajedrez, creo que debo seguir dedicándole todas mis energías. La vida comienza para mí. Tengo apenas 19 años.