Juan Carlos Stevens obtuvo medalla de plata en los 50 metros de arco recurvo. Foto: Juan Moreno CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.— A las 12:00 meridiano el sol es tan fuerte en el campo de la Base Naval de esta ciudad, que prácticamente levanta ampollas de la piel. Pero los arqueros y arqueras, con la respiración cortada y los arroyos de sudor corriéndoles hasta los calcañales, siguen ahí... con la gravedad de Guillermo Tell, aquel héroe del folclor suizo capaz de rebelarse contra el tirano Hessler y salvar a su pequeño Walter con un dominio milimétrico de las flechas.
Aquí, en este descampado, el reloj, que marca los 140 segundos reglamentarios para lanzar tres flechas, se activa. Y allá van ellos, a batallar contra la diana de colores.
Tiran las saetas de aluminio y carbono. Caminan 30, 50 ó 70 metros de distancia, según la modalidad, y llegan hasta el blanco a verificar la puntería y los puntos.
«No pueden ser nerviosos, tienen que controlar las emociones y ajustarse a la dirección del viento», comenta por lo bajo José Antonio Chalbaud, preparador psicológico de Venezuela.
Retornan los atletas. Lanzan y a desandar de nuevo hasta el blanco. Así va galopando el reloj hasta que se terminan las 36 flechas. El locutor local anuncia con un acento de feria los resultados finales del arco recurvo masculino (50 metros): Primer lugar para Juan René Serrano, de México; segundo para Juan Carlos Stevens, de Cuba; y tercero David Marín, de México.
Es el segundo metal plateado que atraviesa el santiaguero de 37 años en estos Juegos y el onceno en la historia de las citas regionales. Sin embargo, hay más cansancio que satisfacción en su rostro. El reportero arma una entrevista en sus apuntes. El medallista no puede contestar. Pronto irá a competir en otra especialidad... a sudar a cataratas nuevamente.
Siguen goteando los resultados. Las damas de México y Colombia enseñan más maestría que las del resto de las naciones hermanas. Entre los varones, los salvadoreños parecen los mejores.
Alguien repara en un detalle: Cuba ha disminuido en este deporte, quizá por la conocida «falta de roce» internacional. Hace ocho años obtuvo 14 medallas, ahora la cifra luce en el espacio sideral, aunque faltan dos jornadas aún.
El redactor, pregunta a Ismelis Arias, un tirador cubano, si siempre estos certámenes se celebran a esta hora vespertina. «Comenzamos por la mañana, aunque casi siempre terminanos por la tarde porque son varias pruebas… pero lo que más cansa no es caminar bajo sol, sino tirar tantas flechas. Uno aguanta unas 47 libras de tensión o más cada vez que lanza hacia la diana y eso agota un mundo».
A un costado las arqueras cubanas, jovencitas todas, se desconsuelan con la tabla final, desarman los arcos sofisticados, recurvos o compuestos.
¿Cómo hacer a esta disciplina más popular en Cuba? Cuestiona con pena el periodista. Y el camagüeyano Yasser Allué responde con una oración contundente: «divulgarla más».
Tiene razón, sin dudas. Ese poco nervio y ese tanto sacrificio, tanta técnica bajo el Sol, merecen más párrafos.