Gordon tiene 58 años, vive en Londres y es un ejemplar padre de familia que para poder conseguir un trabajo administrativo se vio obligado a quitarse, con métodos dolorosos, los tatuajes que tenía en su cuerpo. Pero su amor por el tatuaje es tal, que años después se ha gastado nada menos que 15 000 libras esterlinas para llenarse nuevamente de dibujos, y en esta segunda vez, apenas dejó algunos centímetros de piel sin estar cubierto de la obra de arte.