Dos ladrones que se creían muy listos, terminaron tras las rejas por un error que nunca imaginaron. En su última fechoría, creyeron llevarse una gran cantidad de cocaína guardada en dos cofres y algunas joyas. Sin embargo, lo que realmente había en los pequeños baúles eran los restos cremados del padre de la víctima del atraco, y las de sus dos perros. Ajenos a ello, los delincuentes comenzaron a vender el polvo, pero un cliente que sí sabía lo que compraba, los denunció. Ahora no solo pagarán por traficantes, sino por profanadores.