El actor Thiago Lacerda interpretó al revolucionario italiano Giuseppe Garibaldi en Siete Mujeres, una de las telenovelas históricas brasileñas más populares en Cuba. Autor: Tomada de Twitter Publicado: 24/08/2024 | 10:12 pm
Las telenovelas han sido, desde su origen, uno de los géneros más populares y arraigados en la cultura televisiva de América Latina. Millones de personas se han visto reflejadas en las pasiones, luchas y conflictos de los personajes que transitan por la pantalla. Sin embargo, algunas telenovelas han logrado ir más allá de los tradicionales códigos del melodrama, convertidas en vehículos para acercar al televidente a la historia y la cultura de su país.
En Cuba tenemos ejemplos que destacan en este aspecto. Telenovelas como Sol de batey, El año que viene y Al compás del son han sido fundamentales para llevar a nuestras pantallas historias que, sin perder el dramatismo característico del género, lograron conectar al público con su pasado. Estas producciones no solo ofrecieron entretenimiento, sino que también funcionaron como lecciones de historia, al llevar a los hogares cubanos relatos llenos de detalles culturales y sociales que de otra manera podrían haberse perdido en la memoria colectiva.
En contraste, en años recientes se ha visto un énfasis en los conflictos cotidianos de la familia cubana contemporánea, mientras que las narrativas que evocan épocas pasadas parecen haber quedado en segundo plano. Esta situación contrasta con el enfoque de otros países como Brasil, cuya industria televisiva ha sido capaz de entrelazar con maestría la narrativa histórica y la ficción, para lograr una poderosa herramienta de difusión cultural.
La cultura y la historia del gigante sudamericano han sido presentadas en nuestras pantallas a través de diversas telenovelas que no solo han cautivado al público, sino que también han educado sobre diferentes aspectos de la historia brasileña.
Un claro ejemplo de esto es La Muralla, una serie transmitida en Cuba en 2002, que nos transportó al Brasil del siglo XVIII. Ambientada en los turbulentos años de la Guerra de Emboabas, una revuelta que tuvo lugar entre 1707 y 1709, esta telenovela se centró en la familia de Dom Braz Olintio (Mauro Mendonça), líder de una bandeira. A través de personajes como la dulce Beatriz, los indios Apingorá, Tuiu y Caraíba, y la sufrida Ana, el televidente fue testigo de la complejidad social y cultural de aquella época, en la que el mestizaje, la lucha por el poder y las tensiones religiosas estaban a la orden del día.
Otra telenovela histórica que dejó una profunda huella en la audiencia fue Siete Mujeres, ambientada durante la Revolución Farroupilha, en el actual estado de Río Grande do Sul. Esta producción, basada en hechos reales, narró las vivencias de siete mujeres de la familia de Bento Gonçalves, líder de la revolución. El atractivo de esta serie radicó no solo en sus intrincados romances y conflictos familiares, sino también en la representación fiel de una época crucial en la historia de Brasil.
Las relaciones amorosas, como las de Rosario (Mariana Ximenes) y el capitán imperial Estevão (Thiago Fragoso), o el triángulo amoroso entre Manuela (Camila Morgado), Giuseppe Garibaldi (Thiago Lacerda) y la intrépida Anita (Giovanna Antonelli) fueron el hilo conductor que permitió a los espectadores conectarse emocionalmente con los acontecimientos históricos que se desarrollaban en pantalla.
Uno de los temas más recurrentes y relevantes en la producción de telenovelas históricas brasileñas ha sido la esclavitud africana. La esclava Isaura es quizá uno de los ejemplos más icónicos de cómo este tema ha sido tratado en la ficción televisiva. Emitida en Cuba, esta telenovela, que se desarrolla a mediados del siglo XIX, narra la historia de Isaura (Lucélia Santos), una esclava mestiza que lucha por su libertad en un contexto de opresión y violencia. La popularidad de esta historia fue tal que en 2014 se lanzó un remake, lo que habla de la permanencia y relevancia de su mensaje en la audiencia.
Décadas más tarde, la televisión cubana retomó la temática de la esclavitud brasileña con Niña Moza, una telenovela que también aborda la lucha por la libertad, pero desde una perspectiva diferente. Ambientada en los años previos a la abolición de la esclavitud en Brasil, esta producción cuenta la historia de una joven heroína que se enfrenta a su propio padre, el Barón de Araruna, en una batalla política e ideológica. La llegada de inmigrantes italianos a Brasil, que marcaron un cambio en la estructura social y económica del país tras la Ley Áurea, marca el fin de una época en su episodio final.
Precisamente, fue la inmigración italiana en Brasil el eje central de Terra Nostra. Esta telenovela, recreada en una hacienda cafetalera en el interior de São Paulo, cuenta la historia de Giuliana (Ana Paula Arósito) y Matteo (Thiago Lacerda), dos inmigrantes que deben enfrentar los desafíos de un nuevo mundo y las intrigas de aquellos que buscan impedir su felicidad. La narrativa no solo explora el aspecto romántico, sino que también presenta un retrato fiel de las dificultades y esperanzas de quienes llegaron a Brasil en busca de una vida mejor.
Lado a lado fue otra telenovela exhibida en Cuba y que ofreció al televidente una visión del Brasil de principios del siglo XX, donde las luchas por la emancipación femenina y la igualdad racial toman protagonismo. Ambientada en Río de Janeiro, esta telenovela sigue las vidas de Laura (Marjorie Estriano) e Isabel (Camila Pitanga), dos mujeres de diferentes orígenes sociales que comparten un mismo ideal: la emancipación de la mujer. La narrativa abarca hechos trascendentales de la historia y cultura brasileña, como el nacimiento de la República, la decadencia de las viejas familias aristocráticas, la llegada de la luz eléctrica y de nuevos elementos culturales como la samba y el fútbol.
Además de las luchas sociales y políticas, la vida de mujeres pioneras en la historia brasileña también ha sido un tema recurrente en las telenovelas. Chiquinha Gonzaga es un ejemplo de cómo el melodrama puede servir de vehículo para narrar la vida de figuras históricas que dejaron una marca indeleble en la cultura de su país. Inspirada en la vida de Francisca Edwigwes Neves Gonzaga, la primera mujer en dirigir una orquesta en Brasil y una ferviente defensora de la libertad, esta miniserie mostró los desafíos y logros de una mujer que rompió con los moldes de su época.
Por otro lado, Acuarela de Brasil nos transportó a la época dorada de la radio brasileña y los años de la presidencia de Getúlio Vargas. A través de la historia de Isaura Galvão (María Fernanda Cândido), una cantante de música popular, y su relación con dos hombres de mundos opuestos, la telenovela exploró el glamour de la época, así como los grandes acontecimientos políticos que marcaron esos años, como la construcción de la compañía nacional de acero en Volta Redonda y la participación de Brasil en la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, el verdadero retrato de la sociedad brasileña moderna llegó con Avenida Brasil, una telenovela que revolucionó el género, al presentar de manera realista la vida de la nueva clase media en el país. Ambientada en el barrio ficticio de El Divino, la historia expone la vida de personajes que, a pesar de haber alcanzado cierto éxito económico, siguen conectados con sus raíces populares. A diferencia de otras producciones que muestran los suburbios como focos de violencia y pobreza, Avenida Brasil destacó la diversidad y complejidad de la vida en estos barrios, ofreciendo una visión más equilibrada de la sociedad brasileña contemporánea.
Las telenovelas brasileñas han demostrado que el melodrama puede ser una poderosa herramienta para acercar al público a la historia y cultura de un país. A través de narrativas que combinan romance, intriga y eventos históricos, estas producciones han logrado cautivar a audiencias internacionales, al tiempo que han ofrecido un retrato rico y matizado de la sociedad brasileña.
La televisión cubana podría aprender mucho de este enfoque, retomando la producción de telenovelas ambientadas en épocas pasadas que no solo entretengan, sino que también enriquezcan el conocimiento histórico y cultural. Así, las pantallas podrían contribuir más al reflejo de nuestra identidad nacional, contada a través del arte del melodrama.