Soy solo una mujer afortunada a la cual la vida le ha dado la oportunidad de hacer lo que disfruta, afirma Dalgis. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 26/05/2020 | 05:18 pm
Primero fue la radio, una pasión que Dalgis Román heredó de su madre, desde niña... «Y cuando esta ya se había convertido en mi espacio para la felicidad, me contó que había sido locutora de un programa juvenil, no lo habíamos hablado nunca antes. De ella (incansable trabajadora bancaria, con 47 años dedicados a ese sector tan ético) heredé el don, la vocación de servicio, y el sentido de la justicia. Siento orgullo cuando me reconocen como su hija. Pero a decir verdad,“la pasión” fue por contagio, se transmite en las cabinas, frente a los micrófonos, cuando descubres el mágico poder de las palabras», le confiesa a JR esta bella mujer, profesional de altos quilates que acaba de recibir la Distinción Artista de Mérito del ICRT.
—No son muchos los niños que se sueñan locutores de radio, pero pocos llegan a una emisora. ¿Cómo lo conseguiste tú?
—A través de un Círculo de Interés en el Palacio Provincial de Pioneros de Las Tunas. Me fue difícil obtener una plaza. Cuando los instructores aparecían, terminado el matutino, debíamos correr a inscribirnos, y yo, que no tengo habilidades para el deporte, siempre los alcanzaba cuando no quedaba sitio (así que conocí otros caminos vocacionales…). Pero al tercer año me paré cerca del profesor, cuyo rostro ya me resultaba familiar, y lo logré. La realidad superó mis sueños de niña. Siendo una adolescente, fueron buscándome a la escuela, por sugerencia de quien había sido mi profesor de radio, para un espacio en la emisora provincial, sentí que había llegado mi momento. No me equivoqué, ese fue el principio de una oportunidad que aprovecho desde entonces.
—¿De qué manera conseguiste convertirte en la notable comunicadora que eres? ¿A qué debe echarle garra un profesional de la palabra para que consiga alcanzar tu elevadísimo nivel?
—Trabajé en la radio de manera voluntaria casi por diez años. Y te digo trabajé porque, aunque nunca tuve contrato hasta después de graduada de la universidad, iba a la emisora diariamente. De cinco a seis de la tarde hacía el programa Sonido E, para los estudiantes de Las Tunas; y cada sábado realizaba Comando, destinado a los jóvenes, siempre bajo la dirección de Eddys Crespo, a quién considero mi padre en el mundo artístico.
«Estudié Pedagogía en Camagüey, y como era de esperar, integré el movimiento de artistas aficionados, y no se me escapó una gala ni un espectáculo, ni festival alguno. Durante esos cinco años, cada fin de semana pasaba primero por Radio Victoria antes de ir a mi casa, mi madre encendía la radio para saber que ya la «botella», única opción de transporte a principio de los 90, me había trasladado hasta territorio tunero. Lo demás ha sido la vida, mi afán de superación constante, y la brújula apuntando siempre al norte de la humildad».
—¿Locutora, conductora, animadora? Si te vieras obligada a escoger...
—Soy una comunicadora. Pero sin titubear te respondo que de la locución lo que más disfruto es «animar», solo que programas con ese diseño escasean, para no ser categórica al decir que no existen en nuestras pantallas.
Dalgis no solo destaca como comunicadora, sino como realizadora y guionista. Foto: Cortesía de la entrevistada
—¿Hasta qué punto te aferras a un guion cuando estás en tu papel de comunicadora? ¿Qué requisitos debe cumplir un buen guion?
—Un buen guion te ofrece el argumento, dicho técnicamente: «el qué» para poder aprehender la esencia, y construir, con libertad, tu propia manera de decir. El comunicador debe ser capaz de aportar «el cómo». No me aferro a guion alguno, no puedo, ni siquiera a los que escribo para mí.
—¿Cómo se produjo el salto a la televisión? ¿Extrañas la radio?
—Extraño mucho la radio. El salto a la televisión fue intencionado, lo provoqué porque lo ansiaba. Cuando estudiando en Camagüey supe (justamente en una botella que me dio el periodista Pastor Batista) que se gestaba el telecentro, quise dejar la universidad, pero mi madre me aconsejó que no lo hiciera. Así que al año de mi graduación llegué a TunasVisión, primero colaborando como conductora del programa La música en persona, una oportunidad que me ofreció Rafaela Balanza, quien le habló de mi a Roberto Arada, mi primer director en este medio.
De la locución lo que más disfruto es «animar», reconoce esta artista multifacética. Foto: Cortesía de la entrevistada
—Hace un tiempo confesaste que te gustaba dirigir, pero que la locución era lo principal, ¿sigue siendo así?
—Ahora me multiplico en el placer que me proporciona llevar ambas responsabilidades. No podría, con sinceridad, ponderar una más que la otra. La transición a dirigir audiovisuales se dio como resultado de las experiencias de la locutora. Había personas que tenía que poner frente a la cámara para que dialogaran directamente con los públicos. La nueva era de la comunicación prescinde de los intermediarios. Los recursos del audiovisual funcionan, bien empleados, como resortes para provocar emocionantes experiencias. Las personas necesitan ver, oír, sentir, por eso comencé dirigiendo documentales. Hay espacio para la locución, siempre lo habrá, pero es fascinante, retador, trabajar en equipo, eso hago con mis obras, y sigo siendo comunicadora.
—Debes tener en alta estima el quehacer del telecentro TunasVisión para que decidieras realizar el documental Razón de amor.
—Razón de amor fue mi regalo a TunasVisión en su cumpleaños 20. El telecentro es mi espacio natural, tan mío como de cada tunero que lo soñó, solo que estando dentro del colectivo, la responsabilidad de preservarlo es muy grande. Quizá el haber sido no solo artista, si no Jefa de Cuadros, Capacitadora, Directora de Programación, Directora General por cinco años, secretaria del Núcleo del Partido, me ha permitido amarlo desde una perspectiva maternal. La obra de TunasVisión constituye un tesoro que le pertenece a su pueblo, y, consciente de ello, la defiendo.
—De los diversos proyectos en los cuales intervienes como presentadora, conductora, guionista, realizadora, ¿con cuáles te has sentido más satisfecha?
—A cada obra le pongo todo. Disfruto, sufro, vivo con intensidad cada jornada. Cada proyecto te aporta, así es que crecemos a diario. Pero sin vacilar, el que más satisfacción me ha provocado es Casi como ayer. Muchos compañeros criticaron mi entrada a ese proyecto dedicado a la música de la década prodigiosa, lo consideraban menor. Pero, fíjate, en contradicción con lo que se pensó, ese programa me ha permitido conectar con las personas desde la animación. Antes teníamos público en el estudio, en vivo por dos horas y media, los sábados, en el estelar horario nocturno, y en Las Tunas no se veía nada más. Lamentablemente, perdimos esa frecuencia de transmisión, y las carencias tecnológicas también nos lo impiden ahora. Por su nivel de teleaudiencia lo seguimos realizando, pero grabado y sin público.
«Casi como ayer me da las posibilidades de actuar, compartir mi manera de pensar con respecto a diversos temas, porque la música resulta el bello pretexto, pero aportamos mucho más. Cuento con un equipo fabuloso, las grabaciones son muy divertidas y la comunicación con las personas es espontánea, me reconocen por esa entrega. Hacemos felices a la teleaudiencia. ¿Qué pudiera darme mayor satisfacción?».
—Eres tan versátil, que lo mismo se te puede ver en un espacio de opinión como Enfoca el Lente, en uno informativo al estilo de la revista En plural, que en el musical Casi como ayer. ¿Cómo hacer para siempre encajar?
—La clave está en sentir. Creer en lo que haces y dices. El pueblo conecta con la verdad. Es así de sencillo y natural.
Durante la filmación de un programa Casi como ayer, dedicado a los bailes populares. Foto: Cortesía de la entrevistada
—Una y otra vez se destaca a TunasVisión por la manera como ha conseguido ser el más auténtico reflejo de la imagen de un pueblo y sus tradiciones. ¿Qué papel ha jugado Dalgis Román en esos resultados?
—Tengo una cuota grande de responsabilidad. Me enorgullece, pero no me vanagloria. En TunasVisión el resultado es colectivo, soy solo una mujer afortunada a la cual la vida le ha dado la oportunidad de hacer lo que disfruta, en bien de los demás y de sí misma, en absoluto equilibrio.
—No hace mucho se dio a conocer una iniciativa de la cual fuiste uno de sus promotores: la donación del primer fondo audiovisual al Archivo Histórico Provincial...
—Ese es mi desvelo, le dedico al patrimonio audiovisual de TunasVisión una parte importante de mi tiempo. Hemos contado la vida de este pueblo, somos el reflejo de su imagen y eso no puede perderse. Lo asumo de manera voluntaria; para rescatarlo se ha trabajado fuerte, con cómplices apasionados que me acompañan en ese empeño. Cada obra salvada de la desmemoria es un triunfo. Dirijo un programa que se ha convertido en el proyecto de gestión que lidera esta iniciativa, Abriendo archivos, en vínculo con la Universidad de Las Tunas y el CITMA.
—Has afirmado, con toda razón: «El comunicador es un formador, es un referente social», sin embargo, a veces no se tiene plena conciencia de ello.
—No nos acompañan debidamente… Elegir esa profesión te enseña con prontitud que estás expuesta(o) al amor y al juicio popular. Por eso me duele que se repitan los errores, sobre todo en gente muy joven, con deseos de hacer, a quienes no entrenamos en el ejercicio de la autocrítica y de la crítica oportuna, entonces les permitimos creer que es suficiente con una buena imagen. Debemos conducirlos, y en eso los directores de televisión tienen que sentirse aludidos y responsables. Otra cuestión fundamental es la autopreparación: un referente social debe proveerse de cosas que aportar, para poder comunicar con toda la expresión que le da a su cuerpo ese concepto.
—El pasado años el ICRT te entregó el Premio Pequeña Pantalla, ahora la Distinción Artista de Mérito...
—Mis compañeros han sido muy generosos, yo les agradezco cada reconocimiento, pero lo que más me ha emocionado es la reacción de las personas ante eso, la felicidad que experimenta nuestra gente, eso me estremece hasta la lágrima.
Desde el año 2012 Dalgis Román y Marino Luzardo, bajo la dirección del maestro José Ramón Artigas, conducen el Festival de música popular Barbarito Diez. Foto: Cortesía de la entrevistada
—¿Qué se siente cuando tus compañeros de fila te eligen para ocupar cargos importantes dentro del Comité Provincial de la Uneac o para que los representes en su congreso? Con lo mucho que haces, ¿estas actividades no le roban demasiado tiempo a tus grandes pasiones?
—Sí me ocupan, pero es algo con lo que aprendí a vivir desde pequeña, se ha convertido en otra arista de mi función social. Yo soy portavoz de lo justo y de lo necesario. No le temo a decir lo que pienso, y que muchas veces coincide con el criterio de quienes optan por callar. De ahí que represento a lo que creo, y soy una abre puertas. Eso a veces se torna complejo, pero no me asusta, y me organizo. Con la experiencia uno también aprende a jerarquizar mejor, sin traicionarse.
—Todo parece indicar que tu «pequeño», Camilo Soto, eligió tomar los caminos del arte, como su mami...
—Camilo decidió su profesión para mi sorpresa, nunca de pequeño quiso colaborar en ningún proyecto infantil. Mi hijo sentía que la televisión le robaba a su mamá, y resulta que al final terminó siendo tan seducido como yo. Será un excelente profesional, mis compañeros de TunasVisión fueron sus primeros maestros, y la capital ya es para él una gran escuela. Cuando lo acompañamos a sus exámenes en FAMCA, mi esposo, Carlos Enrique Díaz —realizador de imágenes, músico y mi asistente de dirección en todo (un regalo que me dio la vida hace ya cinco años)— y yo sentimos lo mismo: ¡quién tuviera ahora esa edad!
Resulta que al final mi hijo Camilo terminó siendo tan seducido como yo por la televisión, nos cuenta Dalgis. Foto: Cortesía de la entrevistada
Junto a su esposo, Carlos Enrique Díaz, el regalo que le dio la vida, dice, hace ya cinco años. Foto: Cortesía de la entrevistada
—Con tu alto nivel profesional, tu extraordinaria belleza y elegancia, elevada cultura, capacidad para lograr de inmediato complicidad con los televidentes, pudieras haber partido hacia la capital, en busca de mayor fortuna, pero has preferido permanecer en Las Tunas...
—Gracias por tus elogios, viniendo de un hombre siempre rodeado de belleza… Las Tunas es el lugar donde soy feliz, este es mi hogar, y sabes que no hablo solo del espacio físico. Al principio las razones eran familiares: no dejar a Camilo, a mis padres, pero profesionalmente esta tierra se ha encargado de compensar mi decisión, y desde aquí he logrado todo lo que me he propuesto, y lo inimaginado también.
Grabando uno de los programas de TunasVisión con la ciudad de ama como escenario de fondo. Foto: Cortesía de la entrevistada
«He sido la interlocutora de personalidades de todos los sectores de la vida de nuestro país, pude decirle a Daniel Chavarría que fui su novia adolescente, aunque se enterara a los 80; he presentado conciertos de Pablo, de Omara, he podido poner palabras a la gratitud del pueblo para con nuestra inmortal Alicia Alonso y decírselo cerquita. Pude traducir el dolor y la convicción ante la partida física de Fidel, a esa dimensión de amor desde la que nos conduce. Sería el mismo ser humano en la capital, pero tengo la certeza de que no atesoraría igual fortuna».
«Pude traducir el dolor y la convicción ante la partida física de Fidel, a esa dimensión de amor desde la que nos conduce», afirma con orgullo esta creadora total. Foto: Cortesía de la entrevistada