La puesta en escena de Aire frío es una estrella más en el repertorio de la compañía matancera Danza Espiral. Autor: Ayose S. García Naranjo Publicado: 26/08/2019 | 09:13 pm
Aunque el centenario sucedió hace ya siete años, Virgilio Piñera continúa siendo muestra palpable de «juventud acumulada», de punto de partida y retorno, de nuevas lecturas y revisitaciones.
Por estos días, nuevas efemérides resultan apenas pretexto para re-ponerlo lo mismo desde el lenguaje teatral que el danzario; también para reflexionar sobre él a nivel teórico, y ello, afortunadamente, no solo en La Habana.
La boda, escrita por el maestro en 1957 y estrenada al año siguiente por uno de nuestros directores imprescindibles (por más señas, devoto de Virgilio), Adolfo de Luis, ha sido un texto recurrente en el quehacer de Raúl Martín y su Teatro de la Luna.
Desde 1994 lo han estado montando, sobre todo como «lanzamiento» de nuevas promociones actorales, pues, ciertamente, es una obra que exige dedicación y talento. En esta, su más reciente puesta, vuelve a tal condición en lo que desde el programa de mano se anuncia: Ejercicio de graduación para actores.
En este, otro dramaturgo de peso y virgiliano convicto, Abilio Estévez, traza importantes coordenadas sobre La boda, que según el también narrador, «se presenta como un desgarrador documento del destino de la persona humana en cualquier sociedad donde las formalidades se erigen en obstáculos, enemigos de su realización, (…) de su plenitud, de su libertad. Aquí está el humanista Virgilio Piñera en toda su altura».
No es fácil de asimilar el ácido y metafórico humor de esta pieza, llena de recovecos dramáticos e intencionadas reiteraciones, pero un director con la sabiduría escénica de Martín logra hacer mucho más potables tales dificultades, con una representación donde la banda sonora (con música que compuso y ejecutó Aymeé Nuviola), la fluidez escénica, la expresiva y atinada precisión de elementos escenográficos y de diseño (por ejemplo, los dibujos de Amílcar Rey para el simbólico telón de fondo) o el vestuario —todo el que conozca esta obra sabe de su importancia diegética— la tornan un trayecto motivador, que impide la caída del ritmo o el interés del público.
Siendo totalmente honestos, y apuntada ya la dificultad que para cualquier actor novel significa esta compleja letra, no todos los desempeños de los recién graduados merecen aplausos incluso, dentro de algunos mejores no se aprecia absoluta organicidad de principio a fin; confiamos en que el training que implica ya la nueva temporada (ahora en Fábrica de Arte Cubano, FAC) redunde a favor de ello.
Y hablando del popular centro cultural cercano al túnel de Línea, un Virgilio mucho menos conocido pero hasta más interesante se estuvo presentando allí; se trata de Arropamiento que, partiendo de la obra en verso Un arropamiento Sartorial en la Caverna Platómica, que escribiera Piñera en 1971, llevó a escena GPS Teatro.
Con el referente del sabio griego en su célebre La República, el autor cubano parafrasea (y por supuesto, parodia) ítems esenciales del pensamiento platónico en torno a la verdad, el enmascaramiento y el poder increíble de la falsedad, alter ego, juego macabro de la primera, que el escritor plasmó con su gracia escritural, ahora haciendo gala de su asimilación del «teatro versificado» con sellos clásico y barroco.
Reynaldo Rei Castañeda, director de la compañía y responsable de la puesta, resolvió la misma con imaginación y una sólida contextualización: esos temas universales detentan una actualidad increíble en las redes sociales y la comunicación virtual, que al margen de sus indiscutibles virtudes es frecuente caldo de cultivo del ocultamiento, el fraude y la máscara.
La puesta, pertinente teatro arena en la Nave 4 de FAC, interactúa con el espectador, erige proyecciones audiovisuales que reflejan alusiones a la gran nube de internet y despliega un inteligente movimiento escénico que hace del dramaturgo ref(v)erenciado, esa voz cada vez más cercana y contemporánea.
Un elenco de jóvenes histriones asume los des-personalizados personajes (Ceremonio, Hombres y Mujeres) con gracia, convicción y destreza.
En la más pequeña sala Solás, también de FAC, se estuvo presentando el unipersonal Fermentación a cargo de Teatro Punto Azul, que comanda Omar Bilbao. Se trata de un jacarandoso y criollo texto de María de los Ángeles Núñez Jauma donde confluyen, junto a la Luz Marina virgiliana, otros íconos del teatro y la música popular aquí, mediante el discurso de María Aragón, una actriz que vive los sinsabores y sofocos del cotidiano insular y que, como explica la autora, sabe que al entrañable personaje de Virgilio «le gustaría comer carne con papas, al igual que ella no sabe si en Buenos Aires hay cucarachas».
Como ocurre en todo monólogo, el peso y la responsabilidad actorales son casi absolutos, aunque en esta obra sobre idea de Rebeca Rodríguez debe encomiarse también la coreografía y el diseño de luces de Oralice Siverio —en este rubro también colaboró la autora—, y la rica música original, la banda sonora toda de Juan A. Leyva y Magda R. Galbán.
Iyaima Martínez, como esa mujer que no solo debe interpretar en la escena sino en la complicada vida diaria, y que convoca a sus queridos fantasmas del teatro y la música a golpe de sombrilla y fe, se luce de principio a fin matizando, enriqueciendo y extrayendo el jugo a una escritura de por sí brillante.
En Matanzas
En la mal llamada Atenas de Cuba (el inolvidable Fernández Retamar convocaba a nombrarla «la Matanzas de Grecia») se estudia y se tiene muy presente a Virgilio Piñera.
Por ello se convocó hace poco un coloquio (suerte de prólogo a uno de mayores dimensiones que tendrá lugar en el próximo mes de octubre) que bajo el auspicio de la Casa de la Memoria Escénica, regida por el entusiasta y diligente Ulises Rodríguez Febles (ya se sabe, uno de los imprescindibles de la escena nacional) y la Dirección Provincial de Cultura, invitó a autoridades en estudios literarios y teatrales —en especial del escritor homenajeado— como Alberto Abreu, Omar Valiño, Roberto León y Lincoln Capote, quienes disertaron en torno a aspectos tan importantes como su relación con otro grande, Lezama Lima; el alcance de su pieza Aire frío; el no tan conocido editor de revistas literarias y quien diseñó con su obra un proyecto de nación, lo cual motivó jugosos intercambios con el público.
Hubo un previo y sentido peregrinaje a la tumba familiar en Cárdenas, ya en Matanzas la develación de una escultura muy particular del artista de la plástica Adam Rodríguez sobre Electra Garrigó, y para cerrar con broche de oro, la versión danzaria justamente de la célebre Aire frío, por Danza Espiral.
Su coreógrafa y directora, Liliam Padrón, se ha especializado un tanto en recrear desde el lenguaje del ballet contemporáneo piezas del teatro cubano y universal. A Shakespeare y Carpentier se suma ahora Virgilio mediante una de sus obras emblemáticas.
Admira apreciar cómo una pieza donde el verbo con sus implicaciones subtextuales, sus rizomas de significados, sus guiños y proyecciones polisémicas, como en todo Virgilio, resulta esencial, se traduce y transustancia en el mundo de los pasos… nada perdidos de bailarines-actores que comunican a la perfección el mundo peculiar, cubano y singularísimo, que significa la familia Romaguera.
Ellos se mueven, gesticulan, entran y salen, interactúan entre sí y el público y con el auxilio de una expresiva y variopinta banda sonora de Raúl Valdés, junto a la escenografía y el vestuario tan preci(o)sos, originales y ajustados de Zenén Calero, erigen la atmósfera virgiliana con pelos y señales, en una representación donde teatro y danza se confunden, hacen ósmosis.
Anisleydis Estévez, Carlos Daniel Navarro, Enrique Leyva, Jaime Pérez y la misma Lilita son los danzantes encargados, encarnados respecto a los queridos personajes. Quizá se abusa un tanto del icónico gesto del abanico y el símbolo de la máquina de coser, como se sabe esenciales en el texto; también sobra la voz grabada, absolutamente prescindible justo ante la elocuencia de lo representado.
Pero este Aire frío desde el universo danzario-contemporáneo con intersecciones teatrales que signa la poética de la matancera Danza Espiral, es una estrella más en el repertorio de la compañía, y otra manera de ensanchar, promover y enriquecer a Virgilio Piñera, quien dentro y fuera de sus onomásticos está cada día más presente, como sistemática noticia de primera plana en cualquier diario.