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Herencia perdurable

Un pulso que golpea a las tinieblas es una antología en la que concurren numerosos poetas de diversas lenguas y culturas

Autor:

Luis Sexto

La poesía perdura en la palabra. Va más allá de la voz. La palabra poética es fuerza, desahogo, ánimo, esperanza, dicha, bandera, empuje. Y lo ilustra este libro titulado Un pulso que golpea a las tinieblas, cuyo sumario o bajante agrega: Una antología de poesía para resistentes.

Leyendo este poemario, en el que concurren numerosos poetas de diversas lenguas y culturas, nos percatamos de que la poesía, en suma, es un movimiento que parte del interior del ser humano, pasa al exterior y ahí queda hecho verbo, sustancia indefinible que pervive enjugando el llanto, dando aire al clamor, y sosteniendo la fe en que vivir, soñar y resistir son sinónimos.

Según esta antología, en cuya edición e impresión intervino la Casa de las Américas, la poesía sirve también para resistir, para sostenerse en pie en circunstancias en que el ser humano sufre el daño de fuerzas que lo puedan abatir.

Un poema del mexicano Gabriel Celayanos envía una definición que estimo exacta: «La poesía es un arma cargada de futuro». Y Antonio Machado, a su vez, nos recuerda con uno de sus proverbios que «hoy es siempre todavía».

Entre los poemas seleccionados para integrar Un pulso que golpea a las tinieblas, aparecen estos versos del turco Nazim Hikmet: Dice el poeta: «Hermano mío, / enviadme libros con finales felices,/ que el avión pueda aterrizar sin novedad,/ el médico salga sonriente del quirófano,/ se abran los ojos del más ciego» (…) Sigue el poema y termina así: «Hermano mío,/ enviadme libros con finales felices,/ esos han de realizarse/ al fin y al cabo».

En este libro tan colmado de autores acatados, aparece un poema del español Blas de Otero. Lo mantengo en mis manos, leo y voy confirmando la tesis sugerida por esta nota: «Si he perdido la vida, el tiempo, todo/ lo que tiré, como un anillo al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra».

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