La pared de las palabras, de Fernando Pérez, está protagonizada por Isabel Santos y Jorge Perugorría. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:58 pm
La pared de las palabras, la película más reciente de Fernando Pérez es, como ha declarado en varias ocasiones el premio nacional de Cine, una cinta que descansa fundamentalmente en el trabajo de los actores.
Isabel Santos, la reconocida actriz de Clandestinos y La vida es silbar, y Jorge Perugorría, eternamente ligado a su Diego de Fresa y Chocolate, encarnan esta vez a una madre y su hijo en medio de una dramática circunstancia marcada por la incomunicación, la locura y el dolor. Son ellos quienes nos develan algunas de las claves con las que construyeron ambos personajes.
Perugorría o Luis
«Esta historia comienza a partir de un personaje real, Emenegildo, un primo de Zuzel Monné, que la inspiró a desarrollar el guión para esta película. Tuve la suerte de conocer a su mamá y así acercarme al trasfondo de este hombre.
«Primero estuvimos investigando mucho acerca de la distonía, enfermedad que lo aqueja. Para mi suerte, encontramos hasta material fílmico, porque en nuestro país se está operando a pacientes con este padecimiento neurológico, y en esos archivos aparecían personas con el comportamiento propio de esta enfermedad.
«Fue un reto muy grande, porque asumía un personaje para el cual tuve que bajar de peso y que camina como por el filo de una navaja, y uno siente miedo al ridículo. Recuerdo que Isabel me preguntaba en qué momento iba a comenzar a mostrar el comportamiento físico, y yo seguía buscando más información, más datos, porque no me sentía preparado para salir andando con mi personaje. Buscaba nuevas opciones para el uso de las manos, para construir todo ese manierismo, un trabajo con el cuerpo que me costó vencer, sobre todo, a la hora de romper el hielo y empezar a ensayar.
«Creo que me llené de valor por el gran talento de Fernando para dirigir actores. Es difícil para uno como actor exponerse, porque es también exponer sus sentimientos y sus vivencias personales. Lo más difícil fue construir el mundo interior de este hombre que no puede hablar. Convivir con muchos pacientes reales en instituciones como la Quinta Canaria, donde filmamos, terminó por completar el proceso de componer a Luis.
No poder expresarme fue algo terrible, me pasé todo el rodaje con esa angustia provocada por la incomunicación.
«No olvido que al final de la película tenía que ir a grabar al estudio con Edesio Alejandro. Iba a hablar por primera vez como el personaje, y realmente me pasó algo muy raro a nivel de las emociones. Es que llevaba tanto tiempo con esa agonía que cuando logré pronunciar, terminé llorando.
«Fue muy bonita la experiencia de trabajar con Maritza Ortega, la muchacha con Síndrome de Down que se enamora de Luis. Prácticamente me convertí en él para ella. Yo la llevaba hasta su casa y eso me permitió descubrir al ser humano extraordinario que es. Como cualquiera de los otros actores, Maritza se entregó mucho a esta película, entró en el juego consciente de que representaba un papel, y eso le gustaba. Me parece que lo disfrutó como una verdadera actriz.
«Y qué decir de la relación que se estableció entre Isabel y yo. Al principio fue difícil creer que Isabel iba a ser mi mamá. Realmente solo las condiciones de mi personaje (una persona con un deterioro tan acelerado) podía justificar esa decisión. Claro, después se sumó el excelente trabajo de caracterización de Isabel, y ya no hubo dudas».
Isabel o Elena
«Para mí era un reto la edad, pero Fernando me dio mucha seguridad de que yo podía construir a esta mujer. También hay un maquillaje, aunque solamente me dejé las canas. De cualquier manera, el reto estaba en concebir el mundo interior de esa mujer, que representa el papel del acompañante.
«Me metí mucho: en la manera de caminar, en ese silencio, en ser una mujer que no llora... Ha llorado tanto que se gastó, y camina porque ve a los demás andar... Creo que con Elena solté las vísceras... En una de las escenas finales, era el hermano el que debía terminar cuidando a Luis, pero yo le pedí a Fernando que me dejara allí con él, porque una madre no abandonaría nunca a un hijo en esa situación. Y así lo hicimos. Fue un personaje muy complejo.
«Cuando leí el guión, me conmovió enormemente. Sentí que me habían puesto una bomba entre las manos. Yo había pasado por una situación familiar muy dura, en la que mi esposo había sufrido un grave accidente, y yo había experimentado hasta dónde llega el acompañante en esa lucha por salvar a la persona amada y estar con él hasta las últimas consecuencias. Yo entré a la terapia, y entre aquellos cables, con mucho miedo, me le acerqué al oído, le declaré mi amor y le dije, sobre todo, que lo estaba esperando, que no se fuera con ninguna luz ni con nadie. Eso me ayudó a comprender a Elena.
«Ella llevaba muchos años con su hijo enfermo, desde que era un niño chiquito, pero yo como actriz tenía que encontrar a ese hijo en el hombre que es Jorge Perugorría, y eso me costaba porque en otras películas hemos hecho de pareja, y somos amigos y nos tratamos de otra manera. Con Pichi llegué a meterme en cosas que no me correspondían: me fijaba en sus uñas y se las cortaba. ¡Fíjate hasta dónde uno carga con su personaje sin siquiera darse cuenta!
«Elena es, además, una profesional, una oceanóloga, y tuvimos que rodar algunas escenas debajo del agua, para lo cual tomamos clases con profesionales. Fernando nunca había buceado en su vida, ni yo tampoco. Imagina dos buzos a mi lado y yo debajo del agua, y sin poder hablar, solo nos comunicábamos por señas. Fue muy gracioso ver a Fernando buceando. Aunque creo que le pusieron hasta plomo para que se hundiera, siempre flotaba, pero me dio la medida de su compromiso, porque nos acompañó en cada detalle, hasta en esas complicadas escenas debajo del mar. Yo nunca había metido la cabeza ni en un cubo de agua, pero para trabajar un personaje me prendo hasta de un clavo caliente».
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