Meñique en el cine. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:52 pm
Cuando antes se hablaba de Meñique, todos rápidamente recordábamos el querido cuento escogido, traducido y adaptado por José Martí para el número inicial de La Edad de Oro. Pero por estos días mencionar al pequeño hombrecillo toma otras dimensiones, específicamente tres, se rodea de mágicos colores y canciones, y junto a otros personajes cobra rostro juvenil para hacernos una seña y advertirnos de que el sueño se ha hecho realidad: Meñique, el primer largometraje de ficción cubano animado en 3D está listo para la gran pantalla.
A pocos días del estreno de Meñique, le pregunté a su director, Ernesto Padrón, sus impresiones acerca de los resultados alcanzados durante esta ardua obra que comenzó en el 2009, y que finalmente este domingo será realidad frente a las pupilas ansiosas de los que asistan al cine Chaplin. Confía Ernesto en que la versión libre de esta historia tan conocida por todos los cubanos cautive a chicos y grandes.
Su esperanza se arraiga en las pruebas realizadas al guión con los niños, antes, durante y al finalizar la producción de la película, para verificar si la historia poseía el atractivo suficiente para atrapar de principio a fin a los espectadores.
«Y lo logra, porque aunque respeté la trama principal del cuento, la nueva caracterización de los personajes, la creación de otros como El Espejo de la Media Naranja, la bruja Barusa y su hijo, y las situaciones ahora creadas para la narración, aumentaron considerablemente el suspenso y la tensión de la historia», asegura el también creador de Yeyín.
Para despejar cualquier duda, prefirió Ernesto pisar tierra firme antes de entrar al dificultoso proceso de animar en tercera dimensión (3D): «Me preocupaba mucho cómo aceptarían los niños y los adultos que continúan siendo niños, los cambios de esta versión libre. Porque este es un cuento clásico. Y por eso hice un boceto semianimado del guión dibujado, con las voces de las actrices y los actores, a fin de probar la calidad de esta propuesta.
«En Cuba es la primera vez que se hace una Tira Leica (animatic, storyreel) que es como se le llama a este proceso de visualizar la película antes de realizarla. Y eso marcó la diferencia».
Otro sello evidente de ebullición creativa es sin duda ese mundo visual donde se desarrolla la trama y que responde al nombre del Reino de Guanacabo. Un dominio artístico donde se mezclan culturas, personajes, escenografías y momentos costumbristas, pues soñaba Padrón con que «los espectadores reconocieran arquitecturas y paisajes cubanos —como La Habana Vieja o los valles de Viñales y Trinidad—; se sorprendieran al ver a una princesa diferente, que la envenenan empleando una fruta tropical y no una manzana; se rieran con el humor proveniente de objetos anacrónicos, expresiones locales de los personajes, con arquetipos de la cultura universal y situaciones de nuestra cotidianidad actual; y se deleitaran con unas canciones en nada parecidas a las de las conocidas películas de Disney; y una música que reflejara esa mezcla de formas expresivas».
Pero llevar todas esas ideas a la visualidad de la tercera dimensión, por demás una técnica poco utilizada en la Isla, no fue tarea sencilla. «Resultó un reto y a su vez una escuela dominar la tecnología de la animación 3D.
«Esta técnica te permite emplear, para hacer “muñequitos”, una versión virtual de las herramientas del cine de ficción. Como los personajes y las escenografías tienen tres dimensiones, puedes mover la cámara, cambiarle los lentes; creas tu set de luces, juegas con los encuadres, con las sombras, previsualizas y afinas los movimientos y las actuaciones de los personajes, y empleas infinidad de otros recursos expresivos. Es fascinante».
Contó Meñique con la suspicacia de aprovechar la magia de muchos buenos amigos. Así, la cinta, producida por los Estudios de Animación del Icaic, Ficción Producciones de Galicia y la colaboración de la Fundación Villa del Cine y el Programa Ibermedia, aglomeró el talento de notables artistas y técnicos.
Por eso, como me asegura Padrón, los espectadores que son adictos a quedarse sentados en el cine para leer los créditos finales podrán apreciar el excelente equipo de pintores, modeladores, animadores, actrices, actores, cantantes, músicos y otros muchos especialistas que hicieron posible la realización de este filme.
En el corazón de Ernesto, después de estos seis años de meticuloso trabajo, se esconde solo un deseo: «Que todo este talento y pasión acumulados dejen una huella en los niños y también en los adultos, que sea un homenaje a José Martí, para que su mensaje: “el saber puede más que la fuerza”, cale bien hondo; y este sea también el mejor de los premios para todos los que formamos parte de esta hermosa obra».
Cada cual con su personaje
«Meñique no es un niño sino un hombre bajito, con una voz juvenil. Este joven pequeñito vive en una Habana medieval, y como yo soy habanero no me costó mucho trabajo ponerle voz. Aunque su origen se remonta al cuento francés, Meñique no es un Pulgarcito, sino un personaje cubano que pasó primero por el filtro martiano y ahora por la creatividad de Ernesto Padrón, quien incluye muchas lecturas contemporáneas dentro de la adaptación. Así es este Meñique: audaz y astuto como nos lo regaló Martí, y aunque es diminuto está lleno de una gran cubanía». (Lieter Ledesma, Meñique)
«Mi personaje es muy especial. Es el hijo de la bruja Barusa, un tipo malo pero también muy cómico, lo cual es bastante contradictorio. Es un personaje negativo y a la vez muy divertido, te ríes mucho con él, porque hace cada cosa… ¡hasta canta! Imagínate que está enamorado, pero de una muchacha muy bonita, y él, el pobre, es espantoso, tanto como lo soy yo». (Carlos Ruiz de la Tejera, el Edecán)
«La polvera mágica es fruto de la imaginación de Ernesto Padrón, pues no aparece en el cuento original de Martí. Se caracteriza por tener un tono de voz medio afrancesado, para lo cual tuve que apoyarme en una profesora de francés. Fue maravilloso ver cómo a partir de nuestras voces se fue armando la película y espero que el público pueda complacerse en el fruto final, tanto como nosotros disfrutamos al trabajar en ello». (Osvaldo Doimeadiós, El Espejo de la Media Naranja)