Raúl Pérez Torres escritor ecuatoriano Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 21/09/2017 | 05:45 pm
El narrador, poeta y periodista Raúl Pérez Torres (Quito, 1941), es considerado uno de los más sobresalientes escritores vivos del Ecuador. A quienes se sorprendan, basta con mostrarles algunos lauros que señalan los méritos de su pluma: Premio Casa de las Américas, Cuba, 1980; Premio Juan Rulfo, Francia, 1994; Premio Julio Cortázar, España, 1995; Premio Gabriela Mistral, Chile, 2004; y Premio de la Unesco 2004.
Con el autor de Micaela y otros cuentos, Musiquero joven, musiquero viejo, y En la noche y en la niebla, conversó nuestro diario para acercarnos a su cuentística y tener noticias del libro que vino a presentar en la Feria, titulado Los últimos hijos del bolero. Un diálogo que reverdeció con su pasión por la literatura ecuatoriana y la entrañable relación que lo une a Casa de las Américas.
—¿Qué significó para usted recibir el Premio Casa de las Américas en 1980?
—Los lauros siempre son gratos en la medida en que ayudan a visibilizar a mi país, y a que las letras ecuatorianas sean reconocidas. También me han servido para que mis libros puedan ser leídos y traducidos a otros idiomas como el inglés, francés, alemán y hasta el griego. El de Casa resulta especial porque a Cuba me une una relación de muchos años, donde he podido aprender cómo se trabaja aquí, teniendo como principal eje al ser humano.
—¿En qué ha consistido ese intercambio entre la institución cubana y la Casa de la Cultura de Ecuador que usted preside?
—Ha sido un orgullo establecer esta conversación con Casa de las Américas que es un ejemplo de la cultura en América, para la publicación de las obras de diferentes escritores ecuatorianos en esta Feria del Libro. La institución que presido mantiene un convenio profundo con la Casa, y allá en Ecuador también hemos publicado libros ganadores del prestigioso premio literario, así como ellos han publicado aquí la obra de autores nuestros. Tenemos revistas en las que constantemente estamos dando noticias de lo que ocurre en Cuba, porque la Isla continúa siendo un ejemplo para los pueblos americanos, una referencia de pensamientos e ideas.
«La Casa de la Cultura Ecuatoriana en este año celebra su cumpleaños 70, y durante todas estas décadas el tema de la cultura ha sido de gran valía porque, como Marx, creemos que la cultura es toda la producción de la tierra».
—¿Cuáles son las temáticas que privilegia en sus obras?
—Están el amor, la ternura. En la literatura no hay más de siete u ocho temas, que se reiteran a través de los tiempos y los autores. Lo que cambia es la manera en que se abordan. Para mí son importantes los temas de mi pueblo, los personajes de Quito. He absorbido mi ciudad en mis cuentos y creo que ella tiene una forma de presentarse muy peculiar a través del espíritu de cada uno. Entonces bebo del barrio, los amigos, el cantón, la provincia, la música, todo es importante en este sentido y es allí donde se mueven los personajes de mis libros. Gusto de trabajar la psicología del comportamiento —yo estudié esta carrera también—, y esto me permite enriquecer la labor de desarrollar los conceptos humanos.
—¿Qué ingrediente considera no le puede faltar a un buen cuento?
—Suspenso, mis cuentos particularmente siempre dejan algo para el final. Me gusta lograr que los lectores se sorprendan y tengan que volver a leer desde el principio para encontrar las claves que desatan ese final inesperado. El imprevisto no es una clave nueva, ya la ha utilizado Poe, Mallarmé, y otros grandes escritores de cuentos. Pero yo gozo escribiendo mis relatos. Concebí una sola novela, Teoría del desencanto, pero hasta esa novela tengo la sensación de que no es más que una serie de cuentos.
—Los críticos han encontrado en su obra ciertos vínculos con los relatos de Pablo Palacio, escritor cuyo nombre honra a la sala de presentaciones del Pabellón de Ecuador en esta Feria.
—Pablo Palacio fue un escritor singular de los años 30, que irrumpe en una época en la que se desarrollaba la gran literatura realista de Jorge Icaza, José de la Cuadra, Pedro Jorge Vera y Demetrio Aguilera Malta. Pero Pablo Palacio era una isla entre ellos, y empezó a hablar de un realismo psicológico, un poco freudiano, un poco Jung. A la vez introdujo el urbanismo en sus personajes, y comenzó a contar a través de ellos los fenómenos que acontecen en la ciudad, dando paso, en medio de una metrópoli asumida como serena, a una nueva urbe más convulsa. Además lo hizo apoyándose en una quiebra de la sintaxis, al distorsionarla revolucionó la manera en que tradicionalmente se escribía.
«Palacio terminó loco, y tuvo que ser internado, pero creo que su huella marcó a las siguientes generaciones. Todos los escritores de mi generación somos un poco “palacianos”, en una medida u otra. Para nosotros, los escritores de la década del 60 que buscábamos elementos nuevos, él significó un gran agitador de las letras, el escritor por excelencia».
—¿Cree que la obra ecuatoriana ha alcanzado resonancia en escritores foráneos?
—Imagínate que aquí en Cuba, donde tuve la oportunidad de conocer a Julio Cortázar, él comentaba que varios de sus cuentos tenían mucho que ver con José de la Cuadra. También tuve el honor tan lindo de conocer a Gabriel García Márquez, y él tenía muchas influencias de este mismo autor. De la Cuadra había escrito, 30 años antes de Cien años de soledad, su obra Los Sangurimas, que relata la historia de una familia y la de sus descendientes. Es una novela que está cargada de realismo mágico con latencias garcíamarquianas, o al revés…
—¿A su juicio, cuál es el estado actual de la literatura ecuatoriana?
—Especialmente el movimiento poético de la mujer, para mí es extraordinario. La mujer es la que está diciendo una palabra nueva, inédita, que ya no utiliza solamente el recurso del erotismo o la sexualidad, aunque este puede estar subyacente. Sino que está manejando un corpus poético nuevo, expresando una liberación que va más allá de su cuerpo y revela una liberación del comportamiento humano que ha tenido perdido o invisibilizado. Me gusta lo que está pasando en este sentido, porque son muchachitas de 20 o 21 años que van por la Casa de la Cultura. Allí las leemos, y ahora estamos sacando una colección pequeña de sus primeros versos.
—¿Qué lazos se han establecido entre la literatura contemporánea ecuatoriana y la Revolución Ciudadana?
—Yo no puedo hablar por todos, pero sí puedo asegurar que hay un gran grupo que apoya la Revolución Ciudadana. De mi generación puedo contar a los que hicimos la revista Pucuna, que era la revista de los Tzántzicos; al Frente Cultural del Ecuador, y a grandes escritores como Jorge Dávila, Eliecer Cárdenas, Iván Egües y Abdón Ubidia, que también está aquí en la Feria.
«Personalmente siento una admiración especial por Rafael Correa, soy muy amigo de él. Su forma de trabajar, su claridad como líder, y su profesionalidad como economista, están logrando que al Ecuador se le mire de otra manera en el contexto latinoamericano, caribeño y mundial. He escuchado a presidentes como el de Francia que ponen como ejemplo la economía solidaria de Rafael Correa, ese sentido de que el capital debe de estar supeditado al ser humano y no al revés».