Arturo O’Farril en la inauguración de Jazz Plaza 2013, el pasado jueves en el Teatro Mella. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:42 pm
Enamorado de sus ideas, Arturo O’Farril consiguió sumarme al último de sus proyectos. El músico norteamericano, nacido en México y con fuertes raíces cubanas, desea que se conozca la creatividad que percibe en la Isla y la del país donde reside.
O’Farril se sorprende cada vez que visita la tierra donde nació su padre, el legendario Chico quien, junto a Chano Pozo y otros, revolucionara el jazz ofreciéndole una tonalidad afrolatina. En Cuba encuentra un talento nato, donde jóvenes y consagrados enarbolan esa máxima del arte de entregar a los suyos lo mejor de sí mismos.
En más de una hora de diálogo con JR, el pianista y compositor no dejó de evocar la actuación de hace tres años en el teatro Mella, cuando tocó la música de su padre con la Orquesta de Jazz Afrolatino, o esa otra visita en la que compartió escenario con Pablo Menéndez y Orlando Sánchez, «Cubajazz».
Tampoco quiso dejar de mencionar su reciente presentación en la inauguración del Festival Internacional Jazz Plaza 2013, certamen en el que se siente como en casa. En esa velada, el artista adelantó quizá uno de los proyectos más importantes de su carrera: La conversación continuada.
La iniciativa pretende establecer un puente de intercambio entre los músicos cubanos y los estadounidenses. Todo comenzaría, según Arturo, con la posibilidad de hacer una gira por Cuba con su orquesta en 2014. «Esta es una agrupación de músicos que aman la música cubana y vamos a reconectar con todos ustedes. Porque iniciamos esta “conversación” en los comienzos del jazz en Nueva Orleans, ya que esa ciudad es como un país cubano y caribeño, no tiene nada que ver con Estados Unidos. Además, antes de Miami, todo ese asunto comercial fluía entre esa ciudad y La Habana, y muchos de los músicos que estuvieron en el nacimiento del jazz eran cubanos.
«Así que me puse a pensar que sería muy bonito que reconectemos como jazzistas afrocubanos para ver en qué dirección estamos progresando. Porque para mí es el momento de retomar la conversación, ya que si no entendemos lo afrocubano no se puede comprender el jazz».
El destacado pianista explicó que la conversación continuada comprendería un programa académico, que permitiría a artistas de la Isla y de EE.UU. recibir talleres en ambos países por un período de tres semanas, para luego juntarse y tocar unidos, donde no se demerita ningún género musical, y que tendría un carácter anual.
—¿Quiénes integrarían el proyecto?
—Quiero a muchos músicos de aquí y me encanta Yasek Manzano, uno de los mejores trompetistas del mundo y es formidable. Él tiene los ojos en el futuro. También está Cubajazz, Michel Herrera, quien va a ser un fenómeno; Cali Rodríguez (trompetista), y un montón de músicos que conozco del Conservatorio Amadeo Roldán. El ambiente aquí está abierto para que se conozca en la historia mundial de la música que llamamos jazz. No importan esos detalles, pues pensamos que no hay jerarquías. Vamos a juntarnos jóvenes y viejos, sin diferencias de géneros y vamos a continuar la conversación musical. Y estoy seguro de que no vamos a averiguar el futuro de esta música si no lo hacemos juntos.
—¿Cómo piensa construir este diálogo musical? ¿A través de una obra?
—Pues sé que será basado en el respeto. Como comentó Dizzy Gillespie cuando conoció a Chano Pozo: «Él habla español y yo inglés, pero los dos hablamos África». La idea me surgió cuando Cali Rodríguez y mi hijo Alan, trompetistas, conversaban. Ellos son amigos y me dije: «Esta es la lengua del futuro». El mundo entero se ve en esa amistad, en el cariño de dos jóvenes músicos.
Arturo desea que el primer paso de este proyecto se concrete, y anhela que en noviembre próximo estén de vuelta para recorrer Cuba, grabar un disco de estudio con esa música interpretada en el periplo y, luego, culminar con una actuación en Jazz Plaza.
Cuando se le interroga sobre dónde le gustaría presentarse en ese recorrido, aseguró que «en lugares públicos. Mi sueño es hacerlo al aire libre para que toda la gente pueda disfrutarlo».
Por eso la gala inaugural de Jazz Plaza le resultó tan placentera. O’Farril gusta de compartir con los hijos de esta tierra y en el evento habanero quiso estar acompañado de Yasek Manzano, Orlando Sánchez y otros instrumentistas cubanos. «A mí me gusta tocar con los músicos de aquí, son parte de mi tribu», confesó.
Es que aquí están sus raíces y lo percibió desde la primera vez que vino, invitado por Chucho Valdés. «En esa ocasión me llevaron a la esquina de las calles Cuba y Chacón (La Habana Vieja), fui al pueblo de Tapaste, visité el lugar donde nació mi padre, y cuando regresé en 2011 con mi madre, visité la finca La campaña, donde ellos vivieron.
A mi papá la única cosa que lo podía hacer llorar eran los recuerdos de Cuba. Yo sentí, cuando llegué aquí, que estaba completando un viaje que nunca pudo completar mi padre», expresó.
Arturo O’Farril encuentra autenticidad en los artistas cubanos, y le agrada sobremanera que en sus visitas se haya encontrado con músicos muy profesionales y talentosos, que no aspiran a riqueza mayor que el aplauso de su público. «Aquí la gente trabaja por esa maravilla de decir que es bueno, porque le gusta su pueblo, su gente. No piensan en que van a ser famosos, ni ricos; y muchas veces, en Estados Unidos, perdemos eso y no lo entendemos. No digo que no sea bueno ganar por lo que hacemos, pero al final la razón por la que trabajamos es para hacerlo bien, con integridad, con espíritu artístico y creativo», sentenció.