Julio César Chávez mostró su exposición Hacedores de huellas: una ruptura con su obra anterior. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 21/09/2017 | 05:39 pm
Julio César Chávez es de esas personas que destila fuego por los ojos. De verle se sabe que algo anda tramando. Y uno no se equivoca cuando acierta a pensar así. El joven de 27 años dedica toda su pasión a crear. Puede vérsele cantando en cuanta peña se convoque. Pero todos conocen que es pintor. O artista de la plástica, para no cerrar un círculo creativo que cada día tiende a abrirse más.
«Ahora soy un esclavo del arte porque la mejor manera de poder hacer algo bueno es dedicarte a ello como si lo fueras», comenta cuando se le encuentra en el ajetreo de estos días. Aunque decíamos que su exaltación es casi habitual, recientemente se le notó más cuando este artista de Güira de Melena, Artemisa, mostró su exposición Hacedores de huellas: una ruptura con su obra anterior.
Hacedores de huellas, expuesta en agosto en el habanero Museo de la Orfebrería y presentada en conjunto con la orfebre Odalis Lima, recogía nueve obras en óleo sobre lienzo concebidas en grandes formatos (1.70 × 1.50 metros).
Nueve personalidades de la cultura cubana y universal asaltaban la mirada curiosa del público que comenzó a hallar zapatos por ojos, boca y nariz. «Utilizo el zapato como un símbolo de perseverancia en cada una de las figuras pintadas, de ese modo represento su espíritu de lucha, de creatividad, de caminantes, de seguir siempre adelante», explicó Julio César.
«Son personalidades que han marcado una huella en la cultura universal y cubana. Don Quijote es uno de los personajes que más representa a la exposición porque cada una de las figuras (José Martí, Ernesto Che Guevara, Chaplin, John Lennon, Alicia Alonso, Eusebio Leal...) tiene un poco de Quijote por dentro», explicó Julio.
Como artista que siempre anda buscando, el joven preparó su exposición durante tres años, con el fin de encontrar nuevas expresiones. «Uno nunca está tranquilo, siempre trata de hallar lo nunca antes visto. La creación es sorpresiva. No es más que un experimento constante del artista, una búsqueda incesante.
«Esta nueva obra supone un rompimiento con la academia porque ya los retratos no son en la forma clásica en que se ve la piel, el pelo y se define todo. Hay que poner la imaginación a volar para encontrar los zapatos y al mismo tiempo la imagen.
«Incorporé los zapatos en el rostro dando ideas de los elementos que lo componen: la nariz es una bota, el ojo es un zapato, un labio puede ser una chancleta. Aunque cuido la proporción y el parecido, que es lo más importante de la obra para que siga siendo un retrato», enfatizó.
Este creador, que acumula varias exposiciones en su carrera, comentó que empezó a «embarrar» a los diez años, aunque su descubrimiento definitivo ocurrió cuando terminó los estudios en la Escuela de Instructores de Arte.
Con el tiempo se sucedieron exposiciones colectivas como Manos en punta, en homenaje a los 70 años del debut de Alicia Alonso en Giselle con la obra Un jardín para Giselle. Luego, En el otro lado lo unió a artistas consagrados de la cultura del patio con la pintura Manantial sutil.
Entre las muestras personales está Siempre Imago, presentada en el cine Yara dos años atrás; y, expuesta en la galería Ciudades del Mundo: Y se hizo la luz. En ese entonces, Julio César mostraba un estilo más académico y trabajaba siempre la figura humana, esencialmente en sus períodos de niñez y vejez.
Conocidos son también los retratos que ha realizado a personas insignes de la cultura güireña como Pancho Amat (el tresero mayor), Francisco Rodríguez (historiador) y el ariguanabense Rodolfo Chacón (profesor de canto lírico). Quienes lo conocen, entienden enseguida que esta es una de sus muestras para expresar gratitud a estos magos del hacer diario.
Aun después de Hacedores de huellas, Julio César Chávez no deja de soñar. Tiene ya dos nuevos proyectos entre manos. Con uno pretende formar parte de las becas convocadas por el Centro de las Artes Visuales, y el otro es una nueva exposición que ya idea y debe llamarse Jardines o edenes. Aquí recreará el tema de la ilusión visual, tocando el surrealismo, con la aparición de imágenes de personas formadas por jardines.
Sin embargo, de Julio se puede esperar siempre cualquier cosa si de arte hablamos. Cada día lucha por hacer algo nuevo y mejorar su técnica. Ahora incursiona en la instalación y la escultura, tratando de formar una obra tan versátil como él mismo.
Aunque no se considera artista, sino experimentador, sabe que su obra hace sentir. Mientras tanto, él sigue persiguiendo nuevas formas, imágenes y códigos. Confía y defiende ciegamente que el arte, para ser arte, no puede tener barreras y debe estar regido, como la ciencia, por la necesidad de descubrir. «El arte para mí es infinito», dijo en su eterna exploración.