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A Codanza le queda mucho por hacer

Los recién cumplidos 20 años de esta compañía holguinera están signados por el nombre de una apasionada mujer, Maricel Godoy Rodríguez, su fundadora, quien asegura no haber alcanzado todavía sus más caros sueños en la danza

 

Autor:

Héctor Carballo Hechavarría

HOLGUÍN.— «Extenuante, sumamente agotador. Han sido 20 años de vida en los cuales casi me he olvidado de la mía, para ofrecérselos a la compañía». Fue esta la primera confesión que me hizo la profesora y coreógrafa Maricel Godoy Rodríguez, en medio de unos días de celebración por el importante aniversario y de mucho ajetreo en la cotidianidad de Codanza.

Para quien haya seguido la trayectoria artística de esta agrupación danzaria holguinera, simplemente desde de la cómoda posición de un lunetario, la expresión tal vez resuma fatiga.

Sin embargo, nada más lejos de la personalidad de esta apasionada mujer, de proverbial franqueza, hiperactividad y unos humores que tal vez le hayan impedido en buena medida regodearse en el estrellato. Alguien para quien, como el intento de la perfección es algo posible, en contadas ocasiones puede llegar a saborear el éxito a plenitud o de la misma manera como lo hace su público.

A la Godoy le suena legítimo expresarle que es la madre de Codanza, pero cuando brotó como agrupación, el 25 de septiembre de 1992, reconoce que era tan solo el sueño de un grupo de «chiflados» por el baile, quienes, a golpe de dedicación, lo convirtieron luego en uno de los grandes orgullos de la cultura cubana.

Desde entonces ha llovido mucho, tampoco han faltado sequías, mas hoy, también, es mayor el pretexto para conocer cómo ha podido perdurar el encanto y ese perenne lazo con el público, desde los años fundacionales.

—¿Cuánto ha cambiado Maricel en dos décadas?

—Los primeros años fueron muy bienvenidos, trabajábamos por puro amor al arte. Luego, como directora, la labor se te va haciendo más complicada, porque ya no solo dependen de ti los resultados de una interpretación, de los conocimientos que intentas enseñarle al bailarín. Es un momento en el que solo pones un 50 por ciento de las necesidades, la exigencia obligada hacia lo que se necesita lograr con una buena interpretación del personaje, pero el resto lo pone el bailarín.

—¿Sigue siendo el mismo sello el que distingue a Codanza?

—La experiencia acumulada nos obligó a ser más ambiciosos en la concepción y en la búsqueda de la calidad de las propuestas. Lo indispensable es contar con un bailarín que posea un dominio total del cuerpo, que sepa proyectar sus sentimientos para conmover a la gente, porque, además de bailar, ellos actúan, cantan.

«El virtuosismo es necesario, pero es más importante la credibilidad de la interpretación, el dominio de la técnica. Por eso insisto tanto en que es imposible llegar al corazón del público, si ese mismo bailarín no se cree lo que hace.

«Codanza continúa siendo consecuente con el eslogan de fuerza, vitalidad y destreza. Otro sello que sigue caracterizándonos es el predominio de las creaciones de los coreógrafos de la compañía dentro de nuestro repertorio».

—¿Cómo llegaste a la danza?

—Nací en Guantánamo y allí, en Caimanera, estudié gimnasia rítmica. La profesora norteamericana Elfrida Malher y otros maestros de la Escuela Nacional de Danza viajaron en busca de nuevos talentos y tuve la suerte de que me escogieran.

«No sabía entonces qué cosa era danza contemporánea, ni siquiera por el televisor, porque no teníamos en casa. Pasé otras pruebas e ingresé finalmente en la Escuela Nacional de Arte (ENA).

«Así llegué, pero en el primer mes de clases me enamoré de la especialidad. Creo haber sido una excelente estudiante durante aquellos seis años, cuando no existía nada más importante que mis estudios.

«Tuve una serie de maestros de lujo, entre ellos, a otra profesora norteamericana, Lorna Burdsall; Jesús Valdés, en acrobacia; Teresa González, en folclor; Roberto Chorens, en música, todos me dejaron un legado.

«Después de graduada vine para Holguín y tuve la gran oportunidad de fundar la Escuela de Danza de nivel medio elemental, de nivel medio, y ser la iniciadora de la danza moderna en la ciudad. Todas estas cosas son un gran peso sobre mí ahora».

—¿Ocupa la danza un lugar preferente entre los jóvenes?

—Es esa una las pocas vivencias con las cuales me he  sentido verdaderamente complacida en estos años, porque la juventud es la que prima preferentemente entre nuestro público, y es algo que realmente no me esperaba.

«Cuando surgimos, lo que gozaba de una masiva aceptación era nuestro magnífico Teatro Lírico Rodrigo Prats, el ballet, la música de concierto, y sentí un poco de temor, porque la danza moderna no era un arte tan popular.

«Quizá la respuesta tan positiva se deba a que esta profundiza, también, en las frustraciones, los anhelos, las pasiones y los dolores del ser humano, y su lenguaje es fácil de percibir por los jóvenes.

«Creo que la gente la prefiere porque a todos a veces nos gusta escuchar una música que nos saque un poco del mundo, y, en el caso de la danza, como que te tiene todo el tiempo con los pies levantados del piso».

—Sueños por cumplir...

—Sigo soñando con hacer de Holguín la Ciudad de la Danza, con viajar y conquistar el mundo con Codanza. Pero somos un producto más de nuestro prestigioso sistema de enseñanza, de todas las facilidades o dificultades que tenemos para formar un bailarín. Pero, por igual, lo mucho o lo poco que hemos avanzado no depende solamente de mí.

«Nos gustaría poder tener un mayor intercambio con otras compañías, artistas y coreógrafos del resto del mundo. Que todos nuestros bailarines pudiesen ser de primer nivel, como le es dado a otras compañías del país, aunque no me lamento del excelente talento que existe en Holguín.

—¿Cuáles experiencias e insatisfacciones te ha dejado trabajar siempre con jóvenes?

—Codanza va por su quinta generación de bailarines. Por lo general, ellos no se quedan mucho tiempo en una sola agrupación. Hay quienes llevan 20 conmigo, otros no quisieron estar, y se marcharon en busca de nuevos horizontes.

«Lo único que lamento es que los seres humanos, cuando somos niños, adolescentes o jóvenes, no seamos concientes del tiempo que perdemos cuando no nos dedicamos por entero al estudio de lo que hemos escogido para que se convierta en el centro de nuestras vidas.

«Hay estudiantes con grandes aptitudes, pero entonces derrochan el tiempo. No le dan importancia a asignaturas que lo pueden llegar a transformar mañana en un coreógrafo o en un bailarín excepcional.

«Por inexperiencia, no están totalmente conscientes de eso y son realmente excepcionales quienes desde el principio se dedican en cuerpo y alma a la especialidad, a la profundización, para que cuando se gradúen sean verdaderos artistas y no conjuren con la mediocridad.

«Mi consejo a ellos es que se propongan algo bien grande, de lo cual puedan sentirse satisfechos y útiles al final sus vidas. Pero, si no van a darlo todo, si van a “barquear”, es mejor que no lo emprendan».

—¿Cuál consideras tu mejor creación?

—Todas mis coreografías poseen para mí el valor de haberlas creado, no por azar, sino a partir de vivencias muy persales. Sin embargo, con La fuente del agua Salá, en la cual se narran cuatro historias de amor del siglo XXI, llegué a sentirme realizada.

«Llevaba años queriendo hacer reír al público, pero no lo lograba. Tal vez porque soy una mujer trágica. Todo me lo tomo demasiado en serio y lo que pensaba para alegrar, terminaba haciendo llorar o solo con algunas pinceladas de humor. Yo la prefiero porque es una obra con la cual el público se pasa una hora soltando carcajadas».

—El mayor premio…

—Nuestros bailarines han sido muy reconocidos por sus actuaciones. Poseemos dos Premios Villanueva de la Crítica. Cuatro consecutivos en el concurso nacional Danzan Dos, otros tantos en el Solamente solos, pero el mejor de todos llega cuando el público asiste a las funciones y nos ovaciona.

—¿Cómo ves el futuro?

—Siempre con la mente abierta a la creación. Soy muy sensible a todo lo que me rodea. Como Gardel, yo también digo que 20 años no son nada. A Codanza le queda mucho por hacer todavía.

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