Don Quijote y Sancho Panza. Autor: LAZ Publicado: 21/09/2017 | 05:10 pm
Un amigo me pregunta qué me sucedió con la palabra «cosa». Él leyó hace años una anécdota al respecto, y no recuerda exactamente cómo fue. Pues en una ocasión, bajo mi ventana, una muchacha preguntó a otra: «¿Qué cosa le pasó a tu hijo ayer?, ¿por qué cosa no fue al círculo?». La aludida contestó: «No sé, se levantó con una cosa en el estómago, dicen que es una cosa que anda por ahí». La primera, muy solícita, le dijo: «¡Qué cosa! Bueno, ya tú sabes, cualquier cosa, me avisas».
Cuando conté el hecho en aquella oportunidad agregué que me había acordado de mi amiga Luisa Fariñas. Un día fue a un funeral donde velaban el cadáver de la madre de una compañera. Esta le presentó al padre: «Mira, papá, esta es Luisa, la que trabaja donde yo trabajaba, cuando tú trabajabas en el taller aquel cerca del trabajo de Cuco…». Así siguió hablando de trabajo en trabajo. El pobre viudo extendió la mano; no tenía que decir nada en aquellos momentos, ni siquiera «mucho gusto». Luisa, alargando la suya, respondió: «Mucho trabajo». Al escuchar la conversación de las dos madres, por poco me asomo y les digo: «Buenas cosas», en vez de «Buenos días».
No pude menos que pensar en un libro de redacción cuyo autor criticaba, con mucha razón, el excesivo uso de la palabra «cosa», y lo llamaba «cosismo».
Quitemos ese vocablo de donde no haga falta. Por ejemplo: ¿Qué cosa hay en el mercado?, ¿De qué cosa está hecho ese juguete?, ¿A qué cosa te refieres?, Óyeme una cosa que quiero decirte. Digamos: ¿Qué hay en el mercado?, ¿De qué material está hecho ese juguete?, ¿A qué te refieres?, Óyeme.
No es cuestión de erradicarlo de nuestro vocabulario; lo censurable no es el uso, sino el abuso.