«Las imágenes de Áisar Jalil han abandonado temporalmente la tierra: durante mucho tiempo se movían entre nosotros buscándonos para decirnos algo al oído o abiertamente en medio de paisajes idílicos, ensoñaciones, delirios, que imaginábamos familiares y cercanos tal cual motiva la verdadera creación, donde nadie ni nada es ajeno. Esas imágenes, esos personajes entresacados de la realidad, genios y figuras comunes, simbolizan los pecados capitales, nuestras virtudes y defectos, el vértigo de la vida, los paraísos y los infiernos que habitamos día a día...».
De esa manera describió hace un tiempo la obra rotunda de Áisar Abdalá Jalil Martínez, el destacado crítico Nelson Herrera Ysla; algo que los amantes de la plástica podrán comprobar nuevamente si se llegan, a partir de este viernes 14, a las 5:00 p.m., a la galería Collage Habana (San Rafael No. 103, entre Industria y Consulado, Centro Habana), cuando quede inaugurada su esperada expo Onírica.
«Onírica es una continuación de lo que he hecho en los últimos tiempos, en los que trato ese fenómeno de las mutaciones que sufrimos los seres vivientes, compulsadas, como manifiesta la teoría de Charles Darwin, por las condiciones adversas a las que estamos sometidos. Esa es la tesis que ha estado moviendo mi obra, al principio de una manera casi inconsciente», explica en exclusiva para Juventud Rebelde este graduado con el título de Master of Fine Arts en la Academia de Bellas Artes Repin, de Leningrado (URSS), en 1983.
«La he nombrado Onírica porque las piezas evidencian, a veces, una especie de pesadilla, y otras algo así como un sueño. En algunos momentos hago un close up a esos mutantes en obras de pequeño formato que integran series al estilo de María Ramos (haciendo alusión a la gatica, claro); Chivatas y chivatos, cabras y cabrones, Los verracos..., para mostrar en qué nos hemos transformado (porque hay un sinfín de situaciones terribles que afectan al mundo, desde el daño al medioambiente, las hambrunas, hasta las guerras, las enfermedades...), sino en todas las sociedades.
«Son acercamientos a algunos personajes que en otros cuadros están en sus tribulaciones en diferentes contextos: paisajes, sobre un fondo, como si fuera el cielo, evidenciando sus ansias de vuelo, de encontrar un espacio propicio donde puedan adaptarse, y ver de qué manera “salgo de esto, caigo en algo mejor, sobrevivo”. A través de la gráfica presento los cambios internos, morales, que se dan en el ser humano en esas condiciones, en la cual robar, por ejemplo, toma una concepción diferente a la que nos habían enseñado. Ahora lo llamamos “lucha” para tranquilizarnos la conciencia. Por eso mis personajes aparecen con cuernos, colas de diablos, etc.
«Como se podrá ver en la exposición, he buscado varias maneras para provocar: a veces uso mucho color o solo los grises, otras el dibujo... Son estocadas que doy por diferentes lugares, pero no sé cuál será la más afectiva, teniendo en cuenta que Onírica está dirigida a un público plural. Cuando encuesto a mi familia, mis amigos, a unos les llega por una vía distinta a la que perciben otros. Y eso me parece positivo.
«De cualquier modo, mi obra está basada en el dibujo, estructurada a partir de la línea, aunque utilice disímiles timbres de colores...».
—En tu quehacer se observa un marcado interés en poner al espectador a mirarse a sí mismo, como si estuviera frente a un espejo...
—Es que a mí me interesa que se produzca algo así como una catarsis. Eso, por supuesto, es muy ambicioso, pues la plástica se mueve con un lenguaje visual que se digiere de otra manera. Es muy complejo conseguir que el público llore ante un cuadro. No obstante, me sentiré satisfecho si mis lienzos conducen a la reflexión y hacen pensar al espectador en de qué modo estoy mutando, ¿es que acaso soy uno de ellos?, ¿será bueno esto que me está pasando?, ¿qué debo hacer para no convertirme en una verdadera fiera en mi mutación? No sé si lo conseguiré, pero al menos esa es mi intención.
—Exposiciones tuyas como La tempestad y la calma, que permaneció en la galería Galiano, durante la X Bienal de La Habana, en 2009, demuestran que sí lo logras...
—Bueno, al menos consiguió muy buena aceptación de público y crítica. En La tempestad y la calma también estaba el tema de las mutaciones. Solo que ahora siento que desde el punto de vista conceptual soy un creador mucho más maduro, seguramente porque trabajo con mucha seriedad diariamente. Tanto Onírica como La tempestad y la calma están envueltas en la misma intención, en la misma poética.
«La primera fue realmente interesante, porque tiempos antes de exponer fui a ver una obra del grupo teatral El ciervo encantado. Entonces descubrí que la estética de ese colectivo que dirige Nelda Castillo es muy fuerte, donde la visualidad posee un peso muy grande; había muchos puntos de coincidencia entre mi propuesta y la de ellos, en la cual aparecen personajes creados a partir de mi iconografía.
«La apertura de La tempestad... resultó muy seductora, porque invité a El ciervo encantado a que protagonizara un performance y los actores crearon un ambiente muy sugestivo e impactante. Por supuesto que constituyó un gusto comprobar que uno se está moviendo en una estética de este tiempo, que halla reflejo en otras manifestaciones del arte».
—También tuvo mucha aceptación …Y hasta parece que sueñan, inaugurada en julio del pasado año en el Centro de Arte de Holguín...
—Esa otra expo me causó mucha satisfacción, porque la enfrenté a un público muy interesante, ávido; a un receptor muy inteligente. ...Y hasta parece que sueñan estuvo conformada por 33 cuadros de diferentes formatos, realizados en la técnica de óleo sobre lienzo.
—¿Piensas seguir explotando es-ta línea de trabajo un tiempo más?
—Yo dejo que la obra fluya; vivo en el arte, respiro y como arte, de manera que esas cosas van saliendo solas. En un futuro me gustaría preparar una exposición en el Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea. Ya lo he conversado con el director de esa institución, Alejandro G. Alonso, y le he planteado mi idea de llevar mis mutantes a tercera dimensión, aunque también habrá vasijas, platos..., quiero emplear terracota. Como sabes me formé como escultor, y aunque es algo que hace mucho tiempo no pongo en práctica, supongo que sea como montar bicicleta: si aprendes bien, no te vas a caer (sonríe).
«Tengo otros proyectos en mente, como trasladar este mundo de las mutaciones a la animación, con el apoyo de Anima Holguín, la filial de los Estudios de Animación del ICAIC de esa provincia oriental. También quiero crear una especie de planetarium, donde haya proyecciones, con ambientes muy bien diseñados, música... Mi intención sigue siendo la misma: enseñarle al espectador que todos somos mutantes; esos que están presentados en Onírica de una forma hiperbólica y metafórica».
—Este principio de año resulta muy activo para ti...
—Después de Onírica, participaré en otra exposición en la cual Maikel Herrera ha convocado a algunos artistas y será inaugurada en febrero. Se llama Un minuto de silencio, con obras inspiradas en hechos que hayan sido muy duros de llevar. En mi caso se la dediqué a mi padre y se nombra Alma pater; una obra que siento mucho.