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La fuerza de un estilo

Con el montaje de Casi casa, que recrea fragmentos de las obras El apartamento y Fluke, del destacado coreógrafo sueco Mats Ek, la compañía cubana pone fin a las celebraciones por su aniversario 50 en sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana

Autor:

Mercedes Borges Bartutis

Que la gran Ana Laguna llegara a los escenarios cubanos, de la mano de Mats Ek, fue un lindo sueño realizado en la pasada edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana. Pero que el mismo coreógrafo sueco decidiera volver a Cuba para remontar fragmentos de obras suyas, es un hecho que siempre tendrá un lugar privilegiado en la historia de la danza de esta Isla.

La compañía Danza Contemporánea de Cuba (DCC) está poniendo fin a las celebraciones por su aniversario 50, en este 2009. La sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana es testigo de un hermoso espectáculo: Mats Ek, entre los revolucionarios de la danza en el siglo XX, fusionó para bailarines cubanos fragmentos de sus obras El apartamento y Fluke, bajo el título de Casi casa. El montaje estuvo al cuidado de los asistentes Rafael Sadi, antiguo bailarín del Cullberg Ballet; Mariko Aoyama, quien fuera integrante de importantes compañías de danza y colaboradora cercana de Pina Bausch; y Ana Laguna, esposa del coreógrafo, una de las bailarinas más extraordinarias que ha dado la danza internacional.

El mundo ya no es el mismo, todo está mezclado, nada pertenece a un solo país. Hoy los creadores son más flexibles a juntarse con otras culturas ajenas a las suyas. Es por eso que, en los últimos tiempos, en Cuba se han logrado colaboraciones que antes no hubiéramos ni soñado. Casi casa es un claro ejemplo de generosidad creadora. Mats Ek regaló su obra a DCC y con él, todo su equipo contribuyó para que el público cubano pudiera disfrutar de un gran espectáculo.

Tomado desde un contexto bien diferente al nuestro, Casi casa nos presenta situaciones disímiles, realidades llevadas hasta el límite, donde el humor se acomoda de manera muy especial. El pequeño espacio de un apartamento es una suerte de caleidoscopio social. Los bailarines de DCC se acoplan a la propuesta, el lenguaje coreográfico de Mats Ek se ajusta a la piel de estos jóvenes, como si fuera un traje nuevo que ha sido confeccionado justo para ellos. Y es que a estos bailarines todo le queda bien. Creo que la calidad de los intérpretes cubanos fue la motivación principal para que Mats Ek volviera a La Habana.

Casi casa presenta una coreografía de grupo, pero realzada por los tríos, dúos y solos. Con ella Mats Ek demuestra que es un coreógrafo extremadamente talentoso, pero también de mucho oficio. Las escenas nos regalan hermosas secuencias, enriquecidas por la partitura física conocida y reconocida de este hombre. Desde los primeros minutos de la obra, encontramos el estilo de un creador, su manera de mover los cuerpos, sus gestos, ademanes, su forma inconfundible de desplazar a los bailarines. Están presentes también la fuerza y suavidad de sus movimientos, la ternura de su discurso coreográfico. El lenguaje de un artista.

Allí, en la intimidad del escenario, con solo un butacón, una cocina, una puerta, y amparados por la música tierna del FleshQuartet, los bailarines de DCC defienden la obra de Mats Ek como si la hubieran bailado siempre. Algunos nombres sobresalen. Osnel Delgado, inmenso y profundo, contagia con su virtuosismo; Wuilleys Estacholi es un bailarín descomunal lleno de matices; Yosmell Calderón y Heidy Batista, con su dúo provocan un silencio cómplice pero más fuerte que mil voces juntas; Edson Cabrera, Gabriela Piñero, Alberto González, junto a Jenny Nocedo, en su rol protagónico, confirman que la juventud no está reñida con interpretaciones seguras y convincentes. Al final, el saludo de Mats Ek con su equipo de colaboradores, junto a los bailarines cubanos, dejó un espíritu de bienestar, de esos que pocas veces logramos sentir al terminar una representación en estos tiempos.

El programa de celebración de DCC se completa con Mambo 3XXI, una propuesta de George Céspedes, el coreógrafo residente en activo que tiene la compañía en estos momentos. El título trae elementos similares a los ya vistos en los espectáculos recientes de este creador. Es una obra de gran formato que muestra las potencialidades técnicas de los bailarines de la primera compañía cubana. El mambo es solo un pretexto. Manipulado desde la música y la danza, el mambo es la forma de exponer a los intérpretes y forzarlos en sus posibilidades físicas más extremas.

George Céspedes es un artista que ha tenido el privilegio de contar con un espacio para la creación en DCC. Ha tenido, además, un elenco de bailarines con una formación técnica envidiable, con un amplio vocabulario físico, y dotado de una suerte de magia para el escenario. Pero cuidado, no se debe abusar del virtuosismo de esos cuerpos. Mambo 3XXI está justo en el límite de la repetición de un autor, que a pesar de tener un estilo cautivador, comienza a atropellar su propuesta.

Danza Contemporánea de Cuba llega a sus 50 años. Con ella toda la danza de este país reafirma la calidad y permanencia de un estilo. El movimiento casi perfecto de los bailarines jóvenes sobre el escenario de la sala García Lorca me traían de vuelta las primeras imágenes de nuestra danza moderna: Ramiro Guerra, Lorna Burdsall, Eduardo Rivero, Luz María Collazo, Isidro Rolando, Clara Luz Rodríguez, Santiago Alfonso, entre muchos más, generaron una compañía que ubicó a la danza cubana en un punto cardinal. A todos ellos, a los fundadores, a los que ya no están, a los jóvenes que apuntalan un movimiento, a los intérpretes y coreógrafos que nos permitieron disfrutar de tantas y tantas veladas fabulosas, las felicitaciones y las gracias en nombre de los espectadores cubanos.

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