Unos niños tocan el son cubano y no pierden el ritmo de la clave. Se les escucha el coro: Llegó el Comandante y mandó a parar. Mientras el muchacho del tres da la nota, la percusión lo sigue y así todos se suman. Se nombran Los chicos del son y han venido desde Campechuela a La Habana. Arrasan con los aplausos.
Otro grupo de jóvenes toma como pretexto a Motivos de son, de Nicolás Guillén. Ellos, acostumbrados a actuar en los más improvisados escenarios, amenizan su obra con elementos salidos de los talleres de creación que realizan en Pinar del Río. Se llaman Histrión, y un jueves al mes se convierten en los anfitriones de un espacio en la UNEAC de su ciudad.
Los chicos del son llevan cuatro años dando de qué hablar en Granma. Guiados por los instructores Leosmani Gómez y Sergio Chávez, la mayoría de estos muchachos ha aprendido música en el grupo.
Histrión lo conforman diez brigadistas de las especialidades de música y teatro quienes, además del trabajo en las escuelas, se reúnen desde 2007 para hacer realidad su proyecto.
Ambas pinceladas se aprecian en el Pabellón Cuba, un sitio donde la Brigada de Instructores de Arte José Martí (BJM) exhibe una pequeña parte de lo que en cinco años ha hecho en las comunidades cubanas.
Es que los brigadistas no se alejan de la creación artística y la asumen de conjunto con el perfil docente de su programa. Ha sido así desde el 20 de octubre de 2004 cuando, en Santa Clara, el Comandante en Jefe fundó el movimiento durante la primera graduación de las Escuelas de Instructores de Arte.
«Esta es una fuerza que no tenía precedentes en el país. Aunque se parezca a muchas agrupaciones que han florecido en otros momentos, realmente hay muchos detalles que nos diferencian», dice Lisset Ametller Estévez, presidenta de la BJM.
La dirigente juvenil afirma que la Brigada crece irremediablemente todos los años. Este martes habrá graduaciones en cada provincia. Se arribará a 19 000 integrantes del movimiento, pues 3 000 jóvenes más recibirán el carné que los acredita como tales.
En esta jornada también se distinguirá a los egresados de la primera promoción, a quienes el Buró Nacional de la UJC les reconoce estos años de labor en los centros estudiantiles y en los consejos populares.
«Actualmente cada profesional es dueño de su comunidad. Asumimos con amor nuestra misión cultural en los barrios, y su recreación en el verano», señala Lisset.
Este año la BJM anunció una buena noticia: su hacer impacta a más de dos millones de personas en el país. Lisset Ametller asegura que la cifra puede ser mayor, ya que luego de los eventos meteorológicos del año pasado cambiaron el sistema de trabajo y se agruparon en las guerrillas, una iniciativa que ya es habitual cada mes con visitas planificadas a distintos lugares.
«Con las guerrillas compartimos con la gente y hemos ido a sitios en los que no había instructores de arte. Durante la temporada ciclónica realizamos labores productivas, ayudamos en la recuperación de las comunidades afectadas, y después, venía la presentación cultural, a partir de las costumbres propias del lugar visitado».
Un punto de mira de los brigadistas en este período también ha sido la superación, la cual potencian desde la etapa de formación en las Escuelas de Instructores de Arte, donde se estudian las especialidades de danza, música, artes plásticas y teatro.
¿Piensan incluir en la etapa formativa otras manifestaciones artísticas?, le pregunto a Lisset, al ver que estos profesionales manifiestan interés por el cine, la literatura... «Nos hemos propuesto buscar variantes y con ellas que el instructor pueda abrir su diapasón. Pero no lo hemos hecho por directiva, sino yendo a la preparación del instructor en lo particular.
«En ese proceso estamos, de conjunto con el Centro de Superación para la Cultura y el Consejo Nacional de Casas de Cultura, de manera que el instructor pueda acercarse al perfil al cual es más afín, independientemente de la manifestación que estudió.
«A partir de este año también se irá implementando un grupo de propuestas expuestas por los brigadistas en nuestros festivales y los talleres de experiencias».
Igualmente, ha incidido en la preparación de estos profesionales el significativo aporte de más de 4 000 egresados de la Licenciatura en Instructor de Arte y de un pequeño número de graduados de otras especialidades en el campo de las humanidades. A ellos se sumará una amplia cifra que culmina su carrera en 2009.
Ametller expresa que los ha ayudado el diálogo generado tanto en el Congreso como en los consejos ampliados de la UNEAC, sobre la manera en que la vanguardia artística puede incidir en la formación del instructor de arte.
«Hemos avanzado mucho en ese sentido. Ellos han estado en constante cercanía, porque no pretendemos convertir a la UNEAC y a la AHS en una academia. No es repetir la escuela, es simplemente que el instructor pueda tener un espacio al lado del artista para profundizar en sus conocimientos».
Pero arribar al 20 de Octubre siempre es un reto. Amén de que la labor de estos jóvenes irradia en todos los grupos etarios y en los distintos niveles de enseñanza; y muchos de ellos, además de atender la escuela, llegan a los centros penitenciarios para insertar a los reclusos en la comunidad.
Son incontables los desafíos que se trazan. El principal de todos es «seguir siendo un ejército de vanguardia como lo soñó Fidel, para promover el arte en la comunidad. También que la escuela se convierta en el primer centro cultural de nuestros barrios».
¿Cómo piensan seguir llevando esa medicina mágica a la gente?, es siempre la gran interrogante. La respuesta está en los brigadistas mismos. Radica, como señala Lisset, en «ser el instructor de la gente y que sepa que estamos ahí.
«Por esa cercanía con el pueblo debemos proponernos ser mejores, debemos ser intelectuales de la enseñanza de las artes». Y lo van logrando. Los chicos del son e Histrión son una muestra de que están en el camino.