Confiesa la primera bailarina española del Royal Ballet inglés en entrevista exclusiva a JR
Ya no asombra ver encabezando a bailarines españoles los carteles de las más grandes compañías del mundo. Ahora mismo los cubanos hemos tenido la envidiable oportunidad de aplaudir con admiración lo mismo a la fabulosa Zenaida Yanowshy como la Natalia Petrovna de Un mes en el campo; a Tamara Rojo enloqueciendo el auditorio con sus interminables piruetas en los pas de deux de Don Quijote y El Corsario; que a Laura Morera —impresionante en la impresionante Chroma, de McGregor— y su coterráneo José Martín ofreciendo una clase de estilo en el ingenioso paso a dos de Voices of Spring.
Primeras bailarinas todas ellas del Royal Ballet, sin dudas entre los colectivos danzarios más ilustres de todos los tiempos, uno se pregunta cómo es posible que la Península Ibérica produzca tantos bailarines de altísimo nivel técnico e interpretativo, y aún no logre mostrar una compañía de ballet clásico de renombre. Una de las posibles respuestas a esta interrogante se la ofrece en exclusiva a Juventud Rebelde la Morera.
;Es evidente que en España el dinero va a otros sitios, antes de utilizarlo en fomentar el ballet clásico. Posiblemente los escasos recursos que se destinan a la danza se sitúen en el baile flamenco, que tiene que ver más con nuestras raíces. De cualquier manera, es una pena. Muchas veces me preguntan si volvería a mi país, y digo, sinceramente, que me encanta bailar en mi tierra como artista invitada, pero creo que ya no me integraría a ninguna compañía, a no ser que cambiaran mucho las cosas, y me parece poco probable».
Laura Morera y José Martín en Voices of Spring. Foto: Roberto SuárezComo muchas otras bailarinas, Laura Morera se inició en este mundo desde muy pequeña, porque «quería estar con mis amigas. Pero cuando me puse las zapatillas y me vi frente al espejo, descubrí que era eso justamente lo que quería hacer en mi vida. En lo adelante jamás tuve dudas en ese sentido».
—A los 11 años entraste en la escuela del Royal Ballet. ¿A qué maestros le debes más tu formación?
—Ya llevo en Londres 20 años, por lo cual me siento muy británica a la hora de bailar. Como expresaste, desde los 11 años intenté adueñarme del estilo de Frederick Ashton y de Kenneth MacMillan, y la verdad es que me enorgullezco cuando la gente asegura que mi baile es muy inglés.
«Al mismo tiempo no puedo negar que no poco en mi modo de danzar se lo debo a mis profesoras españolas África Guzmán y María José, quienes me prepararon con rigor hasta la edad en que partí hacia Londres. Ellas me dieron una base muy fuerte sin la cual no me hubiese podido enfrentar al Royal».
—¿Estar dentro de la escuela del Royal significa que luego integrarás la compañía?
—En lo absoluto. En primer lugar, al finalizar cada curso y realizar los exámenes, te pueden echar si no cumples con las exigencias de la escuela. Y luego, cuando llegas al nivel superior, a los 16 años, también te pueden vetar por las mismas razones. Para que tengas una idea: cuando me tocó a mí audicionar, éramos 16 en mi grupo, y solo aceptaron a dos. O sea, que nada es seguro. Además de probado talento también necesitas un poco de suerte.
—¿Encontraste muchos obstáculos en tu camino para llegar a convertirte en primera bailarina?
—No resultó nada fácil. Estuve tres años de cuerpo de baile, uno como primera artista; creo que uno o dos como solista, cuatro como primera solista..., hasta que, hace dos años, me nombraron primera bailarina. Es decir, que mi carrera se ha ido conformando poco a poco, de manera que cuando finalmente protagonicé Manon, de Kenneth MacMillan, por ejemplo, ya había asumido todos los papeles de esa grandiosa coreografía. Y esa es una manera magnífica de aprender.
«Es cierto que a veces vives momentos muy complejos, pero, sin dudas, esa experiencia me ha hecho la bailarina que soy hoy. Por eso siempre les digo a las chicas que están empezando, que si bien esta es una carrera que exige mucho sacrificio, muy dura, también si la amas, vale la pena el esfuerzo».
—¿Pasarte «tanto» tiempo «detenida» en una misma categoría no fue demasiado fuerte para ti?
—Siempre tuve muy clara mi meta, lo que ocurre es que a veces me cuestionaba si no debía buscarla en otro sitio, donde todo ocurriese más rápido. Sin embargo, el Royal Ballet siempre ha sido mi gran pasión: por su historia, su manera de bailar... Cuando lo pensaba más detenidamente concluía que, si deseaba pertenecer a esa compañía, no tenía otro camino que esforzarme al máximo, y esperar a que la suerte estuviese conmigo, para entonces tener la oportunidad de entregar todo el arte que está en mí.
—¿Cuáles son los roles con los que te sientes más identificada?
—El Royal te ofrece la oportunidad de interpretar con frecuencia a MacMillan. Este año, por ejemplo, debuté en Manon, un acontecimiento que me llenó de alegría. Ese es el tipo de roles que me atraen: cualquiera que me permita invitar al público a acompañarme en un viaje fabuloso. Eso sucede igualmente con Onegin, Mayerling o con Voices of Spring, de Ashton, una pieza que exige un estilo muy determinado que no posee mucha gente. Esos son los papeles que me fascinan.
—Aquí bailaste Voices of Spring junto a José Martín, magnífico bailarín que, sin embargo, no posee tu misma categoría...
—Así es, pero eso no me preocupa en lo absoluto. A mí lo que me importa es que sea un buen artista. Existen no pocas personas con las que me encanta bailar, como él o como otro español llamado Ricardo Cervera. Ellos muestran el mismo nivel interpretativo que yo, solo que, en mi caso, he tenido la suerte de interpretar más papeles de principal. Para mí lo esencial es el talento. José Martín, por ejemplo, es un bailarín con mucha experiencia, con el cual me siento completamente tranquila en el escenario; alguien que siempre estará ahí, y eso me posibilita actuar libremente, sin preocuparme de que me va a dejar «ir».
—Este ha sido tu primer contacto con el público cubano. ¿Cómo te fue?
—Había escuchado que el cubano es de los públicos más entendidos y amables del mundo, y lo he podido comprobar por estos días. Me hicieron sentir maravillosamente bien, me dieron la impresión de que estaban completamente metidos en mi actuación y creo que lo disfrutaron tanto como yo disfruté bailar para ellos. Ha sido un gran placer poder estar aquí. Ahora solo espero que nos inviten otra vez.
—Ya eres primera bailarina. Entonces, ¿cuál es tu próxima meta?
—Después que eres primera bailarina de una compañía en la que quieres estar, la meta es personal. Ahora solo pienso en que cada vez que salga al escenario alcanzar el más alto nivel. Si no lo consigo, entonces no será un buen día. Ahora mi meta es superarme en cada presentación a mí misma, e intentar conseguir los papeles que quiero para que el público pueda apreciar lo mejor de mí.
—Es evidente que en el Royal no ocurre igual que en otras compañías, donde para llegar a primer bailarín, además del probado talento, debes haber pasado por casi todos los roles...
—En el Royal los roles se otorgan según como el director artístico te vea. Eso significa que los asumes a partir de lo que se considere que a ti te va mejor: si los papeles creados por MacMillan o los principales de El lago de los cisnes o La bella durmiente, por ejemplo. De cualquier manera, el público inglés sabe que tú eres una primera bailarina y te reconoce como tal, independientemente de la cantidad de ballets que hayas interpretado en tu carrera.
—¿Has pensado alguna vez dedicarte a la enseñanza?
—Bueno, mi esposo, quien fue primer solista del Royal, imparte cursillos de ballet por sitios diferentes, enseñando el estilo de la compañía. En mis veranos, me sumo a él para ayudarle y siento placer en hacerlo, en enseñar lo mucho que he aprendido todo este tiempo.
—Cuando bailas pareces una persona muy feliz...
—Y lo soy en la vida y en el escenario. Mi sonrisa nace del alma, de adentro.