No debemos dejar a un lado la originalidad, la creatividad, que es lo que realmente la gente percibe, afirma el prolífico músico cubano
Verlo tocar es saborear el ímpetu que se le desborda, constatar la cubanía de sus raíces y, sobre todo, percibir que él ha sido un artista capaz de asumir sin límites la riqueza y el empeño de crear. Roberto Fonseca se alza para conquistar la música con su manera de hacer, con su talento, por ello es uno de los más reconocidos intérpretes de nuestro país.
Cuatro discos cuenta ya este prolífico músico junto a su grupo Temperamento: Zamazú, Tiene que ver, Elengó y Temperamento, mientras alista una nueva producción. El jazz es su obstinación constante, y su público tiene esa certeza: vive en cada concierto, con los cuales abarrota los teatros hasta la saciedad. Pero también es un magnífico conversador.
—¿Cuáles crees que sean tus principales influencias?
—La mayor y primera que he tenido es mi familia, la que más ha incidido en mi música, en mi vida, y trato de demostrarlo y agradecerlo. A ellos les debo lo que soy y de ellos parten todas las otras influencias: la música clásica (además de la escuela), los boleros, el jazz y otros géneros por los que después me he interesado.
«También agradezco a las escuelas de arte donde me gradué, porque ellas son un importante espacio para conocer sobre música clásica. Esa enseñanza aporta la base precisa en cuanto a técnica y expresividad. Pienso que de ahí viene todo mi amor por la expresión y la pasión por la música».
—¿Cuánto significó tu vínculo con el Buena Vista Social Club y con artistas como Omara Portuondo?
—Muchísimo, porque, para mí, era la verdadera escuela de música tradicional cubana. Poder tocar, compartir escenario con Omara Portuondo, Rubén González, Cachaíto López, Ibrahim Ferrer y Guajiro Mirabal, fue aprender constantemente; lo que sí no me dijeron nunca fue que me olvidara de dónde yo venía. Todo lo que viví allí fue muy enriquecedor y siempre lo agradezco, sobre todo a Ibrahim pues fue quien más me impulsó y luego confió en mí para que fuera director musical y productor de su último disco.
—De esa relación nació tu producción Zamazú...
—Así es. Zamazú es resultado de todas las experiencias que viví con el Buena Vista hasta que terminé de colaborar con esta gran agrupación. Sé que a partir de ahí mi visión de la música cambió, inclusive la manera de interpretarla. Zamazú es, en buena medida, mi vida.
«El nombre es una palabra que inventó mi sobrina cuando pretendía hablar en otro idioma, no sé cuál. Y como queríamos que la música fuera universal, o sea, que todo el mundo la entendiera, nos pareció adecuado como nombre, porque en cualquier idioma suena bien.
«Conté con grandes invitados. Primero no debo obviar a los músicos que tocan conmigo, que son muy importantes para mí porque con ellos trabajo constantemente. También están mi mamá, quien abre el disco; y Carlinhos Brown, de Brasil; Vicente Amigo, de España, Cachaíto López, Omara, incluso Ibrahim Ferrer».
—En esta producción integras influencias afrocubanas, el jazz, la música clásica y la tradicional cubana, ¿por qué?, ¿con qué objetivo?
—Esa es mi cultura, ese soy yo. No voy tras ningún objetivo, son mis raíces. Yo no me he desarrollado solamente como músico de latin-jazz, bolero o son montuno, sino que he crecido en un ambiente marcado por diferentes estilos musicales.
—Háblanos de tu grupo. ¿Qué significa para ti Temperamento?
—Hablar de mi sonoridad. Es el grupo que me ha visto crecer y que me ha ayudado a estar donde estoy hoy. Estos músicos son realmente los mejores con los que he tocado como grupo, tenemos una gran comunicación y eso se percibe en el escenario: que no es un trabajo individual, sino que somos un verdadero grupo.
—¿Qué implica dirigir un grupo integrado por un músico tan valioso como Javier Zalba?
—Cuando hay buena comunicación entre los músicos, cuando sobre todo hay respeto, lo demás fluye. Y cuando el primer objetivo es la música y hay buena conexión, hablamos el mismo lenguaje musical; ya lo demás no importa mucho. En este caso dirijo Temperamento porque soy autor de la mayoría de los temas, y porque el resto de los integrantes confió en mí.
—¿Cuáles son tus motivaciones para crear?
—Me inspira todo, porque en la música trato de contar las historias que he vivido o lo que me han contado. Las cosas bonitas y las que no lo son tanto, trato de transmitirlas en mi obra.
«Mi objetivo principal es que todo el mundo entienda mi música. Soy músico pero no me gustaría crear solamente para músicos. Quiero que todos hagan suya mi obra, pero no por una cuestión comercial. Deseo hablarles a todos sin importar las diferencias, que todos escuchen».
—Quienes seguimos tus conciertos sabemos que tienes una forma abierta, intensa, de interpretar la música, ¿hasta qué punto esto es intencional o nace naturalmente de ti?
—No quiero atrapar al público. Es cierto que quienes han asistido a los conciertos y nos han visto quedan enganchados, pero no es intencional. De hecho, puede ser que me vean mal, como un loco, por la cantidad de muecas que hago. Pienso que si uno intenta atrapar al público lo que hace es evitar las muecas, pero eso a mí no me preocupa.
—Algunos críticos te han denominado «el talento más importante de tu generación». ¿Qué consideras tú al respecto?
—Lo agradezco mucho, pero el mundo de la crítica es muy abierto, yo no me considero como «el más grande talento que hay hoy en día», sino como una persona que sabe lo que quiere y lo hace diferente a los demás. Eso sí.
—Si habláramos de lo contextual, ¿qué crees del facilismo en la composición que se vive en la música contemporánea?
—Pienso que así se pierde mucho en cuanto a creación y originalidad. Hay quien lo hace porque su motivación es ganar público, dinero, posición, pero, aunque es innegable que estos elementos también son importantes, no debemos dejar a un lado la originalidad, la creatividad, que es lo que realmente la gente percibe y valora al final.
—¿Cómo ves el trabajo de tu generación en cuanto a la música actual, y al jazz específicamente?
—Hay quienes están haciendo cosas muy interesantes y quienes desgraciadamente no: se han quedado estancados en el tiempo. El jazz evoluciona, es lo bueno que tiene, pero infelizmente algunos lo han olvidado.
—¿Cuál sería tu consejo para estos artistas?
—Que abran un poco la mente y que vean lo que está pasando a su alrededor. O sea, intentar no hacer lo que otras personas han hecho ya, lo cual no quiere decir que digas que no puedas acercarte a ello y reconocer sus valores. No creo que lo más aconsejable sea defender excesivamente lo nuestro y, por tanto, no apreciar lo que otros están defendiendo bien. Pienso que el mérito está en reconocer lo que nos rodea y saberlo valorar.