Los años pasan volando, pasa la adolescencia y con ella un difícil pero entrañable período: el de estudiante. Son pocos los que abandonan definitivamente las aulas sin llevarse al menos un dato que le servirá más tarde para entender mejor la vida, para sobrellevarla con buen ánimo. Algunos, odian las matemáticas; otros, temen al implacable dictado de español. Pero siempre hay materias que prenden el gusto y luego se recuerdan con nostalgia. Para quienes sintieron y sienten agrado por la literatura, especialmente por la poesía; para aquellos que una vez pasaron de un poema por considerarlo incomprensible, aparece en la Feria un sencillo y encantador texto que les devolverá, cuando menos, esa tranquilidad de espíritu que trae haber saldado una cuenta consigo mismo. Se trata de El cuervo dijo nunca más, del escritor italiano Carlo Frabetti.
Para la Editorial Gente Nueva, una casa con larga experiencia en literatura para niños y jóvenes, y que este año ha aportado un considerable número de títulos imprescindibles, este libro constituye un nuevo trabajo con el autor. Anteriormente había editado —y ahora vuelve a hacerlo— su popular relato Malditas matemáticas, un fascinante y divertido recorrido, de mano de la ficción, por el complejo y muchas veces apabullante universo de los números. Matemático de alto nivel, Frabetti también conoce los meandros de la narración y es un entretenedor nato. Sabe dirigirse con sutileza al público infantil y juvenil mediante historias agradables, ingeniosas y bien contadas. Pero, además, es un agudo lector de poesías.
El cuervo dijo nunca más es un buen ejemplo. A través de esta pequeña novela, vivimos el despertar amoroso de Claudia, una muchacha que se acerca a sus 20 y conoce, mediante un mensajero secreto que le envía fragmentos de poemas, a su posible príncipe azul. Debe estar preparado Frabetti para seguros reproches por parte de algunos de sus lectores; ciertamente las páginas se devoran en un dos por tres y dejan con ganas. Tal vez él mismo fue fiel al consejo de Quevedo, citado además en uno de los pasajes, de que «lo bueno, si breve, dos veces bueno», pero la sensación de vacío persiste.
Urdida con un estilo diáfano, directo y desprejuiciado, la novela motiva un acercamiento a la poesía sin intervenciones teóricas pedantes; por el contrario, valiéndose del humor y del diálogo fluido, un método que falla poco, propone evaluaciones de la naturaleza humana, tales como el anhelo vano y las apariencias engañosas. Los muchachos que ahora mismo estudian a Rubén Darío, por ejemplo, encontrarán en ella rápidos análisis de su imperecedero verbo, a la vez que partidarios de Góngora y del ya mencionado Quevedo verán noblemente resumida la contienda entre ambos desde nociones estéticas tan opuestas como culteranismo y conceptismo.
No obstante lo anterior, es justo destacar que El cuervo dijo nunca más no es una de las mejores entregas de Frabetti. Algunos cabos sueltos en la trama —como la aparición del personaje de Elisa, que no basta como contrafigura para desmoronar los prejuicios hacia la mojigatería— y un apresurado cierre impiden considerarla una obra bien acabada. Sin embargo, lo interesante resulta cuando cualquiera puede acceder a ella, sin límites de edad, y salir satisfecho con algunas consideraciones de gran estima.
Repito lo del inicio: los años pasan volando, pero nunca es tarde para saldar viejas cuentas con el intelecto. Tal vez la historia de Claudia y el enigmático profesor ayuden a más de uno en la comprensión de la poesía, o a parte de ella. Y eso, se sabe, no tiene precio.