Foto: Jape Cada fin de semana del mes de septiembre, el teatro Karl Marx, el mayor del país, ha visto llenas sus 5 000 capacidades ante la presencia de uno de los equipos humorísticos de mayor preferencia entre los cubanos. El proyecto ¿Jura decir la verdad?, que acumula cuatro años en la pequeña pantalla, una vez más ha presentado a su público una fina muestra de ironía...
Ulises Toirac, actor y director de este grupo, confiesa que «aunque nunca le pasó por la mente ser humorista, y mucho menos galán de telenovela —no podía faltar su dosis de sarcasmo— siempre supo que su destino estaría ligado a hacerle pasar buenos momentos a la gente encima de un escenario». Y como él mismo afirma, cualquier sueño que haya tenido en su infancia sobre lo que sería cuando fuera grande, lo ha cumplido con creces. «A mí la vida me ha llevado súper bien. Yo soy de esos tipos que van por el mundo como en un cuento de hadas».
Así lo demostraría desde su etapa universitaria cuando se vinculó al movimiento de jóvenes aficionados, pasando por el grupo Onondivepa y llegando a personajes como Matute y Yudmila en el muy recordado Sabadazo de inicios de la década de 1990. Posteriormente, en 1999 su carrera dentro del humor cubano ampliaría su espectro cuando dirigió su primer programa humorístico televisivo, ¿Y tú de qué te ríes? Actualmente, su quehacer artístico alcanza el clímax con la dirección de ¿Jura decir la verdad? y la actuación del pícaro Chivichana.
Sobre la acogida exitosa que ha recibido la presentación teatral, Ulises nos comenta que era de esperar, debido al crédito que se ha ganado ¿Jura...? en la teleaudiencia. «Sabíamos que la gente estaba esperando otra propuesta como la que hicimos hace poco más de un año. En la calle siempre nos preguntaban por eso.
«El público siempre está predispuesta favorablemente cuando subimos al escenario. Nuestra experiencia en teatro puede solventar cualquier tipo de problema que surja en el escenario y en el montaje. Para nosotros, la puesta en escena es una parte importante, porque ahí se terminan de pulir detalles que no nos quedan claros en los ensayos. Lo interesante es que la respuesta del público completa el montaje con sus opiniones. Eso siempre nos ha sucedido en las dos etapas».
—¿Cuál fue el origen de esta nueva propuesta?
—Este es un espectáculo donde tocamos el tema de la doble moral, que se puede expresar en varios aspectos de la vida de las personas. Escogemos la falsa religiosidad como símbolo en el show, y a partir de ahí desarrollamos una idea humorística que atraviesa por varios aspectos en los que se puede ver la doble moral.
—¿Cuánto ha madurado el ¿Jura...? de la primera etapa hasta la segunda, e incluso hasta esta nueva propuesta teatral?
—¿Jura...? es una suma de muchos talentos. Ha logrado como muy pocos proyectos, según mi conocimiento, aunar en un mismo núcleo a varias personalidades importantes para el humor cubano, y que con su experiencia le dan una madurez adicional. Está Geonel Martín, Zajaris Fernández, Ángel Ramis Alexéis Rivera, Hilario Peña, Baudilio Espinosa, Carlos Vázquez. En este corto período podemos decir que somos un grupo que trabaja con bastante efectividad el humorismo en la televisión, que es algo muy difícil en nuestro país.
«Creo que no todos los proyectos televisivos de humor han dado con una fórmula que les garantice una calidad estable a través del tiempo. Aunque pueda parecer autosuficiente, pero es la verdad, la gente que compone el equipo de ¿Jura...? sabe de antemano, con un mínimo margen de error, lo que va a suceder en el set televisivo, en el escenario del teatro o en el del cabaret, porque tenemos mucha experiencia de trabajo en esos tres medios».
—¿Cuáles son los secretos que tiene el equipo, que le garantizan siempre una entrega tan exitosa?
—Participación. Desde el punto de vista de la dirección, yo le doy mucha participación a todo el mundo. Lo único que hago es decidir qué se hace al final, después que han mediado muchas discusiones en las que cada integrante del equipo pone sus criterios sobre el tapete. No importa la experiencia que se tenga en el humor, sino los criterios que cada cual desea expresar. El resultado de esta discusión conjunta ha sido el encuentro de soluciones cada vez más rápidas y efectivas. ¿Jura...? no es resultado de un deseo, sino de todos los deseos.
—¿En alguna medida el hecho de que ¿Jura...? se nutra de las situaciones cotidianas le garantiza esa conexión con el público?
—Pienso que si hay algo que caracteriza a ¿Jura...? no es precisamente que convirtamos las situaciones cotidianas en el eje de la presentación, como sí sucede evidentemente con Mentepollo, sino que nos valemos del artificio humorístico que reside en llevar esas situaciones al escenario, las cuales forman parte de una leyenda, de un tema. Primero existe esa leyenda y después las situaciones cotidianas se van adhiriendo a ese camino.
«Lo que sube al público al carrusel es el aire desenfadado. De eso me doy cuenta perfectamente porque la gente tiene la impresión de conocernos, y eso es gracias a la frescura de imagen y la “ligereza” con la que trabajamos. Por ejemplo, “Lo que usted no vio” refleja a la persona tal y como es. Por eso muchas veces al público se le confunden los personajes con los actores».
—¿Atenta la improvisación contra la calidad de un guión humorístico y sus objetivos?
—Todos los excesos son graves. Lo que hay que alcanzar es un equilibrio, el cual, para nosotros, está en lograr un programa que tenga una dramaturgia donde el aire festinado y ligero esté presente en todo momento. Nosotros a veces tenemos ratos de improvisación improvisada en el escenario cuando estamos grabando, pero la mayoría de las veces eso está calculado, y ensayado.
«El problema del espacio está en lograr que, aunque esté ensayado, se vea como si fuera improvisado. El exceso de improvisación mata el humorismo de la misma manera que lo hace el exceso de camisa de fuerza. Un programa donde el humorista solo siga el curso del guión está perdido —salvo en muy raros casos que lo hacen con mucha maestría. Hay que lograr que el programa sea simpático, alegre, pero sin violar las estructuras dramáticas concebidas, ni se pierdan los personajes, lo cual ocurría con mucha frecuencia en Sabadazo».
—¿Ha sentido alguna vez que la diversidad de guionistas y escritores de ¿Jura...? impide la unicidad de un objetivo?
—Ensayamos cada guión entre ocho y diez veces, no es como otros espacios televisivos donde con dos ensayos se va al set. Cuando ensayas los guiones tantas veces con un mismo colectivo, no importa de dónde vengan. Al final es muy difícil discernir si es redactado por una persona u otra, porque el mismo equipo los ensaya todos. Sobresale una misma idea.
—¿Jura...? tiene su base en La Tremenda Corte, que tuvo su debut en la radio. ¿Llegará algún día el programa a este medio?
—Realizarlo en la radio daría muchas posibilidades a varios guiones que no podemos materializar en la televisión porque el problema material lo impide. Es un medio muy atrayente —yo mismo nací profesionalmente allí—. Pero de cualquier manera, esta fue para La Tremenda Corte lo que es hoy la televisión para ¿Jura...?, porque en aquella época la radio era lo que más se seguía y oía, y en la actualidad lo que más se ve y se sigue es la televisión».
—Se tiende a decir que los años 60 y 70 fueron testigos de una depresión del humor televisivo en Cuba...
—El humorismo es de todas las artes la que con mayor urgencia e inmediatez refleja a la sociedad, porque sale de los contenes de los barrios, de las salas de las casas. A veces eso me sorprende mucho. No es como la literatura que tarda en encontrar una expresión válida para su época, o como la música que necesita un proceso para encontrar la rítmica o la poesía que lleva.
«A finales de lo años 70 y principios de los 80 se gestaron en Cuba muchos fenómenos socio-económicos que desencadenarían, posteriormente, un boom de todas las artes. Esa es la época en que surge Virulo (Alejandro García), quien se hizo famoso con Génesis, obra con un marcado interés intelectual. Por ese tiempo, la gente iba a ver teatro, gustaba de la música de cámara, disfrutaba muchísimo con cosas elevadas, porque la sociedad cubana tenía una especie de bonanza económica.
«A finales de los 80 surgió, asimismo, una serie de humoristas (Seña del Humor, grupo Monigote, Onondivepa, Churrisco y otros importantes de ese período) que fueron el resultado, por un lado, de la labor de Virulo, y por otro, de visitas como Les Luthiers y de la graduación de muchos universitarios, en medio de un contexto económico a punto de colapsar con la caída del Muro de Berlín. Justo cuando nos encontramos en ese minuto, el humorismo se llenó de figuras que empezaron a cuestionarse una serie de fenómenos sociales armados de la intelectualidad que habían obtenido en sus estudios universitarios.
«En la medida en que la crisis económica se profundiza, el cubano empieza a alejarse de esa elevada vida cultural, y se recoge en sus necesidades materiales más inmediatas. Entonces, el humorismo se volvió más banal, materialista, falto de vuelo, poco ingenioso hasta que llegó el principio de los 90 y apareció Sabadazo, al que muchos culparon del cambio del humor en el país. Y yo digo que este programa ejemplificó ese cambio, porque unió el final de los 80 con el de los 90, cuando se evidenció el humor más pedestre que ha tenido el país y que ha llegado hasta inicios de este siglo, en el que quienes lo protagonizan no son los universitarios, sino gente que de pronto asalta los escenarios y se ponen a hacer cuentos, llevados, además, no por una necesidad espiritual, sino por una necesidad material y ven el arte de hacer humor como una forma fácil de ganar dinero. Por eso se ha llegado al absurdo de pensar que es más ganancioso hacer cabaret que teatro o televisión».
—¿Y qué le falta al movimiento humorístico cubano actual para lograr una propuesta conceptual y estilística superior?
—Un momento económico más solvente, que además de mejorar la vida del cubano, propiciaría un humor mucho más interesante, sobre todo porque los humoristas de estos momentos —quedan muchos de los que empezaron en los 80— haríamos un humor con las apetencias intelectuales de antes, pero con la experiencia materialista de estas dos décadas. Eso sería tan fenomenal que no pudiera creer lo que sucedería con el humor cubano en esos tiempos.
—¿Hasta cuándo el proyecto piensa estar vivo?
—Hasta que quiera la gente. Eso lo decide el público.