Quizá porque la dinámica de estos tiempos, que es muy sintetizada, los jóvenes no se conectan con la trova, género que a veces consideran poco divertido. Foto: Franklin Reyes Es jueves en el Centro Cultural El Mejunje, de Santa Clara. No importa que esté lloviendo, ni que truene o relampaguee. Es la cita de los trovadictos y nada ni nadie podrá impedir que el céntrico espacio de la ciudad villaclareña se llene a punto de estallar. Esa noche la guitarra es reina. Ella invitará a cantar, aplaudir y hasta bailar. La diversión está servida, y a los «comensales» se les hace la boca agua.
Lo que hace casi una década era impensable, hoy causa asombro, cuando decenas de jóvenes de estos tiempos, vestidos con sus pitusas a la cadera, sus trajes de camuflajes y sus piercings, atraviesan el parque Vidal camino hacia Tristá y Alemán. Aquí el hábito sí hizo al monje, y este género ni por asomo es visto como «alternativo» o urderground, como no pocos lo consideran. La explicación al amplio apoyo juvenil a la trova en esa provincia del centro del país la ofrece Roly Berrío, uno de los protagonistas de la afamada peña.
«Comenzamos en el sito más polémico de Cuba, con solo dos personas, y cuatro o cinco trovadores. Al principio nos cantábamos unos a los otros, pero la peña fue creciendo, ahora van 500 personas que conocen nuestros temas y los corean. Hubiéramos podido desistir, sin embargo, siempre estuvo en nosotros el empeño de resistir, resistir y resistir.
«La trova siempre fue una manifestación del pueblo, pero cuando surgió la Nueva Trova las instituciones se dieron a la tarea de unir a los creadores de las montañas y las ciudades en un solo proyecto, que cuidaron. Y eso les valió el respeto y condujo a que, muchos años después, se convirtiera en un fenómeno de masas. Silvio y Pablo llenaban estadios a mediados de los 80, formaban parte de la conciencia colectiva», comenta el ex integrante del sonadísimo trío En Serie.
«Aquí somos muchos, y nos acompañan amigos de otros lugares, con el apoyo de la AHS, o sencillamente se aparecen y se quedan en nuestras casas. Lo mismo que existió con el Movimiento y antes con la trova tradicional. Si seguimos así, a lo mejor logramos ser un fenómeno de masas también, como ahora lo son los Habana Abierta y los David Torrens, pero se necesita tiempo. Hay que ofrecer una propuesta novedosa, ser la voz de la gente. Lo importante es que no nos detengamos, si no somos nosotros, serán otros».
Quizá lo que sucede en Villa Clara sea una excepción. Roly está convencido de que detrás del «desinterés» de los jóvenes por la trova están factores sociopolíticos y económicos. «En la sociedad cubana se produjo un cambio brusco a partir de 1987 y la gente empezó a buscar otras motivaciones, se fue perdiendo la curiosidad, quedó menos tiempo para el ocio y para la contemplación de una obra de arte, se abandonaron los espacios, se asumieron criterios de recreación demasiado fáciles para un pueblo que lo tenía casi todo muy elevado... Si un niño en segundo grado ya estudiaba poemas colosales, debíamos haber apostado más por la cultura.
«Por suerte, se dieron cuenta a tiempo y se están desarrollando todos esos programas, creando nuevas escuelas de arte. Mas el resultado no será inmediato, habrá que esperar diez o 20 años para recoger los frutos».
UNA ASOCIACIÓN QUE SOCORREEl primer gran escopetazo de asombro que sintió JR en Granma sobrevino al escuchar a Dayron Fonseca Escobar, presidente de la Asociación Hermanos Saíz en la provincia. En este territorio, cuna de Pimpo La O, Carlos Puebla y Pablo Milanés, solo existen dos trovadores hasta 35 años afiliados a la AHS.
«Tenemos uno en Bayamo, Ormán Cala, y el otro en Manzanillo, nombrado Waldemar Guerra. Hay muchachos que dan sus descargas en el parque o en otros sitios con sus guitarras, pero cantan cualquier canción, hasta de Rudi la Escala y entonces no son verdaderos trovadores. Y hay otros de mayor edad, que ya no tienen los requisitos para afiliarse a la Asociación. De todos modos, nosotros tenemos las puertas abiertas...».
Para él, la trova en todo el Oriente ha disminuido mucho; «hay que rescatarla y buscar experiencias como las de Santa Clara, que se ha convertido en un sitio de prueba para los trovadores».
Dayron agrega que los espacios para las presentaciones de estos músicos son muy reducidos pues no basta con las sedes de la AHS y las casas de cultura. Algo que ha conspirado contra este movimiento en Bayamo es que la Casa de la Trova está destinada a presentaciones de grupos que hacen música tradicional, casi siempre para visitantes, un buen número de ellos extranjeros. «Nosotros no tenemos incidencia allí», reafirma.
Tratando de eliminar esa estrechez de escenarios, la Asociación ha empezado a invitar trovadores de otras provincias y celebrar el festival Canción al Padre, el cual en su segunda versión tuvo entre los invitados de lujo a Carlos Varela, quien ofreció su primer recital en esta ciudad. El otro festival, el Carlos Puebla, que se desarrolla en Manzanillo merece también un «empuje».
Waldemar Guerra, piensa también que lo que ha pasado con la trova es falta de promoción. «No creo que falte calidad. La trova siempre ha sido de círculos estrechos y precisamente ha trascendido por su virtud artística, por sus textos y su musicalización. Los jóvenes están prendidos con lo que escuchan: reguetón, timba, salsa..., cuyos intérpretes llegan no solo a las plazas públicas, sino también a la televisión con los video clips, a la radio. Con la trova no sucede eso».
Esa falta de espacios en los medios masivos ha condenado la trova a eventos y peñas. Así lo cree el guantanamero Miguel Ángel Sánchez Tamayo. «Giras y conciertos nacionales son una utopía para un trovador de la región oriental. Creo que se trata de suerte, de que alguien en algún momento te vea actuar, cosa que se hace muy difícil, así que no es muy decisivo cuán bueno seas.
«Nos marcan como un género cerrado, bohemio, de la calle, de pocos seguidores, o perdido con los años. Pero para demostrar lo contrario están los trovadores que han sido capaces de atraer multitudes».
DESDE LA EXPERIENCIAPara Augusto Blanca la presencia de la trova en los medios es casi nula. Trovador y compositor, fundador del Movimiento de la Nueva Trova cubana, junto a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola y Vicente Feliú, y de la Teatrova —modalidad escénica donde se mezclan la canción trovadoresca y el teatro—, Augusto Blanca coincide plenamente con quienes opinan que el problema radica, fundamentalmente, en la escasa, casi ausencia, de la trova en los medios masivos de comunicación y de la canción, el bolero, el feeling, etc.
«Es difícil de escuchar por la radio, y en la televisión ni hablar. En estos momentos no existe en ella un solo espacio que se preocupe de esto, como lo eran Te doy una canción, de Douglas Ponce, o A media luz, de Jimmy Sánchez. Y cuando lo hace es en un marco poco apropiado donde, a veces, más bien pierde todo lucimiento al estar compitiendo en un mismo programa con sonoridades “más fuertes” (en el mayor de los casos dobladas y en atmósferas humeantes), y casi siempre queda muy mal parada, como ratoncitos acorralados...
«En la radio sucede casi lo mismo, con contadas excepciones, tú das un paseo por el dial y es muy difícil que te encuentres con una canción, pienso que hay saturación de música bailable con la que, por supuesto, no tengo ninguna guerra, pero me parece que se exagera, y caemos en el ya sabido círculo vicioso de: “me gusta lo que me ponen, pongo lo que te gusta”».
Para Augusto Blanca la solución no es complicada: «Mientras no existan programas lo mismo en radio que en TV donde la canción de la trova y demás modalidades de la canción no se difundan, tanto en programas especializados como en los habituales de música popular, el oyente, sobre todo el oyente joven, no podrá tener la información necesaria y no logrará adentrarlo en su mundo sonoro y preferencial. Ya basta de decir que los jóvenes buscan nuevas sonoridades, pues la canción trovadoresca ha ido incorporando aquellas que están muy bien imbricadas con las del movimiento vanguardista del mundo contemporáneo.
«Puedo decir con todo convencimiento que la trova está en un momento de gran creatividad. Paradójicamente se está creando a full, hay decenas de trovadores haciendo hermosísimas canciones en toda la Isla, y tristemente se quedan en las peñas y lugares pequeños; canciones que de tener una difusión como corresponde serían coreadas y asimiladas por los jóvenes en escalinatas y plazas, como sucedía en los 70 y los 80, cuando nuestras canciones estaban ocupando espacios donde el oyente las escuchaba periódicamente y formaban parte de sus preferencias particulares. Ahí radica, en mi opinión, el punto neurálgico del asunto.
«Dosificar, lograr una programación equilibrada entre los diferentes géneros sería lo que pondría las cosas en su lugar. Nuestros jóvenes, tanto público como creadores, son mejores, tienen que ser mejores que los jóvenes que fuimos nosotros, y precisamente “nosotros” somos los responsables de lograr que este equilibrio se lleve a cabo para poder entonces decir, sin demagogia, que estamos formando una juventud mejor, integral, sana, profunda, sensible, desprejuiciada, abierta, valiente y culta en todo los sentidos. El bosque es grande y la variedad de árboles es lo que, precisamente, hace que el bosque sea hermoso. No tenemos tiempo de esperar por lluvias utópicas que ayuden a crecer a nuestro bosque. Nosotros debemos ser esa lluvia».
¿UNDERGROUND O NO?El Mejunje acoge a cientos de amantes de la nueva trova. De izquierda a derecha, Diego Gutiérrez, Roly Berrío y Yaíma Orozco. Foto: Franklin Reyes Ganador de un premio Cubadisco 2007 por su fonograma De cero, Diego Gutiérrez, de la provincia de Villa Clara, está convencido de que «no es que el público de El Mejunje sea especial, es que hemos asumido la trova desde un sentido más desenfadado, más popular, para tratar de llegar al mayor número de personas, sin ponerles barreras como que las nuestras son canciones inteligentes y que este es un espacio donde se viene a reflexionar, lo cual lleva una determinada actitud. Cantamos para que la gente interactúe con nosotros y coreen las canciones que más les gusten, y si no, se pongan a conversar. Esa siempre ha sido la tónica».
Para Gutiérrez la trova es una música alternativa en tanto no está favorecida por los medios, «estamos a un nivel bastante underground porque no hay un disco, ni una grabación decente que les sirva a los jóvenes como referentes. Entonces, ¿cómo te van a conocer? Como si fuera poco se acuñó la imagen del trovador cariacontecido, sentado con su guitarra diciendo un discurso grandilocuente y grave, que se debe escuchar con un silencio reverente. Si los jóvenes tuvieran la posibilidad de llegar a la trova sin prejuicios, estoy seguro de que la realidad fuera otra.
«Recuerdo que en la Secundaria yo interpretaba canciones de amor de Silvio, y mis compañeros no me invitaban a sus descargas porque, según ellos, cantaba canciones políticas. Estaba el cliché de que el trovador es el tipo de la canción comprometida con determinada causa social, que también es nuestro caso, pero no toda nuestra obra es de ese corte. Los jóvenes no identifican a la trova con la diversión», enfatiza el autor de En la Luna de Valencia y Sabor salado.
En Trinidad, una ciudad que siempre fue de trovadores, radican Lía Llorente Góngora y Eusebio Pachi Ruiz, integrantes del dúo Cofradía. Para este último «nunca se debió dividir la trova en tradicional, Nueva, Novísima y esa clase de clasificaciones. Un trovador es alguien detrás de una guitarra diciendo las cuatro verdades. Lo hacen Silvio y Pablo y lo está haciendo Leonardo García. Si somos underground es por la posición que adoptan los medios, que concluyen que un tipo “pelú”, con un pitusa lleno de huecos no vende como Luis Miguel, con sus ojos y dientes rubios.
«Pero detrás de la presencia o no en la radio o la televisión está también el hecho de que no siempre nos gusta lo que ese trovador está diciendo en su discurso. Y yo soy de la idea de cuando sea una verdad, hay que abrazarla».
BUSCAR LA CONEXIÓNMas las anomalías no parecen venir todas desde fuera de los cultivadores del género. Al menos ello es lo que se deduce de conversar con Israel Rojas, quien tiene el aval de pertenecer al dúo Buena Fe, agrupación que pudo saltar las barreras del provincianismo y conquistar un espacio respetable a nivel nacional.
Israel cree que el Movimiento tiene también sus propios prejuicios. «Hay gente que piensa que cuando se empieza a fusionar con otros ritmos se traiciona el espíritu trovadoresco; otros, que hacer trova es para un público minoritario y que el género está reñido con una dinámica económica. Al final la trova no se puede divorciar del arte en general, porque es parte de él. Y el arte verdadero vive el tiempo experimentando, fusionándose, abierto a nuevas confluencias, convive en el riesgo y, además, es casi siempre económicamente sustentable.
«Los tiempos que corren exigen también un hombre diferente y no solo un creador diferente. Antes, los creadores podían darse el lujo de solo tocar guitarra y cantar, hoy si no tienen una mínima noción de economía, planificación del trabajo, conocimientos sobre teatro, psicología de las masas y de públicos, además de una cultura general, sencillamente corren el gran riesgo de quedarse tocando su guitarra y haciendo sus canciones, por muy lindas que sean.
«Cambian las maneras de comunicarse, los nexos con el público y, a su vez, el público cambia. Es más fácil echarle la culpa a los medios, a las estructuras institucionales, a lo externo —que la llevan—, pero hay mucho internamente que tampoco se ha hecho para lograr socializar ese arte. Solo se hace camino al andar. Creo que el movimiento de jóvenes que andan con una guitarra haciendo canciones debe mirarse por dentro, porque no es solo mirar para afuera».
Fundador también de la peña de El Mejunje, Alain Garrido, se conecta con el punto de vista anterior: «una de las causas que provoca que la juventud no acompañe hoy a la trova como antaño está en que han aparecido nuevas corrientes musicales que explotan más la dinámica de estos tiempos, que es muy sintetizada, casi elemental, y la trova sigue una estética que en ocasiones no marcha a ese mismo tempo.
«Muchos trovadores tratamos de acercarnos lo más posible a esa rapidez con que va la vida, desechando el discurso complicado, sin abandonar la canción con intenciones renovadoras, que busca un vuelo estético».
Las nuevas generaciones no encuentran a sus similares en el Movimiento, dice Berazaín. Foto: Calixto N. Llanes En esa misma línea de pensamiento se mueve Adrián Berazaín, quien forma parte del proyecto La séptima cuerda, que agrupa a los más jóvenes trovadores de la capital, pero para él el quid de la cuestión radica en que «las más nuevas generaciones no encuentran a sus similares dentro del movimiento, y por tanto no se ven reflejadas en esas canciones que no deben obviar al celular, al mp3, a los mickies... No se puede vivir en el pasado, porque de lo contrario no estarás de moda», afirma.
«He realizado dos conciertos y la gente de mi edad me responde. Si hubiera más como yo, quizá la situación sería otra. Y no obstante, mis coetáneos siguen a Carlos Varela, David Torrens, William Vivanco, lo que significa que ellos sí han logrado conectarse con ellos».
A decir de Liliana González, musicóloga del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana, la difusión es solo una parte de la relación entre la música y el público. «Cuando una música tiene un impacto grande, la difusión ayuda pero no determina. Determina lo que ese discurso genera en la audiencia, entonces pega o no. Tal vez tener una menor audiencia se deba al tipo de problemática que se está abordando y, sobre todo, a la forma como se está diciendo. Concentrarse en nuevas poéticas del trovador con la guitarra exige muchos puntos de contacto entre ellos.
«Estamos en medio de muchas influencias musicales, de muchas búsquedas y procesos de fusión; fórmulas rítmicas como el reguetón están marcando gestualidades corporales y maneras de comunicación, gústenos o no. También los espectáculos, la información visual. Las audiencias no solo se captan a través de las letras o las armonías, si determinada música no llama al cuerpo, esto disminuye la participación de determinadas audiencias».
Las amenazas y desafíos de la trova cubana son muchos, pero cuando a Sara González se le comenta: Los jóvenes no siguen a la Nueva Trova «como en los tiempos en que...», ella responde: «¿Cuál es la medida del tiempo para el tiempo de la trova? ¿De qué protagonistas en el tiempo estamos hablando? ¿Del tiempo de Sindo Garay, del de Silvio Rodríguez, del de Santiago Feliú, del de Vivanco? No se pude medir por una regla especial, la trova es parte de nuestra nacionalidad, nuestra idiosincrasia, de nuestro famoso ajiaco cubano, lo efímero es moda, la trova es eterna».