A Alain Gutierrez, protagonista de esta historia, ya lo habíamos visto en Deporte & amor. Luego de casi un año en pantalla, la teleserie cubana La cara oculta de la Luna arribó esta semana a su capítulo final. La historia de Dayron, concebida sobre la marcha por la ferviente imaginación de Freddy Domínguez, encontró rápida respuesta en el equipo de producción comandado por Rafael (Cheíto) González, para de esta manera cerrar honrosamente el círculo de amigos convocado al principio. ¿Se vieron las costuras? Se vieron, sí; pero lo esencial se mantuvo: las zonas de oscuridad fueron iluminadas sin temor, y de ahora en adelante ya poco queda en la ignorancia.
Apoyados en un elenco francamente impetuoso, donde destacaron el innegable calibre de Alina Rodríguez (ajustada y soberbia todo el tiempo), la funcionalidad de Serafín García, la templanza de Yazmín Gómez (en un papel hecho a su medida), y la sobria vehemencia de Miriam Vázquez (¡ya era hora de que la viéramos en una madre así!), los realizadores supieron manejar con holgura un guión estructuralmente sencillo, pero emocionalmente escarpado.
Para ello, el notable acople logrado entre actores jóvenes y otros ya consagrados permitió una considerable ventaja. Alain Gutiérrez centró con paciencia sus conflictos, y fue escoltado con rigor por profesionales de la radio —una cantera que debiera explotarse más—como Katherine Leyva (Yamilka) y Kristell Almazán (David). Junto a ellos lucieron muy bien Cheryl Zaldívar, Luis Ángel Batista y la inquietante figura de Yori Gómez, cuya ardiente personalidad encontró en Alina una oportunidad que no desaprovechó en ninguna escena.
Por otro lado, constituyó un reto el hecho de lanzar la serie al aire sin tenerla totalmente concluida. Este tipo de experiencia es prácticamente desconocida en nuestro medio, y se pueden entender las razones. ¿Qué hacer si la producción se detiene por algún imprevisto? ¿Cómo «llenar» entonces el espacio? Pero nada: tal parece que los nervios fueron controlados adecuadamente, y hasta se puede decir que la «tensión» puso su grano de arena. Las dos últimas historias fueron mejor concebidas desde el trabajo de cámara. Los sets estuvieron más cuidados y la puesta en escena se preocupó más por enfatizar las situaciones dramáticas. No obstante, hubo detalles que debieron pulirse: la presentación, que teniendo un formidable tema musical no encontró respaldo en las imágenes; y la altisonante musicalización, que no halló nunca el punto exacto.
Ha sido un año intenso. Tras jugosas y sostenidas controversias —en las que este diario participó—, queda también un fructífero período de reconocimiento institucional, donde la Televisión cubana se lleva los mejores aplausos. JR solo tuvo un interés: registrar esa suerte de resonancia ética, que inevitablemente la serie fue generando en el público. En otras palabras: siempre tuvimos conciencia de sus defectos, pero ello no nos dio el derecho de impugnar su existencia; al contrario, valiéndonos del fuego, alimentamos, en la medida de lo posible, el caldeado ambiente que exponían sus duras historias, para entonces extraer opiniones enriquecedoras.
Podrán existir muchas inconformidades con La cara..., pero también, por justicia, deberán reconocerse la valentía y seriedad mantenidas por el Departamento de Dramatizados ante las muchas irreflexiones que han cuestionado su decisión de ilustrar conflictos como la incomunicación entre padres e hijos, la bisexualidad, la infidelidad femenina, la marginalidad y el alcoholismo, partiendo de uno igualmente mayúsculo y desgarrador: el sida. Su política fue clara y honesta: no hay peor enemigo que el criterio hipócrita o, en última instancia, ingenuo.
Sea válido comentar además, que si bien la dudosa calidad estética que ostentaron las primeras historias fue un baluarte tras el cual se atrincheraron no pocos pensamientos chatos, estos cayeron por sí solos ante el empuje de esos cinco dramas que, lejos de ensombrecer nuestra realidad, dieron muestra de madurez intelectual y dignidad ante la vida. Es cierto que la serie se valió de fórmulas propias del melodrama telenovelero para enunciar algunas peripecias, está bien, pero no creo que esto la haya dañado irreversiblemente. A mi entender, apenas percibí idealizaciones del contexto; y las que se dieron, no fueron tantas ni tan desestabilizadoras del marco referencial que posee el cubano de a pie.
La cara oculta de la Luna se acabó, y con esta se fueron personajes entrañables. No obstante, para mal o para bien, el miedo que le dio vida sigue en las calles. Sus realizadores tan solo revelaron algunas caras innobles con las que topó. En nuestras manos está que no se repitan esas historias.
Dicen que el tiempo es oro: comencemos otra vez.