Magníficos como seres humanos, pero como policías..., me repite una y otra vez un amigo, después de sentarse cada domingo frente al televisor con la esperanza de encontrar en Forense al súperinvestigador policial que logrará desentrañar el crimen de turno en la serie escrita y dirigida por Vicente González Castro, algo que evidentemente no ha encontrado, ni debe encontrar en los capítulos que restan.
De más está decir que mi amigo, como otros tantos televidentes, se siente insatisfecho con los ocho episodios que ha visto hasta el momento, pues claro, al estar Forense ubicado en el día de la semana y en el horario que generalmente ocupan los policiacos, espera que este cumpla con los requerimientos de un dramatizado de este corte. Y no tiene en cuenta que al estar centrada la trama en el quehacer de los especialistas del Instituto de Medicina Legal, es imposible que estos profesionales vayan detrás del asesino, pues su labor se circunscribe, entre otras valiosas tareas, a diagnosticar, identificar personas, causas y data de muerte, etc.
Y claro, él no está preparado para enfrentar una propuesta al estilo de una serie como Sin perder la ternura, donde se reflejaba la vida, las alegrías y frustraciones de los personajes que, además, se desenvuelven en un determinado marco laboral. La razón estriba en que ¿quién puede esperar algo así después de una presentación tan bien lograda como la de Forense (de lo mejor visto en la televisión), y cuando la escena con que abre cada capítulo presenta la ejecución de un asesinato o el hallazgo de un cadáver?
Es evidente que los forenses no pueden ir más allá de lo que se muestra y, por supuesto, esto los limita mucho. Por tanto, la fórmula empleada no fue la idónea, se siente la falta de alguien que los mantenga al tanto (y a nosotros también) de la parte policial, que a fin de cuentas es la que aporta el suspenso. Por tanto, 20 minutos después de comenzado un capítulo no queda mucho por revelar de la parte investigativa, y es justo cuando aparece otro inconveniente: por tal de presentar lo mejor posible la faceta humana del investigador, la trama tiende a recurvar hacia otros conflictos que no aportan nada al caso en cuestión. El ejemplo más palmario lo encontramos en la historia del violador «en serie», donde al final lo que parece haber importado realmente era la deuda pendiente entre la psicóloga y su amiga.
Decididamente, Forense no funciona como policiaco: el imprescindible suspenso, por ejemplo, no ha sido bien tratado —y no porque se conozca de antemano quién es el homicida (Monk ha demostrado que se puede hacer)—; hay mucha profusión de datos, demasiadas reiteraciones que obstaculizan la tensión en lugar de que ella haga lo suyo.
¿Qué sentido tiene presentar a personajes que no enriquecen la trama? ¿Por qué utilizar tan a menudo a ese par de vecinos que se encargan de contar con lujo de detalles la vida y obra de las víctimas en lugar de acudir a la acción? Sin embargo, cuando no hay necesidad de recrear ciertos pasajes —como las vivencias de algunos protagonistas en relación con el hecho— la ilustración.
No dudamos de que en ocasiones sea resultado de la casualidad resolver un enigma, pero ¿con tanta frecuencia? Todavía el fantasma de ese primer capítulo, en el que el hijo de Patricio le cuenta en el marco familiar que está estudiando en Física la caída libre de los cuerpos martillea en nuestras cabezas; o el de la secretaria que repitió hasta el cansancio: «ya ese caso yo lo he informado antes», y que los especialistas olvidaran olímpicamente que, hacía tres semanas, habían tenido un hecho parecido... Bueno lo bueno...
Por otro lado, si bien el trabajo de fotografía es atendible, sobre todo en términos de iluminación, no ocurre lo mismo con la puesta en escena, que no pocas veces le resta brillantez a la primera. Abundan los malos encuadres y, fundamentalmente, inexactitudes en la gramática audiovisual.
La dirección de actores no es satisfactoria. Patricio Wood, Isabel Santos y Alina Rodríguez están cómodos en sus roles, pero los secundarios, siendo estupendos actores, no siempre están bien guiados... Se salvó Martha del Río: sin duda, impresionante en su intervención; y Susana Pérez, cada vez mejor... Pero ella misma nos puede servir de ejemplo: en el capítulo de este domingo, para no ir muy lejos, la madre asumida por ella le pide cuentas a su amante sobre el arma con la cual se suicidó uno de sus dos hijos, y este, inescrupuloso, le «sugiere» que aproveche y culpe al otro hijo y así salen de los dos... La expresión que adoptó el rostro de la señora Susana Pérez es inmejorable —la sorpresa ante la canallada de aquella insinuación y un odio contenido excepcionales—, pero estaba fuera de lugar: no se corresponde con la acción que acomete después: tratar de involucrar al muchachoen el supuesto asesinato de su hermano.
Habla a favor de Forense, no obstante, un dinamismo que se echa en falta en muchos otros seriales cubanos de este tipo; no hay espacio para el aburrimiento. Se logra matizar a los personajes —la psicóloga forense de Santos es muy rica en contradicciones; la médica de Alina es todo lo campechana que puede ser una cubana que ejerce cualquier profesión...—, pero se siente, sin embargo, que esa era la premisa fundamental del guión.
Son lunares que empañan y duelen a quienes teníamos confianza en la seriedad de Forense. La profesionalidad y el vasto conocimiento de los medios que posee un realizador como Vicente González. Castro nos daban esa certeza.