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Para dibujar una sonrisa

Prácticas médicas y especializadas desarrolladas en Camagüey poseen beneficios inmediatos en los infantes, como la restitución de su estética, lenguaje y masticación, además de mejorar su salud emocional y la de sus familiares

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— Carlos Daniel Guerrero Reina, de siete años de edad, es uno de los pacientes más alegres e intranquilos, en el servicio de maxilofacial, de la consulta externa del hospital pediátrico provincial docente Eduardo Agramonte Piña, de esta ciudad.

El pequeño anda como dueño por su casa en los pasillos de la clínica estomatológica, donde radica el prestigioso servicio de cirugía maxilofacial del pediátrico agramontino, y saluda a los trabajadores de las batas blancas, quienes con satisfacción han visto crecer a Danielito —como cariñosamente todos le dicen—, un sibanicuense del pintoresco sitial de Araucana —ubicado a más de ocho kilómetros de la cabecera municipal— que vino al mundo con una malformación enrevesada en su fisonomía.

Yusisley Reina López, estremecida por la emoción al ver ahora el rostro recompuesto de su retoño, expresó a JR: «De la alegría que tenemos en casa, hasta el cantío de los gallos se escucha diferente. El pasado 19 de septiembre fue la segunda vez que operaron al niño para quitarle la deformidad en su labio superior y la nariz. Ese día al ver su cara el corazón se me agitó».

Daniel, al igual que los amiguitos de su comunidad, juega sin complejos. «Él se siente un niño normal gracias al esfuerzo de la doctora Yoli (Yuslaidy López Consuegra), quien ha acompañado el caso, cuenta Yusiley, entre contenta y conmovida aún por todo lo que ha vivido desde que el pequeño nació, el 1ro. de setiembre de 2017.

La historia de esta humilde mujer no es la única que estremece en la institución camagüeyana, porque solo en los últimos dos años una treintena de niños y niñas de las provincias de Ciego de Ávila y Camagüey recibieron las atenciones profesionales de los experimentados galenos, quienes corrigieron las malformaciones craneofaciales congénitas (fisuras en labio y paladar) de estos infantes, las cuales se presentaron aisladas, combinadas o asociadas a los síndromes genéticos de Van der Woude, Pierre Robin y Displasia ectodérmica.

Repeler tristezas

Un escenario difícil, pero esperanzador ha atravesado el matrimonio de Thalía Roxana Padrón Oruz y Luis Dainier Vázquez Cebrián, desde que su nené Lucas vino al mundo, el 3 de febrero de 2022, con una severa malformación labio-alveolo-palatina bilateral completa, gran protrusión y rotación de la premaxila (dos hendiduras que abarcan el labio superior, maxilar, fosas nasales, y el paladar duro y blando o cielo de la boca), y con una displasia ectodérmica.

Cuenta la joven madre Thalía Roxana que la vida de su príncipe corría peligro: «El niño tenía broncoaspiraciones recurrentes y hasta respirar era un problema. A él le reconstruyeron su nariz y la boca, pero aún nos queda un largo camino por andar», expresó mientras acariciaba a su hijo.

Para las niñas Alexa Concepción Díaz y Eili Brianne Zayas Martínez, de cuatro y cinco primaveras, respectivamente, sus cortas edades no les impiden razonar sobre la belleza que lucen sus rostros.

La moronense Yenyse Díaz Escalante, madre de Alexa, refirió que cuando su niña fue operada, «cogió los creyones de labios y se los pintó frente al espejo. Todos nos abrazamos de la felicidad y su papá, un guajiro de Florencia, se estremeció como un adolescente».

En el hogar de Eili, en el municipio agramontino de Florida, el karma es muy parecido. Andia Martínez Padrón recuerda cómo su niña al palparse la cara se asombró. «Fue muy intenso ese momento, porque ella se sintió diferente». 

Igual de impactantes son las palabras de la nuevitera Yordami Santo Rodríguez, quien asegura que conocer a los médicos del pediátrico agramontino fue lo mejor que le ha ocurrido en su vida, porque a su hijo, Arthuro de Jesús Piñeiro, de dos añitos de edad, le restablecieron su candor infantil, algo que era un sueño casi inalcanzable, pues él sufría de una fisura amplia labio-alveolo-palatina que le originaba asimetría nasal y deformidad bucal.

En el salón, en plena actividad quirúrgica. Foto: Yahily Hernández Porto

«El niño tuvo dos operaciones bien difíciles, las que les devolvieron belleza al bebé y  tranquilidad al familión. En Camalote muchos aún están asombrados del atractivo en el rostro de Arthurito», afirmó emocionada Yordami.

Pero el caso de Héctor Mario Barrera Rodríguez, de siete abriles cumplidos, dejó fascinado a los galenos del centro pediátrico agramontino, porque a pesar de su gran deformidad se logró una corrección en su fisonomía casi nunca alcanzada, desde una primera intervención quirúrgica.

Glenia de la Caridad Barrera, madre del pequeño, y quien vive en el poblado La Cubana, en el municipio de Vertiente, confirmó que nunca pensó que su hijo quedara tan perfecto y agraciado. «Yo grité cuando vi el cambio», asintió.

Las familias, agradecidas por el cariño, la ética y la dedicación de los profesionales de la Salud que les han acompañado, reconocen que aunque el camino transitado no ha sido fácil, nunca perdieron la confianza de darles a sus hijos un futuro mejor, alejado de tristezas, complejos e indiferencias, y hasta peligros para sus vidas.

Los pequeños, quienes en muchos casos se inician en estos procedimientos médicos a tan solo seis meses de nacidos, afrontan constantemente desafíos clínicos y hospitalarios, al asumir una serie de cirugías protocolizadas para cada tratamiento, con los propósitos de corregir y rehabilitar las funciones de las zonas afectadas, su estética, y fonación, en diferentes etapas de su desarrollo, lo que les permitirá insertarse socialmente con una mayor calidad de vida.

Sembrar la esperanza 

Para la especialista en Primer Grado en Cirugía Maxilofacial Yuslaidy López Consuegra, quien lidera el equipo multidisciplinario de esta especialidad en el pediátrico agramontino, realizar estos procedimientos médicos en infantes constituye un desafío personal y un propósito colectivo, porque transformar la vida para bien de los niños y niñas, y sus familiares, requiere de responsabilidad y de un trabajo permanente en equipo.

La destacada experta, madrina de cientos de infantes por su carisma y trato, expuso que los pacientes se atienden en un grupo multidisciplinario, dirigido por el maxilofacial, quien jerarquiza el desarrollo de la consulta colectiva, y está integrado por varios especialistas: ortodoncista,  protesista, periodontólogo, logofoniatra, enfermero,  estomatólogo general integral, pediatra, psicólogo, genetista, anestesiólogo, neurocirujano, otorrinolaringólogo, cardiólogo, urólogo, médico general integral, imagenólogo, nutricionista, trabajador social y personal de servicio. «Todos de conjunto logran que cada caso tenga el mejor trato y resultado posibles», recalcó.

Reiteró la también máster en Urgencias Médicas que luego de ser practicada la cirugía en los pacientes «se inicia una serie de tratamientos logofoniátricos y ortodónticos, los que le permiten al paciente articular mejor las palabras, corregir su lenguaje, enriquecer su comunicación, y alinear las arcadas y estructuras dentarias», enfatizó la estudiosa.

López Consuegra valoró que en las consultas no solo se identifica y clasifica la complejidad de las malformaciones congénitas labio-palatinas en los pacientes, sino que también se refuerza el manejo emocional de los padres, quienes requieren de una atención esmerada y especializada, porque llegan muy agobiados, estresados y tristes a las consultas.

Indicó la experta, con 30 años de experiencia ininterrumpida en el sector, que la razón de ser del servicio de cirugía maxilofacial es la de realizar intervenciones como la queiloplastia, la palotorrafia y la alveoloplastia secundaria, además de los tratamientos de las secuelas posquirúrgicas.

Dijo, además, que estos procederes se iniciaron en el territorio agramontino, hace más de seis décadas, por los profesores maxilofaciales César Sabatés; Claudio Funcia Cornell; Sterling Mead; Eugenio Klein Moldován, primer cirujano de esta especialidad en Camagüey luego del triunfo de la Revolución; Wenceslao Martínez García; Ney D´ou Ason, Georgia Garmendía Hernández; Félix Sánchez Recio y Mario Carlo Crespo Guerra.

Yuslaidy López Consuegra, especialista en Primer Grado en Cirugía Maxilofacial, lidera el equipo multidisciplinario de la especialidad en el pediátrico agramontino. Foto: Yahily Hernández Porto

La doctora consideró imprescindible iniciar tempranamente la terapia quirúrgica «porque se disminuyen las complicaciones asociadas a estas malformaciones congénitas (antes del nacimiento), como las alteraciones de la fonación, la audición, el desarrollo dental, el crecimiento de las estructuras bucofaciales, las vías respiratorias y la alimentación».

Subrayó que familiares y especialistas comparten responsabilidades en un oportuno y adecuado abordaje terapéutico. «Es imprescindible que la captación de estos pacientes se realice durante las primeras semanas después de su nacimiento, donde comienza la atención especializada», instó.

Reiteró que según el protocolo de tratamiento establecido en el hospital pediátrico agramontino los infantes con estas malformaciones se intervienen al arribar a edades específicas del desarrollo. «A partir de los seis meses a los labios se les reconstruye su musculatura, piel y mucosa, mediante la queiloplastia, que mejora la apariencia y funcionalidad de estos, y después del año, y hasta los 19 meses, se realiza la palatorrafia o uranoestafilorrafia,  que es cuando se operan al unísono el paladar duro y blando, para su cierre en tres planos: el nasal, el muscular y el bucal».

Agregó que en las edades comprendidas entre los cinco y seis años se comienza el tratamiento de las secuelas como las cicatrices inestéticas, las asimetrías de fosas nasales, las fístulas nasopalatinas y las insuficiencias velofaríngeas, las cuales se asientan en el labio, la orofaringe, los maxilares y la cara, para devolverles a las estructuras del macizo facial la armonía, anatomía y función. 

Subrayó además que entre los ocho y 11 años se inicia la alveoloplastia secundaria con la colocación de injertos óseos autólogos de cresta ilíaca (cadera), en el defecto a nivel de la arcada alveolar superior (encía superior), para facilitar el brote de los caninos, el soporte a los dientes adyacentes que los preserva, la manipulación ortodóntica, una oclusión armónica y la estética bucal, y para elevar el ala y piso nasal, lo cual garantiza la simetría de la nariz.

Significó que a los pacientes se les mantiene seguimiento y evolución médica por las diferentes especialidades, hasta los 18 años, 11 meses y 29 días, según requiera el caso.

Destacó López Consuegra que las técnicas quirúrgicas más empleadas en el servicio maxilofacial camagüeyano son la de Millard, la cual, combinada con la de Mc Comb, permiten el cierre del labio fisurado con la realización de una plastia nasal o rinoplastia primaria, la de Wardill-Kilner-Veau,  para corregir las fisuras palatinas y conseguir un paladar lo más normal posible anatómico y funcionalmente, lo que garantiza un adecuado mecanismo velofaríngeo, la de Z plastia y la de colgajos de V­-Y para componer la deformidad residual del labio, la de fistulorrafia para el tratamiento de las fístulas (orificios) palatinas y la de los injertos óseos autólogos para reparar fisuras alveolares.

Sumó que también se emplea en la mayoría de los casos con insuficiencias velofaríngeas la fisioterapia logofoniatra, técnica no quirúrgica que garantiza el mejoramiento del movimiento velar, del lenguaje y la comunicación.

Explicó que entre los beneficios inmediatos de este proceder resaltan la restitución de la estética, la masticación y el lenguaje, además de su salud emocional y la de sus familiares.

Aseguró la estudiosa que la dirección del hospital camagüeyano y la del Ministerio de Salud Pública en el territorio mantienen estabilidad en la práctica médica.

«Se realizan esfuerzos para que se cumpla el programa de procedimientos en niños y niñas fisurados en labios y paladar, los que son muy costosos en el mundo, ascendentes a unos 50 000 dólares por intervención. Actualmente es una prioridad de trabajo que requiere de responsabilidad, esfuerzo y compromiso», significó.

Según los estudios clínicos y epidemiológicos desarrollados y consultados en el país acerca de las anomalías labio-palatinas, se documentó que en Cuba existe una frecuencia entre 1 por cada 700 a 1 por cada 1100 nacidos vivos, y que estas son las que con mayor frecuencia afectan las estructuras maxilofaciales y ocupan el sexto lugar entre las diagnosticadas al nacer. 

Se señala también que en la región de las Américas se describió una tasa global de labio y paladar fisurado de 10,49 por 100 000 nacidos vivos y las más altas se presentaron en Bolivia, Ecuador y Paraguay. 

La etiología de la fisura labio-palatina es multifactorial, en la que se destacan las alteraciones ocasionadas por las infecciones, los virus, los parásitos, y por la exposición a teratógenos (radiaciones), la de origen cromosómico, avitaminosis (falta de vitaminas), hereditaria, ambiental y hormonal, y las provocadas por hábitos tóxicos.

La niña Eili Brianne Zayas Martínez presentaba una fisura del labio superior bilateral amplia y ausencia casi total de la premaxila; pero el buen trabajo del equipo multidisciplinario de galenos permitió alcanzar una armonía de sus estructuras comprometidas en la compleja deformidad de su región bucal y facial. Foto: Cortesía del equipo médico

Alexa Concepción Díaz, de cuatro primaveras cumplidas, tenía una muy severa deformidad en su premaxila protruida. Durante su intervención, a sus tres años de edad, se logró reconstruir las estructuras del labio superior, que abarcó piel, músculo, mucosa bucal y la región nasal. Foto: Cortesía del equipo médico

Al pequeñín Arthuro de Jesús Piñeiro, de dos años de edad, le devolvieron belleza a su rostro, el cual presentaba una fi sura amplia labio-alveolo-palatina unilateral, izquierda y completa, con un marcado aplanamiento del ala nasal, lo que le originaba una asimetría nasal y deformidad bucal. Foto: Cortesía del equipo médico

Héctor Mario Barrera Rodríguez, de siete años de edad, era un niño con una gran fisura labial bilateral con protrusión de su premaxila, asociada al síndrome de Van der
Woude. Su caso dejó maravillado a los galenos del hospital infantil camagüeyano, porque, a pesar de la gran deformidad, se logró una corrección en su rostro casi nunca
alcanzada desde una primera cirugía, la cual fue realizada en 2017, justo a un año de vida del pequeñín. Al cierre de este reportaje experimentaba una tercera intervención. Foto: Cortesía del equipo médico

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