Varios días de esfuerzo han matizado la respuesta al siniestro. Autor: Nelson Rodríguez Roque Publicado: 02/03/2023 | 11:11 pm
PINARES DE MAYARÍ, Holguín.— Sobrevino un fin de semana. Ardió el hogar de la guacaica y la cartacuba, el Pinus cubensis (pino cubano) y los cultivos de café. Quienes acudieron ante el asedio del fuego narran que los chipojos saltaban de las copas de los árboles, en contraste con la «postura» del maguey —planta de origen mexicano— jabonoso, húmedo, que conservaba el verdor, aun cuando mucho del terreno pasaba a convertirse en cenicero.
El lunes siguiente, Idael Meléndez, obrero de la Empresa Agroforestal de Mayarí, subió a combatir el incendio, ya de grandes proporciones. Cuenta a JR que en El Colorado, barrio situado antes de ascender la loma de La Bandera, jamás habían visto algo así. «Y eso que no somos nuevos en esto. Ha sido terrible. Hubo días en que la candela y la ventolera nos rodeaban y se ponía molesto todo, porque sentíamos el calor y el riesgo de posibles quemaduras bien cercanos».
Idael Meléndez.
Otros trabajadores de la Empresa Agroforestal de Mayarí, de Flora y Fauna, de las estaciones meteorológicas y la Integral de Investigaciones de la Montaña, así como de la rama agropecuaria, efectivos de las FAR y el Minint, radioaficionados y miembros de la Cruz Roja Cubana, además de lugareños, protegieron de inmediato barrios y poblados y no hubo que lamentar fallecidos o heridos de gravedad. Resguardaron las viviendas y los objetivos socioeconómicos, y ninguno fue alcanzado por las llamas.
Elio Ramírez, especialista de Defensa Civil del municipio de Mayarí, nos informó que en cuanto se conoció del peligro se fueron introduciendo fuerzas y medios por etapas, según el protocolo de los planes de Reducción de riesgos de desastre. Trabajaron de forma intensiva para minimizar el impacto, construyendo muchas trochas manuales y mecanizadas.
Elio Ramírez.
«Hay quienes solo interrumpieron la faena en horas de la noche, por cuestiones de seguridad, pero aprovecharon los días desde temprano. Bajó la intensidad del siniestro en los diferentes frentes, pero nadie se relaja porque es muy fuerte la incidencia de la sequía y el cúmulo de material combustible, situación agravada por los vientos veloces; así que decretar el control o la extinción dependerá de la indicación del Cuerpo de Guardabosques».
Historias quedan
Rubén Taveras, joven integrante de la Cruz Roja Cubana, partió en apoyo de los que se dedicaban a combatir las llamas. «Como socorrista acuático manejo todo tipo de ayudas. De madrugada salía de casa y al volver a la ciudad de Mayarí mi familia y mucha gente me preguntaba cómo iba el enfrentamiento».
Rubén Taveras. Fotos: Nelson Rodríguez Roque
Antes había sido técnico de un vivero, así que el regreso se tornó bastante distinto: en lugar de verlos crecer, veía arder muchos árboles por jornada. Casi llegando a Pinalito, la llamarada prendió los laterales del camino: «Sentí miedo, pero a la vez seguridad, porque andaba en compañía de personas que generaban confianza, que se veían seguras en su actuar».
El periodista mayaricero Emilio Rodríguez vio el fuego acorralar la estructura metálica que usualmente funciona como punto de observación del área boscosa. Aquello le pareció un escenario bélico, un «ataque de nervios» de la naturaleza. La respuesta humana, a la que nombraron Batalla de Jimbambay, transcurrió en un alto, donde se quiso «emboscar» al fuego.
«Hicieron una gran trocha para ubicar un obstáculo por el sur. Fuerzas holguineras y santiagueras, equipadas y con gran número de efectivos, se esforzaron contra las llamas, pero tenían al viento de enemigo. La contención fue imposible: el domingo sobre las diez de la mañana las llamas eran de diez o 15 metros.
«La dispersión ocurrió a través de las copas de los árboles. Ese elemento facilitó el tránsito. En apenas 25 segundos, un espigado Pinus cubensis se quemaba entero. Sus piñas salían disparadas como proyectiles a casi 200 metros. Esos 20 o 25 metros de ancho que habían logrado de trocha fueron insuficientes y el siniestro se movió en dirección a Vigindy», recuerda el reportero.
El guardabosque Noel Ricardo se ha movido, en lo que va de 2023, por Birán y El Prado, donde requirieron su presencia en la campaña contra incendios a inicios de febrero. En la estación ecológica Poza de Rafael, accesible por un desvío de la vía Mulata en Pinares de Mayarí, se puso a prueba su pericia tras años de participar en la erradicación de ese tipo de fenómenos medioambientales.
Privó a Ricardo del descanso nocturno la furia de las llamas, que fueron atenazando el área. Pero el hombre preparó tan bien el perímetro, que el lugar del parque natural Mensura-Piloto salió ileso, a pesar de que sus contornos quedaron ennegrecidos.
Inconfundible ayuda
Dagmar Abad, presidenta del Consejo de Defensa Municipal en Mayarí, expresa su gratitud a los jóvenes: «Han estado en la primera línea desde el 18 de febrero, y más cuando tuvimos siete focos, cuyo número logramos reducir con el respaldo de las FAR. Hasta las proximidades de Santiago de Cuba llegó la pelea, y el arrojo de la juventud se complementó con los conocimientos de los guardabosques, que nos dieron clases de maniobras y técnicas para estas situaciones».
Mientras dialogamos con la tropa, se escucha el grito del oficial de extinción Érico Saní, del Cuerpo de Bomberos de Santiago de Cuba: «¡Óyelo! Ahí viene. El sonido de un carro de bomberos es inconfundible». Desde una altura en la que se divisan las chimeneas del central Julio Antonio Mella, señala por dónde llegará el vehículo, y comenta: «Aquí estamos santiagueros de la mayoría de los municipios. Nos movilizaron desde el viernes y encontramos dificultades desde el principio porque el acceso a zonas afectadas se complejizó hasta para los medios mecanizados. Entramos por distintos puntos a pie, algunos muy distantes del campamento. Apelamos a instrumentos especializados y a los rústicos».
Roberto Pérez, director de la Estación Integral de Investigaciones de la Montaña del Citma, comenta: «De la altiplanicie de Pinares de Mayarí el siniestro fue corriéndose hasta los límites con los municipios de Mella y San Luis, en Santiago de Cuba. En estos territorios, de importante biodiversidad, los perjuicios se podrán contabilizar una vez que concluya el fenómeno. Vendrán especialistas holguineros y santiagueros a evaluar el grado de afectación.
«Preliminarmente, pensamos que se han perjudicado más de 2 000 hectáreas de recursos forestales. Hasta tanto no desaparezca el humo, que impide la observación en condiciones reales por fotos de satélites, no sabremos la cifra exacta. Para el proceso de recuperación de la vegetación hay que esperar el inicio del período lluvioso, en mayo o junio próximos. Algunas especies de la fauna, como los moluscos, tendrán revitalizaciones lentas».
Hay muchas anécdotas asociadas al siniestro. Ganaderos que corrieron a asegurar sus reses, trabajadores del Hotel Villa Pinares de Mayarí y de la Estación Integral de Investigaciones de la Montaña que, sensibilizados, se concentraron en proteger su centro laboral. Un oficial del Cuerpo de Guardabosques que se negó a ir a la enfermería a pesar de presentar un principio de linfangitis. Pilotos de helicópteros y «dromedarios» (aviones M-18) que debieron memorizar el ennegrecido cielo…
Sobre el terreno estuvieron, conducidos por algunos veteranos, rostros noveles y comprometidos. Se ha obrado sin dejadez, para evitar que se pierda toda la naturaleza en este valioso pulmón cubano.