Aquel 4 de abril de 1962, en el discurso fundacional de la UJC, Fidel sentenciaba para todas las épocas: «Creer en los jóvenes determina una conducta (…). Autor: Maykel Espinosa Rodríguez Publicado: 02/04/2022 | 10:52 pm
Ahora mismo vienen a la mente mujeres y hombres que abrieron el camino. Personas que sangraron y sudaron para fundar una era diferente. Hechos que estremecieron a un país, más allá de abril y un nacimiento.
Salta inevitablemente, en el recuento, aquel Comandante, el más joven de la Revolución, quien con apenas 16 años tenía un montón de cicatrices en el cuerpo, nacidas tras el combate de El Hombrito. Se llamaba Joel Iglesias Leyva, un muchacho que en la toma de Fomento fue impactado por un proyectil que le quebró la clavícula y el maxilar y eso le provocó secuelas en el habla.
Cómo olvidar que con apenas 21 abriles él se convirtió en el primero en liderar la Unión de Jóvenes Comunistas, hace seis décadas justas; una organización surgida de la Asociación de Jóvenes Rebeldes en una etapa hermosa, en la que sus futuros integrantes tenían tremenda prueba de fuego: subir cinco veces el Pico Turquino.
Imposible, en el recuento, borrar de la memoria batallas y exámenes. Tampoco el impulso del Che, siempre preocupado por la arcilla del futuro y del hombre nuevo, que jamás debía de convertirse en un cliché o en eslogan.
Aquel 4 de abril de 1962, en el discurso fundacional de la UJC, Fidel sentenciaba para todas las épocas: «Creer en los jóvenes determina una conducta (…). Creer en los jóvenes es ver en ellos además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, ¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la patria…».
Al emblema inicial —con las imágenes de Camilo y Mella— se le añadió la del Guerrillero Heroico en 1968, y desde entonces los pinos nuevos han tenido el reto de parecerse a esos tres héroes y a otros similares, que no fueron perfectos, pero edificaron, juntaron, amaron, entraron a la historia en corto tiempo.
Desde entonces y desde antes, la juventud emprendió un viaje inacabable que la llevó a dar lecciones en pupitres de zonas intrincadas, a la inmensidad de los campos de caña, al rigor de nuevas fábricas, solidarias misiones del otro lado del océano, laboratorios, hospitales, trincheras o múltiples escenarios vitales para la nación.
Ayer y ahora superó cantos de sirena, anduvo con la mochila cargada de sueños, montó en bicicleta incontables veces, organizó festivales mundiales que no se olvidan, fue primera en tribunas multitudinarias, supo reconstruirse después de períodos especiales, empinarse al margen de derrumbes y carencias, entender que no se triunfa con campañas sino con hechos, unir por encima de un carné, conectarse a la vida, alzar antorchas, hacer por Cuba.