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El pueblo que rearma su vida desde el deseo y la cultura del detalle

A media mañana de este jueves llegó al municipio capitalino de Regla el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, para apreciar los favorables cambios que allí están teniendo lugar

Autor:

Juventud Rebelde

Ultramarino al fin, el pueblo habanero de Regla tiene un encanto natural que por estos tiempos vive un realce, como de rostro y ánimos renovados, a partir de las transformaciones que se vienen realizando entre sus calles.

Hay que ir por allá para apreciar de primera mano que no es poco o con desgano lo que allí se está haciendo: los cambios físicos se realizan con exquisito gusto; y los sociales —los primeros que se pusieron en marcha por las autoridades del territorio— se han empleado a fondo en eso de atender angustias y expectativas de muchas familias.

A media mañana de este jueves, para mirar bien de cerca cómo van quedando los procesos restaurativos y de estreno de obras, para conocer al detalle cuántas personas van encontrando soluciones a sus inquietudes como seres sociales, llegó al municipio de Regla el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

En el centro histórico del municipio el dignatario visitó, primeramente, una sala de juegos, donde entre otros detalles quiso saber cómo es la afluencia allí de público. Y luego se dirigió al cine-teatro de Regla, donde la primera secretaria del Partido Comunista en ese territorio, Zulia Muñoz González, ofreció una explicación sobre los cambios que se han venido realizando a partir de un diagnóstico muy cuidadoso de las características de la población.

Momentos antes, en el mismo recinto del cine-teatro, esta reportera había estado escuchando a Karenia Marrero Arrechea, intendente del municipio y maestra de profesión, quien, con la misma paciencia que debe mostrarse en un aula, informó sobre la recuperación de 20 obras enclavadas en el Centro Histórico, de las cuales hay 11 en las que todavía se está trabajando, aunque existe la meta de que sean inauguradas en breve.

Según comentó Karenia, ya están terminadas o restauradas la sala de juegos, el cine-teatro, una heladería, la cafetería El Prodal (donde se ofertan productos de esa marca), una dulcería, la posta médica —que era un viejo reclamo popular—, el hogar materno, tres bodegas, dos carnicerías, una pescadería, la biblioteca pública, el Parque Central, el Parque de los Mártires y el Emboque de Regla —uno de los principales objetos de obra.

Cuando Díaz-Canel hizo una pausa en el cine-teatro, Zulia Muñoz le habló sobre los cuatro barrios que están en procesos de transformación, más lo que ya puede disfrutarse en el Centro Histórico. Ella recordó con orgullo cómo fue que Fidel bautizó al pueblo de Regla como «la Sierra Chiquita», por la valentía con que se luchó desde allí en pos de las causas de la Revolución.

Y así como mismo habló de que el municipio ultramarino tiene 24 empresas estatales y otros actores económicos del sector no estatal, así como dijo que hay tres consejos populares, más de 43 800 habitantes, entre otros datos, también hizo referencia a desafíos como el deprimido fondo habitacional, jóvenes desvinculados del trabajo, madres en situación de vulnerabilidad, más de 1 200 ancianos que viven solos, o insuficientes espacios para la promoción y el consumo cultural, entre otros problemas.

Una breve frase de Zulia ante Díaz-Canel ofrece una idea de cómo andan los ánimos: «Regla comenzó a hacer, con cultura del detalle, con deseo». Y desde la pasión la dirigente habló del Emboque que para ella, en lo personal, es de las tareas más espirituales que se han emprendido.

El Jefe de Estado le preguntó si los pobladores han aceptado con agrado lo hecho en el Emboque; a lo que ella respondió que sí, que ya las personas se están sentando con gusto en el muro frente al mar. Díaz-Canel enfatizó entonces que lo esencial está en el cambio de actitud, en la participación de la gente, en la preservación de cuanto se haga, y en el sentido de pertenencia.

Lo que siguió en la mañana fue el recorrido del Presidente por instalaciones de las cuales le habían hablado. Entre la alegría y frases revolucionarias del pueblo, el mandatario visitó la heladería La Marina, la cafetería El Tropical, el complejo gastronómico Prodal, la cafetería Las tres cruces, el proyecto Velo-Cuba (donde rentan bicicletas), la posta médica, y la bodega.

Una mano de excelente gusto parece haberlo hecho todo. Por eso en uno de los inmuebles dijo el Jefe de Estado: «Ahora hay que mantener estas cosas, para romper eso de que escobita nueva barre bien, para demostrar que podemos hacer las cosas sostenibles, y que incluso las podemos mejorar».

Siguió el mandatario por toda la calle José Martí, buscando el mar; y entre el clamor del pueblo, mientras avanzaba, visitó la escuela secundaria Julio Antonio Mella, la panadería-dulcería, el local de altos puntales y pura piedra que algún día será la Casa de Cultura, la Biblioteca municipal (donde indagó sobre un piano allí visto, que data del siglo XIX, y sobre la enciclopedia cubana Mil preguntas, mil respuestas).

«Esto es tremendo, mira cómo camina las calles de Regla», dijo una vecina; y en una esquina una señora menuda, que compartió con él misión en Nicaragua, se le colgó del cuello y lo abrazó emocionada mientras también él compartía ese sentimiento.

«Díaz-Canel, creemos en usted», gritaron desde una acera. A lo que él respondió: «Y yo en ustedes». Siguió camino el mandatario y se detuvo ante el monumento a los mártires de Regla, e igualmente ante la tarja donde puede leerse: «Regla, 1836-1996. A los africanos que en el 1836 fundaron en este pueblo la Sociedad Secreta Abacuá».

El viaje por un camino bañado de mar, de sol y de pueblo, terminó al pie de una anchurosa ceiba, donde Omar y su rumba Way hicieron bailar a todos, incluido el Presidente, con un ritmo contagioso que rezaba: «No te confundas, hermano/ que cada día crece la solidaridad», y «vamos a resistir, sobrevivir y vencer».

El sol caía sobre un mar salpicado de ofrendas religiosas. La mañana fue linda, como de alma que se sacude y limpia y se dispone a seguir construyendo ese valiente salto de un día al otro, esa suerte que no pediremos prestada a nadie, que haremos —como dice el poeta genio— a mano y sin permiso, porque nadie vendrá por nosotros, ni en Regla ni en algún otro rincón de la Isla, a hacernos la vida.

Con integrantes del proyecto Velo-Cuba, donde rentan bicicletas, intercambió el Jefe de Estado.

 

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