La obra revolucionaria, desde sus inicios hasta hoy, ha tenido en todas sus etapas a las nuevas generacione como fuerza decisiva. Autor: Archivo de JR Publicado: 20/04/2021 | 11:13 pm
Siglo y medio después, en relevo constante de juvenil energía, hombres y mujeres portadores de renovadas rebeldías levantan en Cuba luminosas antorchas de esperanza y vida.
La Cuba libre y soberana de hoy se impuso desde sus días virginales, de tierra desconocida para los conquistadores.
Su propia identidad sobrevivió gracias a la tenacidad de sus primeros pobladores —su más apreciable legado— al resistirse a llamarla de otro modo que no fuera con la mágica palabra coiba, el mismo nombre de aquellas hojas, arrebatadas por la lujuria de codiciosos mensajeros de dioses blancos, que arrojaron al fuego al cacique Hatuey, su inclaudicable jefe.
Fueron Jóvenes valerosos, repletos de sueños frustrados por el poder absoluto de una autoridad imperial parásita, insaciable en su afán de chupar las riquezas de la Isla esclava y colonizada, quienes decidieron libertar para siempre su tierra natal, o morir en el combate.
Solo 25 años contaba el bayamés Carlos Manuel de Céspedes cuando regresa de Europa con el título de Abogado, instala su bufete en la ciudad e inicia su actividad conspirativa contra la metrópoli.
A los 33 es encarcelado por primera vez, debido a su actitud política contraria a España.
La decisión de Céspedes de adelantar el alzamiento al grito de Independencia o Muerte, la libertad de sus esclavos y el convite a unirse a la lucha por su destino, su rechazo al chantaje de abandonar el combate cuando le apresan un hijo, lo consagran como Padre de la Patria.
Todavía dejará un legado de alcance histórico y estratégico para la independencia de la Isla cuando devela lo que considera «el secreto de la política de Estados Unidos respecto a Cuba».
«Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que no salga del dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; este es el secreto de su política y mucho me temo que cuanto haga o proponga, sea para entretenernos y que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces o desinteresados».
Su conclusión, escrita en carta a José Manuel Mestre, representante diplomático de la República de Cuba en armas en Estados Unidos, a fines de julio de 1870, resultará profética.
Dos días después del alzamiento de Céspedes en Demajagua, Antonio de la Caridad Maceo Grajales, joven de 23 años de edad, integrante de una prestigiosa familia santiaguera «de color» —como se dice entonces— se une a la rebelión junto a dos de sus 12 hermanos, José y Justo. Al final toda la familia, incluidos sus padres, se volcarán al combate. Mariana, su madre, deviene «Madre de la Patria» , modelo de consagración patriótica.
El joven abogado camagüeyano Ignacio Agramonte Loynaz, quien alcanzará enorme prestigio y notoriedad por su destreza hace mucho que conspira por la libertad de Cuba cuando Céspedes detona la Guerra de Independencia, tiene 27 años y está todavía de «luna de miel» con el único y gran amor de su vida, Amalia Simoni Argilagos, una bella muchacha de 26 años, hija de una acaudalada familia, que se lanza junto a él a la manigua y luego de ser apresada, tras la muerte de su amado, es obligada al exilio.
Jamás desiste del patriotismo de El Mayor, como nombran a Ignacio, quien cae en combate en 1874. Cuando ella regresa a Cuba, en la República sin independencia, se opone tenazmente al intervencionismo yanqui y a la Enmienda Platt.
Nueve años tiene José Martí cuando viaja con su padre a Caimito del Hanábana, en Matanzas, donde permanece entre abril y diciembre de 1862, tiempo suficiente para descubrir con sus ojos y odiar el oprobioso régimen de la esclavitud.
En uno de sus escritos posteriores señala: «¿Quién que ha visto azotar a un negro no se considera por siempre su redentor»… «Yo lo vi, lo vi cuando era niño y todavía no se me ha apagado en las mejillas la vergüenza», subraya.
En su artículo Mi raza afirmará. «Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro».
Apenas ocho años más tarde de la imborrable imagen de Hanábana, José Martí ingresa al presidio político en las Canteras de San Lázaro, en La Habana. Tiene 17 años y afronta con firmeza el rigor de trabajos forzados. Es el 4 de abril de 1870.
Ahora pienso que tal vez eso motivó que la Dirección de la Revolución anunciara el 4 de abril de 1961 la creación de la Unión de Pioneros de Cuba (UPC) hoy Organización de Pioneros José Martí. ¿Qué mejor homenaje a nuestro joven Héroe Nacional?
El 28 de agosto de ese mismo año le envía a su madre una foto donde aparece con el traje de presidiario y el grillete. En el reverso escribe:
Mírame, madre, y por tu amor no llores;
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,
Tu mártir corazón llené de espinas Piensa que nacen entre espinas flores.
Durante más de seis meses Martí se vio obligado a arrastrar las cadenas y el grillete, hasta que un amigo de sus padres consigue su traslado hacia la finca El Abra en Isla de Pinos y ya en enero de 1871 sale deportado hacia España.
En la primera decena de abril de 1869 se dan cita en Guáimaro, Céspedes y los grupos representativos de las regiones insurreccionadas, para formar la Asamblea Constituyente.
El 10 de abril de 1869 proclaman la primera Constitución de la República en Armas. Dos días después Céspedes toma posesión de la Presidencia de la República.
El joven Martí estará ausente de la larga Guerra de los Diez Años, pero inspirado en aquellos actos, el 10 de abril de 1892 anuncia la existencia del Partido Revolucionario Cubano como el instrumento político para la organización de la Guerra Necesaria para la definitiva independencia.
Su prédica incansable consume su juventud. Su lucidez y sus convicciones le permiten aglutinar a los generales veteranos Gómez y Maceo, con los que regresa a su Isla amada a dar su vida y ejemplo. Tiene 42 años.
No consigue cumplir «su obligación… de impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas… el camino… de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia (…)».
Sin embargo, con el fin de la guerra regresa a Cuba su amigo Carlos Baliño, obligado al exilio desde 1869 —con solo 21 años de edad— «un cubano que padece con alma hermosa por las penas de la humanidad», según Martí, quien lo invitó a la fundación y firma del programa del Partido Revolucionario Cubano, acto en el que hace constar su fe en los principios e ideas marxistas.
En respuesta, el Apóstol le confiesa: «La Revolución no es la que vamos a hacer en la manigua sino la que desarrollaremos en la República».
Será Baliño, el poeta, escritor, periodista y esclarecido orador («pluma y lengua de oro», lo llama Martí) quien dará continuidad a la gesta antimperialista junto a Julio Antonio Mella, el cubano que más hace por Cuba y la Revolución en su corta existencia de 25 años.
Nacido en 1903, a los 19 años ya Mella es líder de la lucha estudiantil por la reforma universitaria. Entre 1923 y 1929, funda la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), inaugura la Universidad Popular José Martí, es fundador de la Liga Anticlerical (1924) y de la sección cubana de la Liga Antiimperialista de Cuba junto a Carlos Baliño y Rubén Martínez Villena. El 16 de junio de 1925 funda junto a Baliño el primer Partido Comunista de Cuba.
En 1926 lo expulsan de la Universidad de La Habana por sus acciones revolucionarias. Es detenido y obligado a exiliarse en México. Ese propio año Carlos Baliño es detenido y condenado a prisión. Su salud deteriorada no resiste y muere el 18 de junio de 1926, el día antes de entrar a la cárcel.
En México Mella se vincula al movimiento revolucionario continental. Machado lo sigue considerando un peligro para su régimen. Le faltan dos meses para cumplir 26 años cuando sicarios del gobernante lo asesinan a tiros en la capital mexicana el 10 de enero de 1929.
En 1926 nace Fidel Castro. Apenas dos décadas más tarde se lo verá en la Universidad de La Habana reivindicando los ideales de Céspedes, Maceo y Martí.
El 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista perpetra un golpe de Estado en contubernio con las Fuerzas Armadas y la embajada de Estados Unidos. El ya recién graduado abogado Fidel Castro denuncia el cuartelazo ante el Tribunal Supremo por violar la Constitución. Una nueva generación decide reivindicar a Martí en su Centenario.
El asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, por una tropa de jóvenes imbuidos de los ideales del Apóstol, bajo la jefatura de Fidel, abre un nuevo período revolucionario, que logra la victoria el 1ro. de enero de 1959 y se extiende hasta hoy. La Revolución ha tenido en todas sus etapas a la juventud cubana como fuerza decisiva. Inspirados en esa tradición ha transcurrido 60 años de una obra cuyas nuevas generaciones ha sido protagonistas y creadoras.