Con la cuarentena las calles de Florencia parecían las más calladas del mundo. Autor: Luis Raúl Vázquez Muñoz Publicado: 16/05/2020 | 08:25 pm
FLORENCIA, Ciego de Ávila.— Algún día todo se volverá recuerdo. A lo lejos, en medio de un silencio de mediodía y del calor húmedo de la tarde, se veían los edificios del Micro Uno de Florencia. Los últimos pisos sobresalían entre el bosque de árboles en los patios, y la lejanía los hacía parecer piezas de juguetes pegadas a las montañas.
Ya habían pasado varios días de aquel inicio de la cuarentena. Algunos podían haber perdido la cuenta por estar en casa y no moverse de las cuatro paredes, salvo a comprar algo en la placita provisional o en las tiendecitas (también provisionales) creadas en el barrio.
En la distancia se escucha, casi con un murmullo, una voz por el altoparlante. A ratos las palabras se perdían como si se deslizaran; pero entre lo que se lograba escuchar se entendía que eran consejos para mantenerse dentro del hogar: una voz pausada, reiterativa, casi quieta por la repetición, que daba recomendaciones sobre la importancia de mantener la distancia, lavarse las manos o usar la mascarilla.
Algún día todo eso será memoria. Las calles ahora vacías se llenarán de niños o de vecinos que sacarán los sillones a los portales al atardecer, cuando el sol diga adiós por el otro lado de las lomas, y hablarán de aquellos días cuando todo comenzó y hubo una cosa que se llamó cuarentena. Alguien contará todo eso, de cuando la vida derrotó a la muerte.
La segunda noticia
Todas las tardes la fumigación del pueblo se mantiene.Foto:Luis Raúl Vázquez Muñoz.
El municipio de Florencia vivió su segunda noticia difícil el sábado 11 de abril, cuando se anunció la cuarentena para el área de Micro Uno, en el poblado cabecera, y para la comunidad de Limpios Grandes, junto al consejo popular Isla de Turiguanó, en el municipio de Morón.
La primera noticia se había conocido unos días antes, al reportarse 11 casos confirmados dentro de un grupo de muestras en estudio, resultado que se anunció de un golpe.
El número por sí solo estremeció, sobre todo porque en el país las medidas contra la pandemia subían de nivel: ese mismo día se comunicó que Cuba entraba en una nueva fase de enfrentamiento a la Covid-19; junto a las duras críticas del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez dirigidas a este municipio, cuando se mencionó en la reunión del Consejo de Ministros que el brote avileño estaba relacionado con una fiesta. Esa misma noche, delante del televisor, en Florencia muchos sintieron que las lágrimas corrían de la vergüenza.
«Fue un momento muy duro, recuerda el presidente del Consejo de Defensa Municipal, Yenni Carvajal Jiménez. Pero los hechos estaban ahí, teníamos un foco con una amenaza muy grande y lo que se debía hacer era revisar qué habíamos hecho mal e irle de frente al problema».
Dos islas dentro de un pueblo
Hasta los plátanos se fumigaron antes de entrar a la zona roja.Foto:Luis Raúl Vázquez Muñoz.
Cuarentena. La sola mención de esa palabra con sus diez letras inspiró una tensión muy fuerte. Por teléfono, Luis Hernández Cepero, corresponsal de la emisora provincial Radio Surco, confesaba a JR: «Aquí en Florencia nunca se había visto algo igual. Esto es único».
El asombro de Luis Hernández era compartido por Yudismany Negrín Echemendía, director municipal de los Joven Club de Computación y Electrónica, y Yanet Castro Real, inspectora de la Dirección Municipal de Educación. Ambos contaron en aquel momento, también por vía telefónica, sobre el ómnibus que transportaba a personas para el hospital y los preparativos para un aislamiento mayor.
Mientras la tensión crecía y los vecinos hacían sus declaraciones, en Micro Uno y Limpios Grandes se ajustaban las últimas medidas de cuarentena. Por ser el área de más densidad habitacional, el primero exigió un mayor trabajo. Para atender a 1 085 habitantes —residentes en 423 viviendas y 14 edificios con 276 apartamentos— se diseñó una bodega fuera del perímetro, porque la del barrio quedó dentro de la zona roja. Se creó un punto de venta de acopio con su sistema de abastecimiento; un sistema de pago a jubilados con sus mensajeros para los ancianos que no podían salir de casa; un punto de venta de pan, otro de medicamentos, un área de pago por tarjeta, otra para brindar el servicio de Western Union y se acondicionó un local para la venta de productos en CUC.
La dirección de Salud activó los dos consultorios del médico de la familia y creó un equipo de 44 trabajadores; algunos de ellos, no residentes en la zona, voluntariamente se internaron los 28 días de aislamiento. También habilitó un servicio de Estomatología con un sillón móvil y posibilidades de brindar atención maxilofacial.
A la par se formó un equipo de Servicios Comunales, otro para organizar las colas, un tercero para distribuir la prensa y un cuarto de Comercio, que incluyó a una bodeguera que entró voluntaria a la zona para atender los mandados.
En Limpios Grandes (139 habitantes con 35 viviendas), además de una buena parte de esos servicios, se crearon las condiciones para llevar módulos de aseo, alimentos, cloro y todo lo que se pudiera necesitar. En otras palabras, en Florencia se crearon dos islas dentro de un pueblo. Y aun así siempre ocurrió algo inesperado.
«Yo estoy enhueca’o»
Después de varios días de susto, cierto alivio vuelve a Florencia.Foto:Luis Raúl Vázquez Muñoz.
Algunos vivieron angustias inevitables, algunas muy duras: siete personas fallecieron fuera del área de aislamiento y con familiares dentro de cuarentena. En la mayoría de los casos eran pacientes hospitalizados fuera del municipio. En todos los casos se autorizó la salida de un reducido grupo de personas y bajo estrictas medidas sanitarias, siempre acompañadas de personal sanitario que veló por el cumplimiento de las medidas de protección.
La incertidumbre tuvo otros matices. Con el anuncio de la cuarentena, 11 guajiros residentes en Micro Uno debieron soltar sus vacas o entregarlas a familiares o a amigos para que se las cuidaran. La pregunta de cómo estarían los animales los martilló durante 28 días en todas las formas posibles.
Uno de ellos fue Arquímedes Herrera Pacheco, residente en el primer apartamento del edificio 1. Delgado, de pómulos muy salientes, Arquímedes confesó que su hogar se volvió muy chiquito «de estar tanto tiempo enhueca’o», dijo. «Ay, mijo, yo toda una vida he estado suelto por el campo y ahora me he tenido que meter en la casa. ¿Hasta cuándo será esto?».
Con Arquímedes conversamos en la intersección de las calles Esteban Recio y Juan Bruno Zayas, único punto de acceso habilitado hacia la zona roja. Nadie ni nada podía traspasar la línea de separación. Los alimentos del agro, las medicinas, los productos de aseo: todo debía descargarse ahí, se fumigaba a quien los entregaba y los recibía, y se pasaban a otro vehículo dentro de la zona de aislamiento.
También este campesino debió hacerlo antes de recibir el galón de leche que le entregó su hijo, Osvaldo Herrera Simón, después de desinfectar el recipiente, las manos, los zapatos y mantener la distancia exigida por el personal de seguridad.
Osvaldo quedó a cargo de las nueve hectáreas del padre, las seis vacas, un toro y una novilla. Arquímedes suelta una risita pícara: «El “coronabicho” ese obligó a este a aprender a andar con vacas —dijo—. No sabía ordeñar y tuvo que aprender». «Si fuera eso solo… —añade Osvaldo—. Hasta tuve que ayudar a una vaca a parir».
El padre saluda al hijo, se acomoda el sombrero y se aleja despacio, encorvado, convirtiéndose en una figura diminuta hasta perderse a lo lejos, en una vía rodeada de portales vacíos que, a esa hora, en medio del calor de la tarde número 25 de la cuarentena, parecía la calle más grande y callada del mundo.
Una pesquisa prende la alarma
Para el doctor Eduardo Zalascaín Petergrave, subdirector del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología, existe un denominador común en los episodios que generaron cuarentenas, como las de Florencia o la Isla de Turiguanó, o fuertes medidas de vigilancia, como las aplicadas en el municipio de Venezuela, el cual acumula hasta la fecha 18 casos confirmados.
«En todos se dio un evento relacionado con viajeros internacionales que sostuvieron contacto con sus familiares y descuidaron las medidas de aislamiento o distancia física entre las personas —explicó el especialista a JR—. A partir de ahí comenzó la expansión del SARS-CoV-2 en esas localidades, lo que nos obligó a adoptar medidas fuertes para detener su propagación».
La afirmación del doctor Zalascaín Petergrave se grafica con el callado andar del coronavirus por Florencia: El 20 de marzo de 2020 se realizó una comida familiar en la que estuvieron alrededor de 20 personas. El propósito era celebrar la visita de un matrimonio cubano emigrado a Estados Unidos, el cual se encontraba desde hacía varios días en el país y no se había sometido a aislamiento. El uso del nasobuco no era común en esos momentos, ni otras normas estrictas de prevención, aunque sí estaba clara la alerta del virus y la necesidad del distanciamiento.
Tras la cena, todo pareció transcurrir normal hasta que el día 30 una pesquisa en la comunidad de Limpios Grandes detecta síntomas de Covid-19 en una joven de 18 años y su esposo. Ambos son trasladados junto a la madre de la joven. La señora se nota con catarro. Ella y su hija han estado en la actividad familiar. Se hacen las pruebas. La madre y el esposo dan negativo, pero en la joven se confirma el virus. Es el caso índice o cero de Florencia.
Comienza la tormenta. Las autoridades empiezan a levantar los primeros contactos. Se hacen las pruebas y pocos días después se tienen 11 positivos. Las indagaciones no se detienen, ahora en busca de los que se relacionaron con los primeros sospechosos y confirmados. La cifra, entonces, se acercará a las cien personas. De ese grupo se confirma el contagio de una señora de Tamarindo, madre de otro caso positivo. El hombre refirió que estuvo unos minutos en la comida y después regresó en bicicleta a su casa. Aun así, a pesar de la brevedad del contacto y sin imaginarlo, infectó a su madre, a su esposa, al hijastro y a otros familiares.
Al final las exploraciones ubican focos en cuatro viviendas de la zona de Micro Uno y en siete de Limpios Grandes. En esta última comunidad la alarma es seria: es más pequeña, los vecinos tienen algún grado de parentesco y la familiaridad es grande, por lo que el peligro de contacto es mucho. La preocupación se dispara al conocerse la posibilidad de que todos los trabajadores de una pollera de la localidad estén infectados.
¿Hasta dónde pudieran llegar los positivos? De inmediato se procede al aislamiento de todos los trabajadores del almacén 805 del Mincin, al conocerse su vínculo con personas sospechosas. También se aísla a 41 trabajadores de la pollera, que son remplazados por obreros traídos de otras localidades por la UEB Avícola. Ese grupo iba a dar negativo en las jornadas siguientes; pero a esas alturas del juego ya el aislamiento era inminente en Florencia.
La vacuna más difícil
El aislamiento terminó entre aplausos, pero la guerra contra el coronavirus sigue.Foto:Luis Raúl Vázquez Muñoz.
Para Yaremis Pita Luis, vicepresidenta del Consejo de Defensa Municipal, haber actuado con rapidez y aislar a todos los casos posibles de contagio, fue una de las garantías y enseñanzas del episodio de Florencia. También mantener las medidas sanitarias por encima de todo.
A pesar de que la cuarentena se levantó entre aplausos el día 8 de mayo, en el municipio se mantienen varias preguntas, válidas para cualquier lugar de Cuba. ¿Podría volver a surgir un foco igual? ¿Por qué las personas violan las medidas, a pesar de tener todas las informaciones y advertencias posibles?
«Porque lo más difícil de cambiar es la conducta humana —destaca el doctor Ernesto René Salcedo Rocha, sicólogo clínico y exdirector del Centro Provincial de Promoción para la Salud—. Modificar el comportamiento implica tiempo y esta es una situación en la cual los cambios deben hacerse muy rápido. ¿Alguien está acostumbrado a lavarse constantemente las manos con cloro? No, ¿verdad? Ahí aparecen los conflictos».
Salcedo señala que la percepción de riesgo es un componente dentro del comportamiento humano, pero no determina por sí sola la conducta porque está relacionada también con lo afectivo, lo relativo a esas costumbres que se deben modificar, y ese factor puede contribuir a fijarla o disminuirla. «Por ejemplo, a veces te encuentras con personas que ante una enfermedad de transmisión sexual te dicen: “A mí no me coge”, y como no se cuidan, se infectan. Con el coronavirus pasa igual, salvando su gravedad.
«En Florencia el componente familiar fue un elemento que neutralizó la percepción de riesgo. Las personas tenían el conocimiento, pero sicológicamente el peso de la familia, en una comunidad donde culturalmente ese lazo desempeña un papel muy fuerte, inclinó la balanza de manera inconsciente hacia la imprudencia. Eso no se debe olvidar porque puede volver a ocurrir allí o en otra parte».
El especialista afirma que otro conflicto pudiera surgir cuando las personas se adapten a la situación de la pandemia, la tomen como normal y «bajen la guardia».
Las colas, señala, son otro escenario en el que sicológicamente hay una «lucha» entre una necesidad objetiva material y la necesidad de protegerse: «Mucha gente va a la cola y corre riesgos no por irresponsables, (aunque los puede haber), sino por un conflicto subjetivo muy fuerte. Por eso hace falta organizarlas bien.
«Creo que para lograr el cambio de conducta es necesario ampliar la comunicación pública y hacer ver el lado jurídico de la pandemia, todo integrado. Usted puede castigar al indolente, que si eso no se conoce el efecto es nulo: no se concientiza el problema, se extiende la impunidad y con ella el virus.
«También es necesario comunicar con eficacia, tocar el lado familiar, humano, el que te puede hacer reflexionar. Pensemos: ¿qué incentivo pueden tener las personas para controlar la pandemia? Por eso no podemos hablar solo de percepción de riesgo; es importante visualizar el componente afectivo, la parte subjetiva. Resulta imprescindible ver a las personas que vivieron la enfermedad y conmover, porque no podemos olvidar algo: la única vacuna efectiva que tiene este virus es un comportamiento responsable. Y esa es la más difícil de obtener, aun cuando mañana aparezca la otra».