Cuentapropistas holguineros elaboran máscaras protectoras a partir de materias primas plásticas, que facilitan la contención a la COVID-19 Autor: William Parrado Publicado: 11/04/2020 | 01:29 pm
HOLGUÍN.—Búsquedas en Facebook y llamadas a través de celulares y telefonía fija sirvieron para localizar en la capital al holguinero Edgar Narciso Hernández Oro. Recién había arribado a la urbe habanera, acompañado por su familia, para apoyar en su embarazo a Lis Giselle, la hija mayor.
Finalmente, JR se comunicó con este cuentapropista (con licencia de reparador de artículos varios), quien es de los «vacunados» en estos tiempos con solidaridad y altruismo.
Licenciado en Matemática, Hernández Oro (49 años de edad) acumula casi una década de experiencia en su oficio y creó un taller en calle Cuba, en el municipio cabecera de esta nororiental provincia.
Su esposa, Liset Zaldívar, y Lis Giselle, también ejercen el trabajo por cuenta propia, como fotógrafa y plasticadora respectivamente: «Cada una de nuestras actividades generó desechos de materias primas plásticas durante años, las cuales fuimos acopiando en cajas. En esta contingencia, y a partir de la idea de un integrante de un grupo de diseñadores en WhatsApp, me sumé a la iniciativa de obtener máscaras faciales con las materias primas referidas y otras que donó Fernando Santiesteban, miembro de ese grupo en Holguín».
Habitualmente se dedica a la reparación de equipos de oficina, entre ellos sistemas de impresión. Pero la amenaza del nuevo coronavirus movilizó su ingenio: «Recibí apoyo de otros cuentapropistas, quienes participaron desinteresadamente en la fabricación de las manufacturas. Esas personas, entre ellas un estudiante universitario, una jubilada y un hermano de la Logia Masónica Roberto Luis Ferrer, a la que pertenezco, midieron, trazaron, cortaron, perforaron y ensamblaron las piezas de las mascarillas.
Nos reunimos cumpliendo las medidas sanitarias e hicimos 350 piezas en menos de 24 horas en mi taller. Terminamos con las manos ampolladas», recuerda.
Las mascarillas están compuestas por una pantalla frontal, un soporte de PVC y una cinta que hace función de sujeción a la cabeza, unidos todos por tres broches. Las primeras las elaboraron entre las 9:30 am del día 8 y la 2:00 am del 9 de abril, y de inmediato donaron, a través del Gobierno Provincial, a la Dirección Provincial de Salud, unas 150 unidades.
El resto las han ido llevando a salas de otros hospitales nororientales, como el Lenin, el Clínico Quirúrgico y el Pediátrico, y seguirán realizando coordinaciones para incorporar otras en esas instalaciones.
Fue una sorpresa para él el impacto de las mascarillas. Muchos trabajadores de la salud han elogiado la factura y utilidad de las mismas: «No las comercializaremos —advierte—. Las hemos suministrado a las Salas de Terapia Intensiva de los hospitales, primeramente.
«Entre mis hermanos de las tres logias masónicas de la ciudad cabecera hay 23 médicos, los cuales recibieron una «careta» cada uno. Prefiero llamarlas máscaras faciales, de acuerdo a su finalidad en la Medicina. Si se combinan con el nasobuco, no hay necesidad de portar gafas y cubren todo el rostro de nuestros profesionales».
Sugiere que «medios como estos sería bueno elaborarlos a escala industrial, por sus beneficios para enfrentar no solo la COVID-19, sino también otras enfermedades transmisibles».
«En el mercado internacional –refiere–, cuando exploramos en Internet, encontramos máscaras parecidas, cuyos precios oscilan entre 8 y 14 dólares. Nos gustaría que desde la Dirección Provincial de Salud Pública se haga una evaluación completa sobre las nuestras».
Próximamente, en La Habana, empezarán la fabricación de más mascarillas, quizás la misma cantidad que en Holguín, a fin de aportarlas a instituciones médicas capitalinas: «Junto a mí, participarán en la confección mi esposa, Lis Giselle y mi hija menor, Sheila (17 años). Así aprovecharemos nuestra estancia acá, a propósito del embarazo de Lis (tiene 22 semanas de embarazo), quien vive en el Cerro desde hace dos años».