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Placer de hoy, angustia de mañana

Las drogas ilegales son las que más pueden lacerar nuestra salud, sin ignorar que el tabaco y el alcohol, en el marco de la legalidad, también acarrean daños en el adicto y en sus familiares

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Aquello que se clasifica como blando, suave o ligero se nos esboza de inmediato como algo inofensivo. No pensamos en el peligro que puede representar y nos acercamos, o lo probamos, y lo dejamos pasar, porque en definitiva, «no es peligroso».

Ese riesgo se corre cuando se mencionan las drogas, porque las denominadas blandas, como el tabaco o el alcohol, no dejan de acarrear perjuicios para nuestro organismo. Claro que en menor medida que las llamadas duras, como la marihuana, la cocaína y otras, pero, de hecho, aquellas son las que provocan que, en no pocas ocasiones, «coqueteemos» con las más dañinas.

En el libro Drogas que visitan nuestros hogares. ¿Cómo contenerlas?, los especialistas en Siquiatría Ricardo González Menéndez e Isabel Donaire Calabuch, prefieren validar el concepto de drogas ilegales y drogas legales, y no clasificarlas como duras o blandas, pues el consumo, tanto de unas como de otras, inciden en la modificación de la  personalidad y la conducta del individuo.

Ciertamente en algunos países la legalización de la marihuana, por ejemplo, puede favorecer la confusión, pero es sabido que sigue siendo ilegal en la mayoría de las naciones, como la cocaína, la heroína y otras sustancias de este tipo.

¿Por qué son las peores las drogas ilegales? A la interrogante responden los doctores, con vasta experiencia en lo relacionado con el tratamiento y la rehabilitación de personas que han estado bajo los efectos de su consumo, así como de familiares, quienes también padecen las consecuencias de este tipo de adicción.

Los expertos refieren que este tipo de drogas tiene una elevada capacidad para determinar dependencia, o sea, un incremento de la frecuencia en su consumo. Esta cifra, aclaran, en las drogas ilegales rebasa el 50 por ciento y en algunas como la heroína y la morfina llegan al 90 por ciento.

Insisten en que la rapidez con que se establece esa dependencia es mayor que la evidenciada en las sustancias legales y debe destacarse que en algunos casos, como la heroína y cocaína administradas por vía intravenosa, la dependencia puede establecerse desde el primer consumo.

Abordan el concepto de tolerancia, o sea, en qué grado el consumidor requiere cada vez mayores dosis para obtener los resultados iniciales. «Para tener una idea del significado de este efecto al valorar el carácter ilegal de una droga, queremos comentar que si el tabaco o el alcohol determinaran igual grado de tolerancia que las drogas antes referidas, un dependiente al tabaco tendría que consumir 30 cajetillas de cigarrillos diariamente, y un dependiente al alcohol más de 20 botellas diarias de bebida fuerte».

Los autores del libro señalan que «aun cuando la categoría de ilegal implica automáticamente el carácter delictivo del consumo, en realidad los factores más considerados son los financieros, necesarios para garantizar el suministro; de ahí que los delitos más típicamente asociados a las drogas ilegales son de tipo económico como robos, asaltos, estafas y chantajes, pero la criminalidad se asocia también a los cambios sicofisiopatológicos asociados, a la influencia de toda sustancia que modifica el comportamiento».

Cuando hablamos del consumo de drogas ilegales, es importante mencionar la capacidad para causar enfermedades, invalidez o muerte. Apuntan los doctores que existen drogas con posibilidades de terminar con la vida del consumidor desde la primera dosis, y en ese caso podemos mencionar la heroína, la cocaína, el éxtasis y el LSD, que implican riesgos fatales por los mecanismos respectivos de la sobredosis, tales como la hemorragia cerebral, la falla renal asociada a la destrucción muscular por fiebre elevadísima e incontrolable y el lanzamiento al vacío por la errónea percepción de la distancia, que hace ver la calle a solo dos metros mientras se observa desde un elevado balcón.

«También son ejemplos el desencadenamiento de esquizofrenias en sujetos con alguna predisposición, y el cáncer pulmonar, complicaciones de alta frecuencia en la marihuana, así como las flebitis, endocarditis y los abscesos cerebrales en drogas consumidas por vía inyectable», señalan.

Las drogas ilegales conllevan repercusiones desde el punto de vista socioeconómico y ético. «Ocupan irrebatiblemente el primer lugar en este aspecto, toda vez que además de los daños biológicos, sicológicos, sociales, culturales y espirituales comunes a todas las sustancias que afectan la conducta en forma relevante, se suman otros de carácter macrosocial y también de funestas consecuencias.

«En ese caso vale mencionar la delincuencia organizada, el enriquecimiento ilícito, la extracción a capital pasivo del dinero circulante, el blanqueo de dinero, la violencia extrema en pases de cuenta, guerras de narcotraficantes y expendedores, corrupción generalizada, afectación de la productividad laboral y daño a la propiedad privada y social, todos sumados a los gastos sociales por asistencia médica, jurídica o carcelaria y seguros de vida».

Insisten los especialistas en que, aunque muchos catalogan de droga blanda al alcohol, por demás droga legal, no podemos perder de vista la repercusión integral sobre el ser humano y su entorno familiar, laboral y social. «Es inadmisible que se exima de responsabilidad jurídica su uso público embriagante, dado el altísimo riesgo de tragedias implícito en su consumo, tal y como puede suceder con el consumo de las drogas ilegales».

Esta reportera se suma al análisis porque cada vez es más evidente que las bebidas alcohólicas se asocian, erróneamente, con diversión, y que cada vez a edades más tempranas se inicia el consumo, a veces motivado por el entorno familiar, lamentablemente.

Despojémonos entonces de categorías, si es preciso, y centrémonos en reflexionar cuánto placer o beneficios puede proporcionarnos aquello que nos perjudica nuestra salud física y mental, e incluso la de nuestros seres más queridos. Lo que hoy queremos probar, «para ver qué se siente», puede ser mañana la razón de nuestra angustia y la de nuestra familia.

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