Foot cover de Las tortugas prefieren Guanahacabibes por el componente geológico de la Península. Autor: Dorelys Canivell Canal Publicado: 30/11/2017 | 08:33 am
PENÍNSULA DE GUANAHACABIBES, Pinar del Río.— Miguel Ángel y Lemus aseguran que Roncali ha salido en estos 15 días más de 4 o 5 veces.
«Aparece, da par de vueltas, abre un hueco, a veces la ayudamos y otras la empujamos para que se vaya al mar de nuevo. Casi nunca ha anidado, quizás por eso de tener una malformación en las aletas traseras».
El caso es que desde hace más de siete años esta tortuga marina llega hasta las playas de Guanahacabibes por instinto o porque ya sabe el camino y conoce que aquí nunca le harán daño.
Le han puesto Roncali por el faro, por supuesto. « ¡Qué vaga es, uno le abre el hueco, la ayuda a acomodarse y si no le gusta se levanta y con su santa paciencia se pone a abrir otro y uno ahí al lado de ella, y así se va la noche!», comentaban estos dos trabajadores del Parque Nacional Guanahacabibes en la playa Caleta del Piojo, casi a la medianoche del 7 de septiembre pasado.
Antes, al caer la tarde, habíamos pasado un rato en La Barca, otra playa distante, velando algunos nacimientos.
«Ya no nos pican los mosquitos ni los jejenes, que se ponen feroces por estos lados». Hace un calor infernal, pero estos guajiros buenos se han quedado por 21 días en el campamento.
«Es que quedan nidos por nacer, afirman, y aún sale alguna que otra tortuga. Los muchachos de La Habana se fueron hoy mismo por la mañana, dicen que el huracán ese amenaza con ser fuerte y no quieren que los coja por aquí. Oiga que un huracán en el Cabo es feo», asiente Lemus.
«Roberto, llama Miguel Ángel al especialista principal del Parque, si Rubiera dice que el ciclón va a coger para acá vienes a buscarnos, que yo soy padre de familia y tengo una pila de bocas que mantener», jaranea sobre la arena a la orilla de la playa.
«Viste, cobijamos el techo y esa cocina está más limpia que la de la casa. Ven, periodista, para que comas con nosotros, que hoy sí me la gasté. Por cierto, Roberto, nos va a hacer falta que traigas más arroz, es que tú crees que si anda uno de nosotros trabajando por el monte y llega al mediodía uno no va a brindarle un boca´o», me dice buscando que yo asienta.
Son las 12 y 45 de la noche y el mar está más tranquilo que un plato.
« ¡Allá hay una!», digo con sobresalto. «No, periodista, eso es una piedra, con la luna que hay el caparazón brilla que da gusto. Ahorita sale alguna, hay que tener paciencia».
Después de un buen rato dejamos a Miguel Ángel García y a Lázaro Lemus con sus historias, sentados en la duna. Decidimos irnos hasta La Barca otra vez, si tenemos suerte veremos una tortuga esta madrugada.
No queda un centímetro de piel que no pique. Los mosquitos han hecho zafra con nosotros, y yo pienso en los que verano tras verano pasan 15 días como voluntarios en el monitoreo de las tortugas. En su mayoría estudiantes de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana (UH), alumnos y profesores de las facultades de Ciencias Forestales y de Ciencias Pedagógicas de la Universidad de Pinar del Río (UPR), del Instituto Marítimo Pesquero de La Habana, y representantes de instituciones científicas y académicas de la provincia.
Desde hace 19 años el programa de conservación de tortugas marinas en la Reserva de la Biosfera Península de Guanahacabibes se desarrolla sin interrupción; su alcance ha llegado hasta la misma comunidad.
Casi a las 2 de la madrugada Roberto, a unos 150 metros de distancia, me hace señales con una luz roja, que es la que debe usarse para no estresar a las tortugas. Los años en el cuidado de estas especies le han enseñado a reconocer su rastro.
«No es tan grande», dice, aunque me parezca enorme. Aguardamos a unos metros de ella, está cavando su cámara de anidación, pero hay muchas piedras grandes que la entorpecen. Después de un buen rato decide irse.
Su orificio es tan profundo que los pedruscos y las raíces la han atrapado, Roberto se ha echado en el hueco y la empuja con fuerza. Una vez afuera camina sola, da unas vueltas y se pone a cavar otra vez en un sitio con más piedras aún. Caprichosa esta tortuga verde.
Disposición de las playas con campamentos a lo largo de la Península de Guanahacabibes.
En Guanahacabibes anidan tres de estas especies: Chelonia mydas (Tortuga verde), Caretta caretta (Caguama) y Eretmochelys imbricata (Carey), en ese mismo orden es el nivel de arribo a la Península.
Según explica Roberto Varela Montero, licenciado en Biología y especialista principal del Parque, las tortugas cumplen una función biológica dentro del ecosistema.
«Generalmente en su primer estadío de vida se alimentan de calamares y medusas, a medida que van creciendo se van especializando. El carey se alimenta de esponjas, es por ello que se considera una especie clave de los arrecifes coralinos; la esponja compite con el coral por espacio y alimento, y como el carey regula las poblaciones de esponjas le da salud a los corales», explica.
La tortuga verde se sustenta de pastos marinos, les hace una poda natural, por tanto les da vida y en los pastos se desarrollan numerosas especies de moluscos, crustáceos y peces. La caguama se nutre de crustáceos como el erizo y la estrella de mar, algunas especies de cangrejos y langostas.
Génesis
Para hablar del proyecto hay que remontarse varios años atrás, pues aun después del triunfo de la Revolución se consumían tortugas por esta zona, y es a partir de 1998, con la iniciativa de la profesora María Elena Ibarra, hoy fallecida, que se inicia esta estrategia de protección y conservación de tortugas marinas.
La investigadora, junto a Fisco Varela, vecino del lugar que conocía los lugares de mayor cantidad de arribos, señaló los sitios de mayor anidación; y el monitoreo biológico que se le hizo a la especie fue el encargado de decir cuáles eran las playas de más abundancia de tortugas. En ellas se enclavaron los campamentos.
«Al principio laboramos con estudiantes de la Universidad de La Habana y el Centro de Investigaciones Marinas, después se incorporaron alumnos de la Universidad de Pinar del Río Hermanos Saíz, y finalmente logramos, gracias a un largo proceso de educación ambiental, sumar voluntarios de la comunidad», asiente Varela Montero.
Este año se vincularon al monitoreo un total de 153 personas, entre ellas estudiantes, voluntarios de la comunidad e integrantes de instituciones académicas. Foto: Cortesía del Parque
El proyecto tiene concebido un monitoreo de la especie que incluye el conteo de nidos, de huevos, y de la cantidad de especies que arriban; de igual forma, se determinan las etapas que prefieren para anidar, y en algunas playas conocer hasta qué sectores son más recurrentes.
Significa el especialista que «el proyecto podría abarcar 12 campamentos, pero por financiamiento estamos abriendo solo ocho. Si se nos aprobara más presupuesto se pudieran preparar los otros. Del personal nos encargamos nosotros. Ello conlleva comida, combustible, logística, casas de campaña, fogones, disponibilidad de agua y comida. Las instituciones interesadas en colaborar pueden ponerse en contacto con la dirección del Parque».
De los ocho sitios en los que se labora, dos de ellos son atendidos por la UH, que son los ubicados en La Barca y Antonio; otro está a cargo de la Facultad de Ciencias Forestales y Agropecuarias de la UPR en la playa El Holandés; el de Caleta Larga lo sostiene la Facultad de Ciencias Pedagógicas de la UPR; el Instituto Marítimo Pesquero Andrés González Lines está con sus voluntarios en Los Cayuelos; Playa Perjuicio la custodian los voluntarios de la comunidad; al de Caleta del Piojo lo atiende Ecovida, personal voluntario del Instituto de Meteorología en la provincia, y trabajadores del Parque Nacional Guanahacabibes; y la playa de Las Canas la resguardan guardaparques del área protegida.
Hasta hoy se mantiene el proyecto gracias al trabajo serio que se desarrolla de conjunto con las instituciones, la confección de los listados y los permisos, la compra de alimentos, los contratos con Acueducto para el abasto de agua, y el trabajo de mantenimiento y reparación de los campamentos, el cual está a cargo de los trabajadores del Parque.
El apoyo de la Oficina para el Desarrollo Integral de Guanahacabibes ha sido vital en la organización y el impulso de todas las actividades. También se vinculan a ellas el Cuerpo de Guardabosques, Guardafronteras, el Centro Nacional de Áreas Protegidas y el Centro de Investigaciones y Servicios Ambientales ECOVIDA del CITMA.
Lo que estudia el proyecto
Los estudios señalan que las tortugas prefieren anidar en Guanahacabibes porque la península es muy elevada en la costa sur, y la plataforma insular es pequeña y profunda, lo cual facilita el trayecto. Además, la pendiente para subir es suave y disponen de abundante arena para construir sus nidos.
El monitoreo biológico de la tortuga es una tarea difícil, pero muy placentera e incluye varios procesos: se mide el ancho del rastro por la dirección desde el mar hacia la tierra; después se cuentan los huevos, para ello el voluntario debe acostarse en la arena y colocar su mano debajo de la tortuga, según van cayendo los huevos se realiza el conteo, solo así se puede saber cuántos puso, ya que al terminar la tortuga cerrará inmediatamente la cámara de incubación con las aletas traseras.
En la Península se manifiestan temporadas altas y bajas en cuanto al arribo de tortugas, pues en ellas el ciclo reproductivo es circadiano, el cual permite que aniden cada dos o tres años. En la imagen, voluntarios en el conteo de huevos. Foto: Cortesía del Parque
También se recoge la hora en la que salió, la hora en la que regresó al mar, los datos metrológicos, el estado de la marea y del tiempo, la fase lunar, si el mar está tranquilo o hay oleaje fuerte; información que permite saber por tendencia las condiciones que prefiere la especie para anidar.
Cada tortuga es registrada y se le coloca una presilla con una numeración, de esta forma se puede conocer cuándo arriban en varias ocasiones, incluso en diferentes temporadas.
Al respecto Lázaro Márquez Llauger, director del Parque, enfatizó en su reporte del proyecto en la campaña de este año, la cual se extendió desde el 15 de mayo hasta el 15 de septiembre; se trató de una temporada de alta anidación en comparación con años anteriores.
Precisó que se constata como elemento importante que el número de hembras nuevas marcadas es superior al de hembras re-emigrantes, lo cual indica que hay un nivel significativo de reclutamiento de la población, y demuestra que las medidas de protección han sido efectivas.
Según los datos del proyecto, las tortugas en Guanahacabibes salen en su gran mayoría entre las 11 de la noche y la una de la madrugada y pueden poner en cada anidación entre 100 y 200 huevos. En la primera salida ponen la mayor cantidad, y después van disminuyendo, pues salen entre tres y siete veces y anidan entre tres y cuatro veces como promedio. Depositan cerca de unos 500 huevos en toda la temporada.
El nacimiento de los nidos se produce alrededor de 60 días después de la anidación
Sin embargo, las estadísticas apuntan a que solo una de cada 1 000 tortugas nacidas llegará a ser adulta.
Poner bastantes huevos es parte de la estrategia de conservación de la especie, según apunta Varela Montero, pero son varios los factores que inciden en que esté hoy en peligro de extinción.
«No solo está la depredación, la cual se manifiesta desde el huevo hasta la fase adulta. Los huevos pueden ser dañados por cangrejos e insectos; cuando nacen, por cangrejos, aves como el guanabá y el pelícano; y cuando llegan al mar, todos los peces de gran tamaño se las comen».
En ellas se manifiesta el fenómeno frenesí natatorio, que consiste en apartarse rápidamente de la costa para alejarse de los depredadores.
Este fenómeno fue apreciado la tardenoche del propio 7 de septiembre, cuando más de 100 tortuguitas al caer el sol y refrescarse la temperatura, brotaron de la arena y comenzaron su carrera por la vida.
Apenas seis o siete asomaban la cabeza desde la tarde, pero al guardarse el sol detrás de los farallones de la Península, las que permanecían debajo empezaron a empujar a las de arriba hasta que todas salieron a la superficie. Por instinto se orientaron y corrieron hasta el mar, sorteando agujeros, cangrejos, troncos, ramas y guanabás.
Una vez en el agua emprendieron viaje hasta mar profundo.
Son casi las 2 de la madrugada. Mientras la tortuga que hemos avistado abre su cámara, Roberto Varela me habla de su experiencia con estos animales, de cuán indefensos son y lo curioso de sus vidas, la que puede llegar hasta los 150 o 200 años.
Una hora después nuestra tortuga decide regresar al mar. Definitivamente no veré la anidación, por suerte el nacimiento ha sido de lo más atrayente e interesante.
Roberto Varela revisa los nidos para rescatar alguna tortuguita retrasada en el nacimiento
Educación ambiental en la comunidad
Por primera vez este año ensayaron dos pruebas pilotos que consistieron en incluir dentro del voluntariado a estudiantes de secundaria y preuniversitario del centro mixto Hermanos Lazo, escuela más cercana a la Península; y a familias completas con padres, madres y hermanos; ambas con muy buen resultado, pues desde los más pequeños hasta los mayores se adaptaron a las condiciones del campamento.
Pavel Jorge Rodríguez Pérez, guía base del centro mixto Hermanos Lazo, dijo que la escuela siempre ha estado integrada al Parque, por lo que sus estudiantes participan en concursos de aves migratorias, de tortugas y hacen saneamientos en las playas en las que recogen la basura que el mar trae a la orilla.
«Este año participamos por primera ocasión en el proyecto de las tortugas. El trabajo fue duro, teníamos que cocinarnos nosotros mismos y bañarnos después de las 4 o 5 de la madrugada, pero nos sentíamos bien. Queremos que el próximo verano se destine un mes completo para que la escuela participe. Lo más importante es crear hábitos de independencia en los estudiantes, asociarlos a los proyectos de conservación del Parque, y fomentar en ellos una conciencia de protección de la naturaleza».
Richard Rodríguez Quintana, alumno de 12mo. grado, aseveró que la experiencia fue muy interesante. «Fuimos 10 estudiantes con dos profesores y solo tengo buenos recuerdos de esos días. Me tocó contar los huevos de cada tortuga que salió esa semana».
Para Alejandro Betancourt Reyes y Yudetsy Varela Romero, también de 12mo. grado, los días vinculados al proyecto fueron especiales.
Alejandro asegura que apenas durmieron y que contabilizaron, en tan solo siete noches, 56 tortugas en su campamento; mientras Yudetsy recalca que lo más difícil es que las tortugas a veces cambiaban de nido hasta en tres ocasiones y demoraban casi cuatro horas para anidar. « ¡Ah!, me picó un alacrán 2 veces, nos hace saber. Eso tampoco se olvida», dice entre risas.
Como parte del trabajo de educación ambiental se realiza cada año un festival comunitario para la conservación de las tortugas marinas, con una elevada participación de los pobladores y de las instituciones locales.
De esta forma quedan marcados los nidos a lo largo de las playas
Para potenciar la actividad como atractivo turístico, el Parque aprobó durante los meses de julio y agosto dar continuidad al programa de visitación nocturna al campamento de La Barca, para la observación de tortugas marinas durante el proceso de anidación.
Según precisan los datos de la temporada, unos 781 turistas extranjeros pudieron apreciar esta modalidad de contemplación de la vida silvestre, lo cual constituye una importante contribución a la economía local y permite generar ingresos para emplear en la conservación.
Márquez Llauger evaluó de exitosa la campaña de protección y conservación de 2017, tanto en la regularidad del monitoreo en las playas seleccionadas como en la ejecución del programa de protección, que garantizó que no se hayan reportado hasta el momento actos de depredación sobre las tortugas en las áreas identificadas por el proyecto.
Su protección y monitoreo además de atractivo, es esencial para la conservación de la especie. Guanahacabibes sigue siendo única no solo por la belleza del litoral y de sus playas con galeones hundidos y leyendas exuberantes, sino porque su riqueza natural es el mayor tesoro de esta Península.
Desde su creación, el programa de monitoreo y conservación de las tortugas marinas tiene como principales impactos:
- Más de 2 600 voluntarios han participado en las actividades de monitoreo y protección.
- Se han obtenido datos morfométricos de más de 6 300 hembras de las tres especies que anidan en la Península.
- Se han realizado mediciones en más de 3 900 nidos y más de 1 200 hembras de tortugas han sido marcadas.
- Ha disminuido la depredación de tortugas hasta asegurar su protección absoluta a partir del año 2006.
- Se caracterizó la dinámica poblacional de las tortugas marinas en cuanto a patrones migratorios y tamaño poblacional.
- Fue evaluado el éxito reproductivo de la población que anida en las playas del territorio.
- Se realizaron acciones de manejo de la vegetación de costa arenosa, controlando su comportamiento expansivo para facilitar el proceso de anidación en las playas.
- Fueron fortalecidas las capacidades locales para conducir los programas y asegurar su sostenibilidad.
Nota: Quienes deseen participar en el proyecto de monitoreo pueden contactar a través del teléfono 48750366 en los meses de marzo y abril: dejar sus nombres y dos apellidos y el centro de trabajo al que pertenecen.