Una de las experiencias fue la adecuación de las plantillas del personal que labora en centros de prestación de servicios, para facilitar, en cualquier circunstancia, la adecuada atención a los pobladores de las montañas. Autor: Leonel Escalona Publicado: 14/10/2017 | 09:49 pm
De nuevo estaba ella donde la gente volvía a correr peligro por la proximidad de un ciclón que en pleno septiembre hacía de las suyas en el Caribe insular —y amenazaba a Baracoa y a Maisí, dos lugares marcados profundamente por un fenómeno natural extremo que prácticamente los deshizo—, y con una responsabilidad enorme frente a una borrasca con nombre de mujer que le removía sentimientos y experiencias vividas no hacía precisamente mucho tiempo.
Otra vez llevaba las pesadas botas que le ampollan los pies, y el traje verde olivo que le recuerda que pueden ser dos o tres meses lejos de su hija, su esposo, y de toda la familia.
Justo en esa huracanada circunstancia, con Irma enseñando las uñas en las proximidades de la costa sur cubana, Juventud Rebelde dialogó con Nancy Acosta Hernández, investida en su responsabilidad como vicepresidenta del Consejo de Defensa Provincial; con la maestra y Doctora en Ciencias Pedagógicas que hace un lustro preside la Asamblea Provincial del Poder Popular en Guantánamo.
No pudo sustraerse de sus vivencias: de la Primada de Cuba que vio en ruinas la tarde del 5 de octubre de 2016. Y del Maisí de mil espantos adonde llegó al amanecer. Nadie que lo haya vivido olvida todo el desbarajuste que dejó Matthew en esta parte de la Isla, ni las complicaciones de la etapa de recuperación en cuyos primeros tres meses llovió incesantemente.
Pero es muy evidente que no son el calzado, la vestimenta, la vida en campaña y las tormentosas realidades de entonces las que se apoderan ahora del recuerdo y el andar de esta mujer de 52 años. Lleva consigo, eso sí, y las pondera, las enseñanzas que le dejaron esas jornadas intensas para hacer menos dolorosa y desgastante la embestida de esos eventos meteorológicos extremos que nos asedian y muestran ser cada vez más demoledores.
—Presidenta, aunque frente a Irma era potencialmente probable que fueran impactadas con fuerza similar o superior a Matthew zonas de Maisí y Baracoa, muchos tenemos la percepción de que hubo más tranquilidad entre la gente, en Baracoa por ejemplo. ¿En qué medida influyó la experiencia del 4 de octubre de 2016?
—Que no se haya reportado ni un fallecido durante el paso de un huracán tan poderoso como Matthew, ni situaciones violentas o brotes epidémicos a pesar de que realidades muy complejas, como el hacinamiento en los centros de evacuación, hace que la gente, aunque no se confíe, se sienta segura de que no está sola, de que a la Revolución lo que más le importa y de lo que más se ocupa es de que no muera ningún ser humano.
«Por otra parte, la población de Baracoa y Maisí, que tanto sufrió, estaba bien informada de las diferentes alternativas y modalidades de protección que se aplicaron y fueron bien asimiladas entonces, y que estaban presentes de nuevo y mejoradas en algunos casos para enfrentar eventos similares».
—¿A qué modalidades se refiere?
—Mira, por la topografía de esta zona, hay muchas cuevas donde las personas se refugiaron espontáneamente cuando Matthew, incluso en algunas que no tenían todas las condiciones creadas para ese fin.
«Ante la amenaza de Irma, desde la fase de alerta temprana la Defensa Civil trabajó coordinadamente con Salud Pública para certificarlas. No todas estaban aptas. A las que no ponen en riesgo la seguridad de las personas se les puso ahora agua potable, se dotaron de condiciones para la deposición de residuales y para asegurar la alimentación. En esas circunstancias solamente en Baracoa pudieron resguardarse más de 6 000 personas».
—¿Después de Matthew, qué ha sucedido con los llamados varentierra en los lugares más apartados? ¿No volverán a usarse?
—Aunque todos sabíamos que los varentierra resisten cualquier tipo de fenómeno, no todos los existentes estaban concebidos pensando en la protección de la familia en circunstancias como las de un huracán, sino fundamentalmente para guardar cosechas, y por tanto, los construyeron muy pequeños o con materiales inadecuados; ante el azote de los vientos de Matthew las personas los usaron, pero no en todos los casos resultaron efectivos.
«A partir de esa experiencia se les asesoró y entregó un proyecto de cómo se deben levantar, y qué materiales, entre los que tienen a su alcance en cada zona, deben utilizarse para hacerlos más seguros. Se han construido varios y seguiremos edificándolos, fundamentalmente en lugares muy apartados que tienden a quedar incomunicados. Eso da tranquilidad a las personas y a las autoridades.
«También en zonas apartadas de muy difícil acceso, donde la tipología de las viviendas no asegura una buena protección de los habitantes, estamos construyendo casas albergue. En las cercanías del vial nuevo de La Boruga, próximo a la comunidad de Jobo Claro, en Maisí, había una casita de madera, la más confortable y segura. Allí se protegieron muchos vecinos. Pues esa vivienda se hizo nueva, más amplia y con cubierta de placa. Todos los que viven en la zona saben que ese es su centro de evacuación apenas anuncien un huracán que pueda impactar el lugar.
«Además de esta modalidad para la protección de la población, se estableció como novedad la asistencia, que beneficia a las familias que hayan perdido la casa y cuya reconstrucción demore más tiempo del que se mantenga activo el centro de evacuación donde se encuentren. Ellas son trasladadas a lo que se conoce como centro de asistidos. De esos hay dos en Baracoa: en las proximidades del Toa y en la zona de Mabujabo. Antes de Matthew no existían».
—De Matthew, especialmente en la etapa de recuperación, se recuerdan experiencias que pusieron de algún modo en tela de juicio la eficacia de los mecanismos organizativos para que a la gente le llegaran algunos recursos con la celeridad y el orden que tanta urgencia demandaba…
—Sí. En circunstancias tan dramáticas era, digamos que de esperar, que no todo marchara a la perfección. Todo el mundo estaba muy afectado en muchos sentidos. Pero es una realidad que vivimos y nos puso un punto rojo para el futuro, que como vemos, no fue muy lejano.
«¿Qué sucedió durante Matthew?, que a nivel de zonas de defensa, toda esa atención y responsabilidad recayó de manera general en personas que sí son líderes populares, pero no siempre tenían todas las posibilidades para administrar y organizar la distribución de los recursos, que si bien se racionan en situaciones de guerra, cuando azota un huracán sucede lo contrario.
«¿Qué hicimos?, reforzamos los órganos económicos y sociales de las zonas de defensa, porque es allí donde se atienden las necesidades y se brindan los servicios básicos a la población.
«Por esa misma circunstancia, Matthew nos enseñó que había que revisar las plantillas de los centros de servicios zona a zona: en una bodega en las montañas, donde en situaciones normales trabaja un solo compañero, el recibir mayor cantidad de recursos obligó a contratar una fuerza que no estaba entrenada ni capacitada para hacer llegar a la gente las cuantiosas variantes de ayuda alimentaria y de todo tipo que recibimos desde los primeros momentos.
«Otra enseñanza fue la conveniencia de adelantar desde la fase informativa recursos humanos y materiales donde se sabe que la crecida de un río, la caída de árboles, o cualquier otra contingencia pueda retardar la solución de un problema.
«Ahora adelantamos brigadas de comunicadores, linieros, torreros, empatadores, con sus medios, a los lugares que ya identificamos como más vulnerables en ese sentido. Cuando Matthew, hubo lineros que durmieron debajo de un camión varios días. Si es necesario ellos lo vuelven a hacer, pero se puede organizar mejor para no poner en riesgo la salud y la vida de quienes vienen a trabajar tan fuerte. Ahora, antes de que comenzara a deteriorarse el tiempo, trasladamos brigadas con sus casas de campaña, alimentos enlatados o listos para consumir, agua. No fue necesario, pero allí estuvieron por si acaso.
«A Baracoa la circundan, por ejemplo, 29 ríos y arroyos. Es algo que se sabe: apenas llueve un poquito, se crea una situación muy compleja. Fue complicadísimo cuando Matthew. Gente aislada por aquí, gente atrapada por allá. Ya tenemos identificados con mayor precisión los lugares que se incomunican.
«Se precisaron otras vulnerabilidades que nos permitirán realizar labores de auxilio, de salvamento de personas y bienes, con mucha más inmediatez, porque en esos lugares están con anticipación los medios y las personas que deben enfrentar tales situaciones».
—También Matthew mostró la precariedad de familias de comunidades intrincadas, carentes de algunos servicios…
—Hasta el último censo de población y viviendas, Guantánamo era la provincia que mayor cantidad de bohíos tenía en su patrimonio habitacional. Al paso del huracán Matthew desaparecieron unos 7 000, cuyos moradores viven hoy en las llamadas facilidades temporales construidas por ellos mismos a partir de la entrega gratuita de módulo de materiales de la construcción.
«Pero en otro sentido, Matthew mostró que era posible y muy necesario que en las montañas la población cuente con las condiciones para reparar, por ejemplo, sus colchones, e incluso fabricarlos en tiempos normales, para reparar sus ollas, calzados. Ya en Tabajó, en Baracoa, y en Santa Marta, en Maisí, la gente cuenta con estos talleres.
«Otro elemento novedoso que nos dejó Matthew fue la decisión de que en la fase informativa, en el caso de las montañas, por el difícil acceso, se puedan poner en práctica las medidas de la siguiente fase.
«Nosotros vivimos una experiencia extraordinaria, muy conmovedora en todos los sentidos. En Explanada de Duaba, lo más apartado del municipio de Imías, en los límites con Baracoa, estaba aislada la población. Cuando decretan la fase de recuperación nos encontramos esa situación. Todos los recursos hubo que llevarlos allí en helicóptero. Ahora existen en ese sitio apartado, y en otros similares, vías de acceso para todo tipo de medios. Hay que mantenerlas, mejorarlas incluso».
—Hay una situación, Presidenta, muy recurrente en Baracoa —que además de Primera Villa de Cuba, es el segundo municipio guantanamero en importancia socioeconómica—, hablo de las penetraciones del mar y los daños que causan en la habitada zona del pintoresco y tantas veces reconstruido malecón. Se sabe de la existencia de un accidente marítimo de más de 50 kilómetros de ancho que llega muy cerca de la costa de Baracoa, acompañado de un intenso y veloz oleaje que incrementa su velocidad por la ausencia de obstáculos en su trayectoria hasta el litoral de la Primada. Matthew arrancó hasta trozos de roca que estaban debajo del pavimento de la avenida Malecón… ¿Qué proyecciones hay en ese sentido?
—Efectivamente, el mar entra muy franco en esa zona. Pero se logró, después del paso de Matthew, concluir estudios muy costosos para el dragado de la bahía y la protección del malecón, en los que participaron varias universidades cubanas y foráneas. A partir de las investigaciones, ya se tienen los proyectos de inversión aprobados y en preparación.
«El dragado cuenta con todo el equipamiento y las fuerzas necesarias. Las obras para la protección del malecón deben iniciarse el próximo año. Eso significa una modificación del muro, que es recto, por uno rompeolas, como está diseñado; por eso se habla de que las viviendas y centros de prestación de servicios ubicados a lo largo del malecón no se retirarán, a no ser un edificio que está muy deteriorado. La idea, incluso, es seguir creciendo en construcciones de estructura ligera, que se puedan desmontar ante cualquier inclemencia del tiempo que las ponga en peligro.
—Algunas personas en Maisí y Baracoa, aunque parezca irónico, dan gracias a Matthew por lo que les va dejando en la etapa de reconstrucción. Aunque no sea exactamente gracias lo que tenga usted que dar a ese huracán, qué le reportó todo este tiempo de enfrentamiento a daños y de recuperación…
—No solo a mí, a todas las autoridades nos ha permitido vivir más cerca de la gente y conocer su modo de pensar, de actuar y sus expectativas. Matthew nos dio la oportunidad de aprender, de multiplicarnos en cada espacio, de reafirmar lo que ya conocíamos acerca del altruismo, la solidaridad y el alto espíritu y compromiso del pueblo. Por eso estos días de nuevas amenazas y azotes ciclónicos nos han hecho volver a esos días. Y será así por mucho tiempo, porque el golpe fue muy duro y la recuperación, una obra de la Revolución.
De daños y recuperación
El huracán Matthew entró a territorio cubano cerca de las seis de la tarde del 4 de octubre de 2016, por Punta Caleta, comunidad costera del municipio de Maisí, y salió alrededor de la medianoche por la bahía de Mata, en Baracoa.
Se mantuvo seis horas en tierra con categoría cuatro, y afectó hasta los más recónditos parajes de esos municipios guantanameros, aunque también causó afectaciones notables en Imías, San Antonio del Sur y Yateras.
Los daños en la vivienda alcanzaron 42 338 moradas, de las cuales destruyó totalmente 8 413, y 2 189 instalaciones estatales; y ocasionó severos estragos en las redes eléctricas y de las comunicaciones.
El fenómeno hidrometeorológico golpeó los cuatro renglones agrícolas que más tipifican a Guantánamo: coco, cacao, café y forestal, así como los cultivos varios. En Baracoa, la bien llamada hasta entonces reina cubana del cocotero, casi la totalidad de las 6 408 hectáreas de este cultivo fueron dañadas, y más del 90 por ciento de las plantaciones cayeron derribadas por la fuerza de los vientos, sin posibilidades de recuperación.
En términos de reconstrucción, hoy se habla de 33 139 viviendas recuperadas (el 98 por ciento de las que sufrieron derrumbe parcial, o cuyos techos fueron destruidos en parte o en su totalidad).
Según el más actualizado informe del Consejo de Administración Provincial (CAP), restan por restablecerse, en esas categorías, algo más de 600 moradas. Y de las 8 413 derrumbadas totalmente, se han restablecido alrededor de 1 000, de ellas 830 mediante los llamados módulos de solución definitiva, entregados por el Estado, principalmente a familias que habitan en sitios montañosos intrincados y de difícil acceso.
El avance de las afectadas con derrumbe total marcha mucho más lento, pues fue el mayor daño y ello demanda un volumen superior de recursos. Para esas familias se construyen las primeras 72 petrocasas en Limones, Maisí, y edificios multifamiliares en diversos lugares de ese municipio y de Baracoa; se distingue Paso de Cuba (Baracoa), donde cuatro inmuebles de esa tipología están en terminación, dos en estructura y similar cantidad en cimentación.
Se habla, también, de la vuelta a la normalidad del 99 por ciento de los establecimientos estatales desmantelados.
Con la ayuda de varias provincias y un financiamiento colosal, en pocos meses quedó restablecido un gran porciento de las áreas dañadas de café, cacao, forestal, cultivos varios y coco. De ese último cultivo se han sembrado más de 1 500 hectáreas, de las 4 279 previstas en el programa de plantaciones hasta 2019.
Nancy Acosta Hernández, presidenta del Poder Popular en la provincia de Guantánamo. Foto: Pablo Soroa/ACN
El Estado cubano respaldó plena e inmediatamente, y con un alto monto financiero, la recuperación de los daños causados por Matthew en Guantánamo, donde según informes de la Oficina de Estadísticas en el territorio, los perjuicios ascienden a 1 774, 5 millones de pesos.
Después del paso de Matthew, se concluyeron estudios muy costosos para la protección del pintoresco y tantas veces reconstruido malecón de la ciudad de Baracoa. Fotos: Leonel Escalona Furones