Barack Obama durante su mensaje público a la sociedad civil cubana Autor: Estudios Revolución Publicado: 21/09/2017 | 06:29 pm
Casi en el inicio de su discurso al pueblo cubano, el presidente Barack Obama citó parte del poema XXXIX de los Versos sencillos de José Martí —«Cultivo una rosa blanca…»— para colocarlo como ejemplo de la ofrenda de paz que el cubano más grande propusiera a amigos y enemigos. «Hoy, como presidente de Estados Unidos de América, le ofrezco al pueblo cubano el saludo de paz», afirmó el visitante.
En el hermosísimo Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso acompañaron a Obama y a su delegación las principales autoridades cubanas, comenzando por el Presidente Raúl Castro, el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Esteban Lazo Hernández, y el Primer Vicepresidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. A lunetario repleto, invitados especiales y miembros de la sociedad civil de la Isla eran testigos del hecho.
Un mensaje luctuoso identificó a cubanos y estadounidenses: Obama condenó los ataques terroristas del día en Bruselas y llamó a hombres y Gobiernos del mundo, de cualquier raza o fe, a trabajar unidos contra ese flagelo.
Tras agradecer la acogida que le dio Cuba, el Presidente habló de los trayectos: solo hay 90 millas entre La Habana y la Florida, pero «para llegar aquí tuvimos que recorrer una gran distancia, superar barreras de historia, de ideología, de dolor, de separación», señaló.
En una frase que ya le dio la vuelta al mundo, afirmó haber venido «para dejar atrás los últimos vestigios de la Guerra Fría en las Américas», sentencia muy aplaudida en la sala en tanto significaría para Cuba el cese de un acoso que a menudo trajo luto a este Archipiélago.
Como ha hecho Raúl tantas veces, Obama fue «muy claro» en admitir las diferencias entre los dos Gobiernos, pero mencionó primero la importancia de reconocer los puntos comunes.
Entre estos ubicó la pertenencia a una parte del mundo colonizada por Europa, la presencia obligada en nuestras tierras de esclavos africanos y la participación en la construcción de nuestras naciones de inmigrantes de lejanas regiones.
Nuestras culturas se han unido, comentó antes de mencionar paralelos importantes como la actividad de los científicos Carlos J. Finlay y Walter Reed contra la fiebre amarilla; José Martí y Ernest Hemingway, en la literatura (cubanos los primeros, estadounidenses los segundos) y en especial en el deporte, donde el béisbol es el común deporte nacional y, según relató, «el gran boxeador Muhammad Alí alguna vez dijo que nunca podía luchar en contra de un cubano, porque solamente podría llegar a un empate», en referencia a Teófilo Stevenson.
«Si bien nuestros Gobiernos eran adversarios, nuestros pueblos siguieron compartiendo estas pasiones», sostuvo antes de otra relación de coincidencias: el baile de una música, el saborear una comida y el profesar una religión que en La Habana y en Miami pueden ser las mismas.
Obama consideró que, por sobre las diferencias, los dos pueblos comparten el sentido del patriotismo y también «de orgullo, mucho orgullo; un amor por la familia, pasión por sus niños, un compromiso con la educación». Aunque no lo mencionó, el apego de los cubanos a esos valores ha sustentado por siglos la lucha contra toda intromisión y el conflicto con Estados Unidos que ahora ambas partes quieren dejar atrás.
Hecha la distinción de su modelo de Gobierno y el nuestro —que se proyectan incompatibles por cuanto uno y otro defienden—, el Presidente resaltó que, a pesar de estas diferencias, el 17 de diciembre de 2014 Raúl y él anunciaron el inicio de un proceso para normalizar las relaciones bilaterales, que ha sido seguido de medidas como el restablecimiento de relaciones diplomáticas, la apertura de embajadas y la implementación de iniciativas para trabajar en sectores como salud, agricultura, educación, fuerzas del orden, vuelos directos, correo postal, comercio y aumento de la capacidad para que los estadounidenses vengan a Cuba.
¿Por qué ahora?, preguntó el mandatario resumiendo cierto clamor. Porque «lo que estaba haciendo Estados Unidos no funcionaba», admitió. «Una política de aislamiento diseñada para la Guerra Fría no tiene sentido en el siglo XXI, el embargo hería a los cubanos en vez de ayudarlos», reconoció antes de señalar que «no tenemos que tener miedo a los cambios, tenemos que acogerlos».
Además, Obama dijo y repitió que cree en el pueblo cubano, con el cual —además del Gobierno de La Habana— su país también está restableciendo relaciones. En su discurso, que demostró la celebridad oratoria que le precedía, esta frase fue una grieta porque, ciertamente, la hostilidad continuada de diez administraciones de la Casa Blanca que le precedieron sembraron en la Isla la certeza de que el Gobierno de Washington había roto, también, con nuestro pueblo.
El discurso estuvo cargado de mensajes a los jóvenes cubanos, a quienes convocó a sostener una «esperanza enraizada en el futuro que ustedes pueden forjar, que ustedes pueden construir para su país». Dijo tener él mismo esperanza porque el pueblo cubano es tan innovador como cualquier otro pueblo del mundo y «el gran activo del país es el pueblo». «El cubano inventa del aire», dijo entre aplausos.
Entre muchas reservas, el Jefe del Estado más poderoso de la Tierra admitió que Cuba cuenta con un recurso extraordinario: «un sistema de educación que valoriza a todos los niños y a todas las niñas». También afirmó que «el ser cuentapropista no quiere decir ser como estadounidense, es ser usted», señaló antes de ejemplificar experiencias conocidas en su visita.
Para apoyar a Cuba, dijo, su Gobierno eliminó las limitaciones de las remesas, alienta el viaje e intercambiará para curar enfermedades, crear trabajos y abrir posibilidades a más cubanos. Reiteró que solicitó al Congreso que levante el embargo, «una carga obsoleta sobre el pueblo cubano» y «sobre los norteamericanos que quieren trabajar aquí, invertir en Cuba, venir a Cuba».
Obama dijo que es momento de levantar el embargo, pero acotó que para que Cuba alcance su potencial «tiene que hacer cambios», entre los que mencionó la disposición plena de internet.
Si, como dijo Obama, su país no tiene limitaciones para la posibilidad de los cubanos de tomar pasos como ese, no hay dudas de que en el Archipiélago —que goza de esa educación, cuidados de salud y protección ambientalista que él mencionó— se verán pronto más resultados. El punto de las telecomunicaciones en Cuba, en un mundo gobernado desde la web, es en efecto de esos temas «delicados, especialmente viniendo de un presidente estadounidense», como él mismo dijo.
Como otras veces, el mandatario se negó a estar atrapado por la Historia y afirmó que Estados Unidos «no tiene ni la capacidad ni la intención de imponer cambios en Cuba. Los cambios dependen del pueblo cubano».
Sus críticas al ordenamiento sociopolítico cubano se centraron en los temas de libertad de expresión, reunión y manifestación, desconociendo que cuando una potencia se sirve de ellas con el propósito de organizar, financiar y estimular desde fuera la subversión y la desestabilización en una nación vecina, otra expresión puede definir esas prácticas: mercenarismo.
Una frase difícil de comprender en el discurso es la que plantea que en Cuba «todas las personas deberían tener la libertad de practicar su fe pacíficamente y de forma pública», cuando el repertorio religioso que muestra la Isla y la concordia que prevalece entre sus fieles, es solo un sueño para muchas sociedades, incluso altamente desarrolladas.
Obama también sugirió que Cuba debiera mudar su sistema electoral por elecciones «libres y democráticas», aunque poco más adelante reconoció que «tenemos demasiado dinero en la política estadounidense», así como la desigualdad, la discriminación racial, fallas en el sistema de justicia y las guerras en el exterior, que él llamó «luchas».
El Presidente dijo haberse negado al llamado que algunos le hicieron para que pidiera en Cuba destruir algo y, por el contrario, llamó a los jóvenes a construir algo nuevo, elevarse, y ese es justamente el pedido y la oportunidad de la Revolución.
«Nadie puede negar el servicio que miles de doctores cubanos han llevado a los pobres, a los que sufren. El año pasado médicos estadounidenses y representantes de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos trabajaron mano a mano con los cubanos para poder erradicar el Ébola de África Occidental. Tenemos que seguir esa cooperación en otros países», convocó Obama, quien también elogió que estadounidenses y cubanos apoyen el proceso de paz para Colombia, una cooperación «buena para todos». Una mención menos feliz fue la de la victoria contra el apartheid, en la que «tomamos diferentes caminos» —porque Cuba, no lo dijo Obama, estuvo del lado de los discriminados y la potencia norteña apoyó al régimen racista. Al final, triunfó la justicia y, como bien dijo el mandatario, «el presidente Castro y yo, ambos, estuvimos en Johannesburgo pagándole un tributo al legado de Nelson Mandela».
Barack Obama lanzó el mensaje de que: «todos somos americanos», lo que debería suponer un cambio hemisférico radical que establezca un espíritu abierto de respeto y colaboración entre grandes y pequeños, sin presiones ni sanciones.
Obama llamó a la reconciliación de los cubanos que viven en su país y los que permanecen en la Isla y reconoció que parte de la identidad de Cuba es el orgullo de una nación que mantiene sus derechos y conmueve al mundo, pero confió en que siempre se destaque por el talento, el trabajo y el orgullo nacional. «El pueblo no tiene que ser definido como opositor a Estados Unidos, o viceversa», sostuvo.
«La Historia de Estados Unidos en Cuba involucra revolución, conflicto, lucha, sacrificio y ahora reconciliación. Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos», convocó antes de matizar que no va a ser fácil: habrá retos, y a esos habrá que darles tiempo, pero dijo que su estadía en Cuba le da más esperanzas de lo que podemos hacer juntos como amigos, como familias, como vecinos… «Sí se puede», cerró entonces con una frase cuyo significado bien conocemos los cubanos, que hemos llegado hasta aquí, a pesar de todo cuanto ha hecho el vecino del Norte por impedirlo.