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Jóvenes al papel carbón

La Empresa Forestal de Las Tunas en el último trienio ha pulverizado todos sus récords de producción de carbón. Yosvani Pérez Espinosa, Danilo Morales y Rogelio Vega Mendoza Hernández, tres jóvenes de este centro recibieron certificados al mérito laboral

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— La imagen del humilde carbonero ennegrecido por el tizne, cubierto de andrajos y retribuido con centavos, quedó petrificada entre el rescoldo de un pasado sin opciones de regreso. Hoy, quienes ejercen el oficio no incineran su dignidad en el horno de la indiferencia. Al contrario, gozan del favor público y de una paga ajustada a su rendimiento.

En eso meditaba durante los debates de la asamblea anual de la Empresa Forestal de esta provincia, que en el último trienio ha pulverizado todos sus récords de producción de carbón. Tamaño saldo se vincula con la abnegación de sus más de 1 500 trabajadores, 424 de los cuales son jóvenes.

Cuando llegó el momento de las distinciones, tres de estos muchachos se hicieron acreedores de certificados al mérito laboral. Los recibieron en medio de los aplausos de sus compañeros y con la modestia más alta que un horno. Culminada la reunión, este reportero dialogó brevemente con ellos.

Yosvani Pérez Espinosa nos comentó: «Tengo 18 años y trabajo en el municipio de Manatí. Mis padres y mis abuelos fueron también carboneros. Diariamente recorro en bicicleta 16 kilómetros para ir y regresar a casa. Hacer carbón es una labor fuerte. Hay que dar mucha hacha y tener resistencia. Pero vale la pena, porque económicamente se mejora. El año pasado entregué 1 135 sacos y promedié más de 2 000 pesos de salario al mes. Este es un oficio digno. Malo es andar por ahí de vago».

«Yo soy de Jobabo —contó Danilo Morales Hernández. Al amanecer dejo la cama, tomo café y cojo rumbo al monte. La leña se pica mejor con la fresca. Cuando me topo un buen cayo de marabú, allí mismo hago mi plano para hacer el horno. Luego pico la madera en trozos pequeños. Y los voy acomodando para que quemen bien. He hecho hornos de 60 y 70 sacos. Y trabajo solo, ¡que si no..! Para mí lo más difícil es recoger el carbón. Se calienta mucho y el vapor asfixia. Los jóvenes pueden ser carboneros. Exige sacrificio, pero reconforta. Mire, yo hice mi casa con este trabajo. Y tengo muchas cosas dentro. Gano entre 1 000  y 2 000 pesos cada mes. Vale la pena, ¿no?»

Rogelio Vega Mendoza también nos contó su experiencia: «Tengo 30 años de edad y soy de Amancio. Casado y con tres hijas. Lo mío es atender una finca forestal de 20 hectáreas. Ahora, en seca, me dedico a hacer trochas para que un incendio no nos sorprenda. Llevo meses trabajando en eso. Me “prendo” desde el amanecer hasta el anochecer. Es complicado llevar el trabajo y la familia, pero se logra guapeando. Tengo autoconsumo de viandas y varias puercas paridoras. Entrego buena parte a la empresa, y recibo una buena paga que me permite tener electrodomésticos que antes ni pensaba. Ojalá los jóvenes desvinculados que andan por ahí se miraran en mi espejo. Este es un trabajo honrado».

La imagen del carbonero tiznado, mal vestido y peor pagado, se esfumó del mural de la posmodernidad en Cuba. Los jóvenes que desempeñan el oficio están ahí para confirmarlo.

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