Durante las labores en el hospital Calixto García. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:22 pm
Los milagros suceden a diario. Son consecuencia permanente del amor en acción.
Teresa de Calcuta
«Si no sirvo para servirte, entonces para qué sirvo…», la expresión es familiar entre los protagonistas de esta historia. Saber para qué y por qué uno se entrega, no olvidar el sentido de los actos, ha marcado todo cuanto han hecho cristianos y no cristianos, durante cuatro días, en el Hospital Calixto García, en La Habana.
Unidos por una causa común integrantes de la brigada religiosa Frank País —de todas las edades y de diversos lugares de Cuba—, y jóvenes destacados del mencionado centro hospitalario se dieron a la tarea de limpiar, organizar, restaurar, construir, como prueba de que la solidaridad y el amor entre los seres humanos no hacen distingos, no dibujan fronteras, no conciben más que un solo bando, como diría Martí.
David Pérez Vicente, de 25 años de edad, funcionario del Comité Municipal de la UJC de Plaza de la Revolución, califica de maravillosa la jornada que tuvo lugar del 14 al 19 de este mes. «Así ha sido, tanto para los jóvenes cristianos como para quienes no lo son. En cuatro días se ha revolucionado el hospital; la gente ha hecho de todo, lo mismo en la cocina que en el Cuerpo de Guardia o en un sótano. Las salas han quedado limpias, la población está contenta. Se nota el fruto del esfuerzo. El hospital está pidiendo que esto se repita el año próximo».
Más que cuatro días
Cuatro días son muy poco tiempo. Pero la perspectiva cambia cuando se sabe que ese lapso es coronación de casi 40 años de trabajo unido de creyentes y no creyentes. Bien lo sabe Estela Hernández Márquez, pastora de la Iglesia Bautista William Carey, del Vedado, quien guarda en su memoria cómo nació una voluntad de aporte productivo cuya manifestación más reciente es la edición 37 de la brigada Frank País, que ha tenido como escenario principal el hospital Calixto García:
«Hace muchos años propusimos que los jóvenes bautistas tuvieran jornadas productivas. Comenzó el trabajo con un grupo de religiosos, quienes a partir de una actitud de solidaridad, de compromiso y de diálogo con los marxistas, acordaron y promovieron una experiencia de esfuerzo conjunto. Así fue que nació la brigada hace 37 años.
«La motivación principal fue entablar un diálogo entre marxistas y cristianos, dado que todos éramos cubanos y estábamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros por nuestro país; dado que éramos hermanos, aunque unos creyeran y otros no. Así nacieron campamentos productivos por 15 días, encuentros sinceros. Así comenzó a crecer una gran hermandad.
«La práctica de la vida diaria, el trabajo en la tierra, en la construcción, en escenarios tan concretos, logró una fraternidad mucho más fuerte que la que había podido cultivarse en talleres u otro tipo de encuentros teóricos.
«Hay niños que crecieron en estos 36 años en la experiencia de la brigada. Hemos estado en el campo, en cultivos de malanga o café, en construcciones, siempre con militantes de la Juventud Comunista y del Partido, quienes nos acompañaban y ayudaban a crear las condiciones necesarias. Todo lo que ganábamos lo donábamos para obras sociales.
«Este año la idea fue apoyar las labores de reparación del Calixto García. Han participado unos 180 adultos. Creo, sinceramente, en la unión de todos los seres humanos. En estos días han estado presentes, además de jóvenes y adultos no creyentes, representantes de más de diez denominaciones religiosas.
«Aquí no se le ha preguntado a nadie de qué denominación es, o si es o no creyente. No hay divisiones, sino una causa común, y esa causa es la que Jesús enseñó a los cristianos: que todos somos iguales, que tenemos el deber de ayudar a los demás. Me preguntaron hace poco qué es para mí el ecumenismo, y dije: solidaridad con toda persona, en todo momento y en cualquier situación.
«La máxima aspiración de un buen ser humano es que, en el pedacito que le ha tocado estar, haga todo lo mejor posible y sienta al otro como su hermano. Para mí lo más grande que puede tener una persona es saber apreciar y sentir el valor del otro, poder verse en la luz y en el valor del otro».
Voces de la hermandad
A las 11 de la mañana de este miércoles el hospital es un hervidero: a un lado se mueven mujeres y hombres entre paredes de una sala que está naciendo; más allá un montón de escombros (antes dispersos y mal ubicados) esperan por ser recogidos; en otro sitio aparece un grupo de muchachos armados de implementos de limpieza. Todo es ajetreo, movimiento útil.
Zuleydis Gourneo Álvarez, de 29 años, secretaria general del Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas en el hospital, y enfermera en una sala de Cardiología, afirma que la experiencia, desde su punto de vista, ha sido grande. «A esta tarea se sumaron el hospital, la UJC y los representantes religiosos. Queremos que algo como esto se prolongue en el tiempo.
«Hemos trabajado en el hospital entero. Todo el mundo nos apoya. No quieren que esto termine. Nosotros tampoco».
Rafael Milián García, de 24 años y de la Iglesia Bautista, cuenta que han dado su aporte en áreas verdes y en labores constructivas. «Aunque ha sido poco el tiempo, los cambios se notan desde que llegamos».
Descontaminar salas ha sido de las encomiendas que más han impresionado a Yordano Duarte Monterrey, bautista de 21 años, «porque la vida de los pacientes depende de eso, porque hay que hacerlo con mucha responsabilidad y seriedad».
Muy cerca Jesús Abraham Gordillo Molla, santaclareño de 19 años, y evangélico pentecostal, menciona faenas como la del guataqueo y chapea de áreas verdes. Y otro joven asegura que los días vividos en el hospital son como un regalo, son la posibilidad de ayudar a su nación. «Debemos ser con los demás —expresa alguien— del mismo modo que deseamos sean con nosotros».
Sara Llano Reyes, de la Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba, camagüeyana de 80 años, no olvida que su hermano estuvo muy mal de salud, y que en el Cuerpo de Guardia del Calixto García fueron muy bien atendidos: «Quería dar las gracias. No recuerdo el nombre de los médicos, solo el de uno de ellos, pero sí sé que se portaron muy bien».
En consonancia con esos sentimientos Sila Reina Cervantes, de 64 años de edad, también de la Fraternidad Bautista y pastora de la Vallita, en Camagüey, ha querido «dar las gracias a Dios y a este hospital por habernos acogido con alegría».
Aunque Pedro Fernández Molina, de 46 años y pastor de una Iglesia Pentecostal, en La Habana Vieja, ha participado en trabajos voluntarios desde su adolescencia, reconoce que los días en el hospital «han sido especiales».
«Mi padre fue atendido en este hospital; murió, pero después de recibir una atención excelente. Él nos inculcó a nosotros como familia, como iglesia, como revolucionarios que somos, que se podía amar a Dios y amar a la Revolución.
«Para mí es una bendición poder estar aquí colaborando. Lo hemos hecho de veras, con deseos, con entusiasmo; por eso considero que es un privilegio poder aportar de mi tiempo (que tengo tan limitado como pastor que soy, y líder de un grupo de iglesias).
«He venido porque quería hacerlo, sentirme parte de esto. Pude haber enviado a otros, pero quise venir y participar y compartir. Es para mí un placer.
«Hay una frase que se ha convertido en suerte de lema en nuestras iglesias: El que no sirve (de servir a los demás), no sirve (no vale). Y es importante servir, saber lo que estamos haciendo y tener sentido de pertenencia.
«Siento en lo particular que esto me pertenece, porque ha sido el hospital de mi familia, de mis abuelos, de mis padres. Lo hago con amor, creyendo que es algo mío, y así se lo hago entender a los demás. Entre creyentes y no creyentes eso es lo que Cuba necesita: hacer las cosas con amor, a conciencia».