Sobrecoge apreciar la vigencia de las palabras del Comandante Ernesto Che Guevara a los delegados del I Congreso Latinoamericano de Juventudes, en la apertura de ese encuentro, el 28 de julio de 1960, hace 49 años.
«Aun cuando ustedes vengan a deliberar en nombre de sus respectivos países, en este Congreso de la Juventud Latinoamericana, cada uno, —y de eso estoy seguro— vino acicateado por la curiosidad de conocer exactamente qué cosa es este fenómeno, nacido en una Isla del Caribe, que se llama hoy Revolución Cubana».
Al hacer el recuento de México a la Sierra Maestra, reflexionó: «(...) nosotros, hijos de las ciudades, aprendimos a respetar al campesino, a respetar su sentido de la independencia, su lealtad, a reconocer sus anhelos centenarios por la tierra que le ha sido arrebatada y a reconocer su experiencia en los mil caminos del monte».
Recalcó cómo los campesinos aprendieron de los citadinos el valor que tiene un hombre, cuando en sus manos hay un fusil y cuando ese fusil está dispuesto a disparar.
«Los campesinos nos enseñaron su sabiduría y nosotros enseñamos nuestro sentido de la rebeldía a los campesinos (...)», aseguró.
Rememoró cómo la Revolución expulsó de la Sierra Maestra a las tropas de la dictadura. Y el encuentro con la realidad del obrero, tanto el agrícola, como el industrial.
Explicó el Comandante Guevara cómo las columnas rebeldes salieron hacia otras regiones, se formó el II Frente Oriental Frank País bajo las órdenes de Raúl Castro, y la Revolución aparecía en los cintillos de los periódicos del mundo, cuando con solo 200 fusiles detuvo la ofensiva de la dictadura que tenía 10 000 soldados.
«Eran fusiles que la sangre y la decisión de nuestros mártires habían dignificado y convertido en fusiles del pueblo».
«(...) aquí conocíamos nuestro territorio, conocimos nuestro enemigo y usamos algo que todo hombre tiene sobre los hombros y que si lo sabe usar vale mucho: usamos la cabeza también para combatir al enemigo. De allí resultó su derrota».
Mencionó a un primer ministro del Gobierno revolucionario que acerca de la necesaria Reforma Agraria aconsejaba «moderación», porque, decía el personaje: «estas cosas hay que tratarlas con “moderación”».
Y dijo el Che: «La “moderación” es otra de las palabras que les gusta usar a los agentes de la colonia, son moderados, todos los que tienen miedo o todos los que piensan traicionar de alguna forma. El pueblo no es de ninguna manera moderado».
Comentó que Cuba era amiga de la Unión Soviética, de China y de los demás países socialistas, quienes nos ayudaron cuando los gobernantes estadounidenses nos agredieron con el petróleo y el azúcar.
«Y hay gobernantes de América que todavía nos aconsejan que lamamos la mano de quien nos quiere pegar y escupamos a quien nos quiere defender», reafirmó Guevara y exhortó:
«(...) que no se repita más en América que nosotros nos debemos a una alianza continental con nuestro gran esclavizador, porque es la mentira más cobarde y más denigrante que pueda proferir un gobernante en América. Los miembros de la Revolución Cubana (...) llamamos amigos a nuestros amigos y enemigos a nuestros enemigos, y no admitimos términos medios (...)».
Y aseguró: «Cuando la Revolución Cubana habla, podrá estar equivocada, pero nunca dice una mentira (...)». Y con la misma firmeza, aclaró: «(...) se nos ataca mucho por lo que somos (...) pero más porque mostramos a cada uno de los pueblos de América lo que se puede ser».
Desenmascaró así al enemigo del norte: «(...) mucho más que las minas de níquel o que los centrales de azúcar de Cuba, al imperialismo le importa el petróleo de Venezuela, o el algodón de México, o el cobre de Chile, o las vacas de Argentina, o la hierba del Paraguay, o el café de Brasil, y le importa el total de esas materias primas que nutren los monopolios».
Y enfatizó: «Por eso cada vez que pueden nos ponen una piedra en el camino. Y cuando las piedras (...) no pueden ponerlas ellos, hay, desgraciadamente, en América, quienes se prestan a poner esas piedras».
Habló de cómo operaban las fuerzas reaccionarias en Venezuela contra el presidente Betancourt y anunció que «está a merced de que su propia tropa lo asesine (...) en este momento es prisionero de sus fuerzas de represión».
Dijo que esa realidad dolía, «porque de Venezuela llegó la más fuerte y la más solidaria de las ayudas al pueblo cubano cuando estábamos nosotros en la Sierra Maestra. Duele porque logró sacarse (...) a lo más odioso del sistema opresivo, representado por Pérez Jiménez (...) y duele porque recibió a nuestra delegación, cuando llegó allí, en primer lugar, Fidel Castro, y luego a nuestro presidente Dorticós, con las más grandes demostraciones de cariño y afecto».
Hoy sorprende la gran premonición de las palabras del Che, cuando entonces expresara: «Un pueblo que ha alcanzado la alta conciencia política y la alta fe combatiente del pueblo venezolano, no estará mucho tiempo prisionero de algunas bayonetas o de algunas balas, porque las balas y las bayonetas pueden cambiar de manos (...)».
Y en torno a Fidel, expresó que todos los cubanos, de las ciudades y del campo, hermanados en un solo sentimiento, van siempre hacia el futuro pensando con la unidad, «dirigidos por un líder en el que tienen la más absoluta confianza, porque ha demostrado en mil batallas y en mil ocasiones diferentes, su capacidad de sacrificio, y la paciencia y la clarividencia de su pensamiento».
Y concluyó el Che su discurso a los jóvenes latinoamericanos sugiriendo que, cada uno de ellos al llegar a sus patrias, dijera a sus pueblos: «Aquí estamos. La palabra nos viene húmeda de los bosques cubanos. Hemos subido la Sierra Maestra, y hemos conocido a la aurora, y tenemos nuestra mente y nuestras manos llenas de la semilla de la aurora, y estamos dispuestos a sembrarla en esta tierra y a defenderla para que fructifique».
Fuente: Periódico Revolución