Sobrecogió el momento de entrega como Profesor de Mérito del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana a la Doctora Nereyda Cantelar, subdirectora Docente del IPK, y al doctor Gustavo Kourí, director general
«¿Quién soy?; ¿Cuánto hice?; ¿Cuánto más podría hacer?», las interrogantes tocaban a todas las puertas de mi conciencia; y pensaba en las trampas que la vanidad suele tendernos en ciertos momentos de la vida. Lo hacía ante esas mujeres y hombres que son inmensos en su saber y sencillez, y que lo ofrecen todo, y más, en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK).
Había que ver los rostros este miércoles, cuando en la tarde la institución celebró, de modo especial, el Día de la Medicina Latinoamericana y del Trabajador de la Salud. En un acto transparente, lleno de emociones, sobrecogió el momento en que el doctor Jorge González, rector del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, dio lectura al documento oficial que avala la entrega de la condición de Profesor de Mérito de ese recinto de altos estudios, a la Doctora Nereyda Cantelar, desde 1979 subdirectora Docente del IPK, y al doctor Gustavo Kourí, director general, también desde 1979, de ese prestigioso centro científico.
De voz del doctor Jorge González, ambos escucharon sus propias y descomunales hojas de méritos y servicios. Ella, sorprendida, lloraba como una niña, de pie en el teatro, sosteniendo un enorme ramo de flores. Él, con una ecuanimidad a prueba de balas, compartió con los compañeros del centro que dirige, una reflexión breve: «Tanto para Nereyda como para mí —comenzó diciendo— esto es una gran satisfacción». E hizo un recorrido por algunos momentos de la ciencia revolucionaria, hasta confesar al auditorio:
«Cumplimos el reto que Fidel, el 27 de noviembre de 1977, nos planteó en el Palacio de la Revolución: llevar al Instituto de Medicina Tropical al más alto nivel científico en el menor tiempo posible. Siempre se puede hacer más, pero creo que algo hemos logrado, y ha sido posible gracias a todos ustedes».
En aquel escenario que también sirvió para entregar otras condecoraciones, condiciones de vanguardias municipales y nacionales del Trabajo, y carné de militante del Partido Comunista de Cuba, resultó particularmente emotivo el diálogo propiciado por el doctor Jorge Pérez Ávila, subdirector de Atención Médica del IPK, con motivo de la presentación, por segunda vez en la institución, de su libro Sida: confesiones a un médico.
El autor de un texto donde se cuentan historias tremendas, donde el lector encuentra detalles de cómo llegó a la Isla esa enfermedad que hoy amenaza con devorarse al mundo, ofreció, de seguro sin pretenderlo, cláusulas muy interesantes sobre cómo obtener testimonios valiosos: está convencido, por ejemplo, de que el mejor de los conversadores es el que más escucha. Por eso abrió sus puertas a todos los pacientes, aprendió con ellos mientras compartían sus angustias.
El libro, que por vez primera fue presentado por familiares de pacientes, y por un seropositivo al VIH, nació de un empeño que comenzaba, día a día, siempre a partir del término de la jornada laboral. Jorge Pérez reproducía las ideas al final de cada encuentro, porque «no es bueno tomar notas cuanto se entrevista, y no me gusta grabar».
Así se convirtió «en un gran conversador con mis pacientes», y entró en lo más hondo de los dilemas humanos, en los dramas familiares y sociales que ahora ocupan los esfuerzos con miras a un segundo libro.
«Nada en la vida se hace por gusto, y estoy tratando de meterme en esa madeja, para intentar dar consejos», dijo Jorge Pérez con esa humildad tan consustancial a los profesionales de su universo, allí donde se libra una batalla por la esperanza, y donde se es grande de verdad, sin estridencias.