MOA, Holguín.— «La mejor manera de hablar sobre valores será siempre predicándolos, lo mismo en el parque que en la guagua. Porque de qué nos vale recitarlos de memoria, si en mi comité de base existe un joven que no tolera la más mínima crítica, otro se ausenta de las reuniones y otro no tiene la valentía para opinar o criticar lo mal hecho».
Con las anteriores palabras se expresó una delegada en la asamblea municipal de la UJC en el municipio de Moa, y aunque aparentemente volvía sobre un tema trillado, el mejor saldo de su intervención estaba en la mirada autocrítica sobre las insuficiencias propias y cómo se están enfrentando.
La secretaria general insistió en que existe acomodamiento y falta de creatividad a la hora de dialogar sobre este tema, algo que debe hacerse, pero que en ocasiones suele diluirse en raquíticas «muelas» sobre moralidad.
El «haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago» parece haberse convertido en algunos sitios en algo normal, y ciertamente constituye uno de los problemas ideológicos que más puede dañar a la Revolución, porque va acompañada de indolencia, deshonestidad, superficialidad, o de lo peor: del oportunismo que se oculta tras el aparentar lo que no se es.
Así lo refrendaba otro joven delegado cuando enfatizó que no perdía de vista el hecho de que en su centro de trabajo los mejores trabajadores no son siempre los militantes, y se preguntaba entonces cómo se puede ser espejo ante el resto de los jóvenes que no lo son.
La nota alta la puso la joven Liset Calano, cuadro profesional de la UJC, cuando anunció con visible orgullo que era la primera joven del municipio en incorporarse al actual llamado del Servicio Militar Voluntario Femenino.
Frente a estos ejemplos de conducta ante la vida, es fácil entonces comprender la importancia de los valores que defendemos. La virtud siempre emanará del ejemplo y la mayoría de nuestros jóvenes lo son.