La Constitución de los Estados Unidos de América, como Ley fundamental de la nación, es motivo de orgullo de sus ciudadanos a pesar de haber convivido con la esclavitud. A ella obedecen el resto de las leyes y disposiciones en todo el país con algunas excepciones relacionadas con intereses nacionales o expansionistas actuales.
Para velar por el cumplimiento de los derechos ciudadanos que dispone están las cortes. Las cortes de la federación norteamericana conforman un poder judicial independiente a los poderes ejecutivos y legislativos. Por supuesto, teóricamente hablando.
En Washington, la Corte Suprema de los Estados Unidos, es la máxima instancia del poder judicial. Dividido el país en regiones, las cortes federales de apelaciones, conocidas como circuitos se subordinan a la Corte Suprema. Divididos a su vez los circuitos, en la base de la pirámide judicial, están las Cortes Federales de Distrito, primer eslabón en la aplicación de justicia de la gran nación que son supervisadas por las cortes federales de Circuito.
En el séptimo piso del edificio de la Corte Federal del Distrito Sur de la Florida radica la sala de la honorable Joan A. Lenard. Ante la honorable, fueron acusados y juzgados los Cinco por delitos contra la federación. La Constitución de los Estados Unidos debía ser la rectora del proceso, los derechos que otorga debieron ser respetados. Particularmente el derecho a un juicio justo por un jurado imparcial plasmado en la Sexta Enmienda de la ley suprema. Esto se traduce en que la persona no debe ser juzgada en un ambiente hostil donde los miembros del jurado tengan prejuicios contra el acusado o puedan sentir temores sobre su futuro en caso de emitir un veredicto de inocencia de los imputados.
Los abogados de la defensa en base a este derecho constitucional solicitaron el cambio de sede en varias oportunidades basados en la atmósfera hostil que se crea en la ciudad en temas relacionados con Cuba, insistiendo con más fuerza en su petición al coincidir el inicio de las vistas del juicio con el fin del proceso del pequeño Elián González. El resultado es más que conocido: un veredicto de culpabilidad por parte del jurado en todos los cargos sobre todos los acusados sin hacer una pregunta. La jueza Lenard, más que disponer, descargó sus sentencias contra los Cinco.
Llegaba el momento de ejercer el derecho de apelación. Los intereses de un pequeño sector de una comunidad no podían estar por encima de los de la gran Unión Americana. La Corte Federal del Onceno Circuito de Apelaciones de Atlanta recibió el caso. Tres jueces, también federales, fueron designados para resolver el asunto y ejercer su función de supervisión sobre la corte de distrito.
Lo hicieron bien. Revocaron las condenas y dispusieron la celebración de un nuevo juicio. Se basaron en el examen de toda la evidencia y analizaron todas las circunstancias. En su conclusión expresaron: «El profundo prejuicio contra Fidel Castro y el gobierno de Cuba y estos agentes y la publicidad alrededor del juicio, combinados con otros eventos ocurridos en la comunidad, crearon una situación donde los acusados no podían obtener un juicio justo e imparcial». Según sus palabras el juicio se había celebrado bajo una «tormenta perfecta» de prejuicios, publicidad contra los acusados antes y durante el juicio y la mala conducta del gobierno ante el jurado para asegurar el veredicto de culpabilidad.
DERECHO VIOLADO
«Una de nuestras libertades más sagradas es el derecho a ser juzgado justamente en una atmósfera no coercitiva. El tribunal está consciente de que su fallo de hoy será recibido por esos ciudadanos con seria decepción, pero también confía en nuestro compromiso compartido de proteger celosamente nuestras libertades. La comunidad cubano-americana es un bastión de valores tradicionales que engrandece a Estados Unidos. Incluidos en esos valores figuran los derechos de un acusado a que se le garantice un proceso imparcial. Por tanto, en el análisis definitivo, confiamos que cualquier desacuerdo con nuestro fallo en este caso será mitigado y equilibrado por el reconocimiento de que somos una nación de leyes en que cada acusado, sin considerar cuán impopular es, debe ser tratado de forma justa. Nuestra Constitución no requiere menos».
Tengo que reconocer que el panel de tres jueces respondió a los objetivos para los que fue creada la Corte de Apelaciones de Atlanta: velar por los intereses de la Unión y apegarse a sus fundamentos teóricos desde el punto de vista jurídico.
Sin embargo, algo andaba mal en materia política. Se lastimaba una alianza. La ultraderecha de Miami había sido ofendida y ellos tienen mucho que ver con que el Sr. Bush ocupe la presidencia de los Estados Unidos. De la máxima instancia de la Fiscalía salió entonces la solicitud para que el pleno de jueces del Onceno Circuito reanalizara el caso.
El caso fue visto por el pleno. La política volvió a la corte. ¿La justicia?, saltó por la ventana. La independencia de los poderes tiembla.
RENUNCIA LAMENTABLE
Doce jueces integraron el pleno. Dos de ellos, el juez Birch y la jueza Kravitch, mantuvieron la opinión que habían emitido con anterioridad. Los 10 restantes, que conformaron la opinión mayoritaria, renunciaron expresamente a realizar su función de supervisión y control poniendo por encima de los derechos constitucionales de los acusados la discreción de la corte de primera instancia para satisfacerse o no con la evidencia presentada por la defensa en relación con los prejuicios hacia Cuba, validando cualquier decisión de la jueza basados, según sus palabras, en que...«el juez del juicio, como un miembro de la comunidad puede evaluar mejor si existe una razonable certeza de prejuicios contra el acusado que eviten la obtención de un juicio justo. El juez trae a la corte su propia percepción de la profundidad y alcance de los prejuicios y publicidad anterior al juicio que puedan influenciar al jurado».
Resulta increíble. Mientras el panel de tres jueces, consideró y valoró la evidencia presentada por la defensa para demostrar el clima de prejuicios alrededor del caso como abundante y suficiente para conceder el cambio de sede, la mayoría del pleno de la corte de Apelaciones coloca por encima de toda la evidencia, la percepción personal de la jueza como miembro de la comunidad. Quiere decir, que los acusados son, en primer lugar, víctimas de los prejuicios de la propia jueza. Si la varilla de sus prejuicios personales es tan alta que la evidencia presentada no logra saltarla, los derechos constitucionales de los acusados desaparecen y según estos diez jueces federales ellos no tienen nada que hacer al respecto. La percepción personal de un juez como miembro de una comunidad está por encima de los derechos constitucionales de los acusados y de la función supervisora de las cortes apelativas. Al menos en lo referente al distrito de Miami.
Tengo que confesar que he sido ingenuo. Nunca vi a la jueza como un miembro de la comunidad en lo que se refiere al ejercicio de sus funciones. En mi percepción estaba muy por encima de eso como juez federal de los Estados Unidos. Agradezco la aclaración al Onceno Circuito. El proceso estaba más sujeto a prejuicios de lo que pensábamos.
Debo creer que el razonamiento que se hace en esta sentencia no se aplique a todos los distritos subordinados al Onceno Circuito de Apelaciones. Si renuncian a su función de velar por los derechos constitucionales de los ciudadanos en las cortes subordinadas más vale hacer un centro comercial en el bello y bien ubicado edificio de la ciudad de Atlanta.
Me inclino a pensar que se ha dado un paso de avance hacia la independencia de Miami. Ya tiene poder ejecutivo. Allí se han ejecutado y planificado miles de acciones terroristas con absoluta independencia. Tienen poder legislativo. Por encima de la Constitución de los Estados Unidos han logrado limitar el derecho de viajar de todos los ciudadanos de la Unión y la publicación de libros sobre niños cubanos.
El Onceno Circuito de Apelaciones de Atlanta les acaba de otorgar la independencia judicial por encima de las instituciones de la Unión. ¿Y el cuarto poder?, tiene canales de televisión, emisoras de radios y un Nuevo Herald. Toda la maquinaria para alimentar prejuicios.
Una de dos. O Miami se está independizando de los Estados Unidos de América o se está aislando. Está por ver.
* Abogado de los familiares para el caso