La tecla del duende
Cuando se acerca el segundo domingo de mayo, solemos honrar a las madres en Cuba. Se trata de una sagrada tradición, a la que dedicamos todo el tiempo y el esfuerzo posible, como si fuera el único día para honrarlas. Pero esta vez la historia no se cuenta desde las madres. Son los hijos quienes traen el hilo del relato.
Era mayo de 1997 y jóvenes estudiantes de un preuniversitario, por indisciplina, permanecerían en su centro de estudios el Día de las Madres. La sanción fue discutida por el Consejo de Dirección. Era una fecha demasiado señalada y se trató de sopesar la medida con la gravedad de la infracción, pesando más esta última y en comunicación permanente con los padres.
Se coordinó, no obstante, que los padres (y sobre todo las madres) tuvieran la oportunidad de visitar a sus hijos. Allí se auspiciaría el encuentro de profesores, estudiantes y padres; se zanjaría el asunto y transitarían juntos en la búsqueda de educar, más que sancionar sin objetivo.
En la noche del sábado, con el grueso de los estudiantes en casa, la mayoría se reunió tras el horario de comida y diseñaron su Día de las Madres especial, sin que semejara otra travesura de castigo.
Una vieja sábana, olvidada en los albergues, sería destinataria de un rótulo en rojo y el texto Felicidades, Mamá. Las flores que rodeaban la escuela, en diversas tonalidades, se combinaron como arcoíris para acompañar el mensaje.
¿Dónde colocarlo? En el Centro de Documentación sería una indisciplina. A la entrada de la escuela, imposible. El aula inicial del docente, elección consensuada para no ofender.
Y aquel cartel, sorpresa para madres educadoras y visitantes, huella respetuosa sobre las paredes del docente, estremeció a más de uno. Nadie dudaba de la fibra de los muchachos, porque cualquiera se equivoca. Pero aquel no fue solo el Día de las Madres. Fue el día de los hijos, crecidos sobre su error, amantísimos retoños que al cabo de veinticuatro años siguen soñando con nuevos rótulos originales y sorpresas, sin travesuras merecedoras esta vez de castigo alguno.
Madres de Cuba: Abrazamos desde lejos, / con el cariño viajando: / es un solo memorando / con millones de reflejos. El Duende de Chocolate.