La tecla del duende
De vez en cuando volvemos al inicio, que puede ser el cero o el uno. Pero sería egoísta pensar en uno (mismo), y le proporcionamos el espacio a otros. Esto supone retornar al sitio de donde venimos, para saber hacia dónde vamos. Por eso compartimos un texto de Michel Diéguez, ganador de varios concursos en nuestra columna, que se publicara el 13 de septiembre de 2007.
Si algún día llega al buzón de tu ordenador que ganaste un concurso, no te asustes. Parte entonces adonde te guíen tus pasos, no para huir de ti, sino para encontrarte.
Sube a lo más alto y cuando logres llegar sonriente y extenuado, mira no hacia abajo, sino hacia adentro y verás cuánto has cambiado.
Entonces comprenderás el mito del teclero.
Aprenderás que el concurso no fue el fin, sino el medio, la herramienta para esta y todas las travesías de tu vida. Conocerás una cofradía increíble formada por seres comunes de este mundo tan desordenado. Seres tan normales que cantan cuando más largo es el viaje y juegan a las películas de pantomimas en la madrugada, justo cuando el resto duerme.
Pero si no puedes seguir estos consejos no importa: aprende a escuchar, a hallar el sentido de la vida y las respuestas que nadie te dará y sé siempre inquieto, ocurrente y amigo. Desde ese día serás otro de los nuestros.
Ahora que comenzó la 60 Serie Nacional de Béisbol, hay que dar el cero contra la COVID-19. En este «juego» bien serio que efectuamos día a día, tenemos la misión de propinar varios «escones», desde el espacio más pequeño hasta el país entero. Desde el inning hasta el juego completo. Del juego a la subserie, y de la subserie al campeonato.
El reto es permanente y el cero es la meta. ¿Un consejo teclero? Piense en los que ama y cuídese. Pero piense en los que no ama y también cuídese, porque todos podemos llevar sobre nosotros el virus. Lance bien lejos la posibilidad de contagio, batee bien fuerte la indolencia y la confianza, corra más rápido que el contagio manteniendo la distancia, la higiene y el aislamiento. Demos el cero.
Beba: Las almas suelen ser tan magnéticas como los imanes. Gracias por ser mi Norte, quiero ser tu Sur. Albert.