La tecla del duende
Como limonada fría en pleno verano son los tragos de buen humor. ¿Qué les parece si hoy conversamos con un clásico cubano? Las líneas que siguen —y abrevio— se titulan: Nerón, Octavia y Popea, y son de Juan Ángel Cardi.
Estos señores que andan por ahí entregados a la tarea de difamar la memoria de Nerón, deberían comprender que un muchacho que era hijo de Agripina y sobrino de Mesalina y de Calígula no podía ser un dechado de virtudes… Justificado o no con el anterior argumento, es el caso que Nerón, siendo niño, fue el inventor de ese divertimento… que consiste en atar envases de hojalata a los rabos de los gatos y de ese otro deporte, todavía en boga, que tiene por objeto poner zancadillas a los ancianos… Pero debe decirse también que llegado a la adolescencia, Nerón abandonó aquellos malos hábitos para dedicarse a usar el veneno y el puñal por un quítame allá esa paja. No obstante el mucho tiempo que le tomaban esas inocentes diversiones, Nerón encontró ocasión para casarse con Octavia, una muchacha que casualmente era hija del emperador Claudio quien, a su vez, fungía de padrastro del propio hijo de Agripina debido a que esta contrajo nupcias con aquel después del lamentable fallecimiento de la voluptuosa emperatriz Mesalina, víctima de la difteria, que así se llamaban entonces las puñaladas en garganta.
Lo malo de Octavia es que era buena, indiscutible razón que uso Nerón para deshacerse de ella… y como no era justo que un muchacho joven, que ya era emperador gracias a que Claudio había tenido la condescendencia de dejar aquel mundo de lágrimas, estuviera soltero, el hijo de Agripina contrajo nupcias con la hermosísima Popea, una joven que, si creemos nada menos que a Tácito, «lo tenía todo, excepto un alma honrada». La culpa de que Popea llegara a emperatriz la tuvo su anterior marido, un tal Otón, que se complacía en informar a Nerón que Popea tenía un lunar aquí y que Popea usaba sostenedores de talla cuarenta y tantos… Como Nerón estaba muy ocupado en quedarse huérfano de madre, se sabe muy poco acerca de si la felicidad patrocinó los amores de esta pareja célebre, pero hay razones para suponer que ellos congeniaban… también Popea era una exquisita dilettante del sutil arte de hacer correr la sangre.
Como quiera que Nerón era químicamente detestable, su poesía y su música no podían menos que merecer el mismo calificativo, coincidencia que hizo perder la cabeza a más de un crítico demasiado sincero…
Nerón murió a los 94 años para no hacer quedar mal al refrán que dice que no hay mal que dure un siglo, pero antes de fallecer había tenido tiempo de culminar felizmente su inmortal idilio con Popea, que estaba encinta, propinándole un cariñoso puntapié en el vientre, a resultas del cual la emperatriz falleció al tiempo de murmurar, enternecedoramente: —Tus caricias me matan, amor mío…
La belleza la aprendí de la fealdad; la caridad, del egoísmo; y la paz, de los conflictos del mundo.