Los que soñamos por la oreja
Nuevamente he asistido al Festival Longina y tengo que decir que esta fue una edición de lujo. Para quienes amamos la canción trovadoresca y estuvimos entre el 9 y el 14 de enero en la capital villaclareña, dicha estancia nos permitió disfrutar de intensas jornadas. Me parece que fue ayer cuando en 1997 se celebraba por primera vez la gran fiesta de los jóvenes cantautores cubanos, a partir de una idea de Eliot Porta.
Desde sus comienzos, el objetivo del evento, de nombre oficial Longina canta a Corona, ha sido promover a la emergente generación de trovadores y, al mismo tiempo, propiciar el intercambio con anteriores hornadas de hacedores de canciones. Como que he participado en varios de estos encuentros anuales, puedo asegurar que el Longina es un espacio único en Cuba, pues no se limita a los conciertos y a lo teórico, sino que allí se comparte amistad y por eso se descarga hasta el amanecer en el parque principal de la ciudad.
De lo más cautivante para mí en el Longina está el rencuentro con antiguas y queridas amistades, como esa excelente periodista que es Laura Rodríguez Fuentes, que continúa aferrada a los pequeños sueños que ayudan a vivir y a su terruño, ahora ya no como redactora reportera sino como una eficiente secretaria ejecutiva; abrazar a Liuba, especialista de la AHS provincial hace 20 años; saludar a Leyda, la antigua directora del Museo de Historia y del de Artes Decorativas y hoy al frente del teatro La Caridad, o conocer a otras personas, como Claudia Beatriz Vasallo, próxima a graduarse pero que ya labora con suma amabilidad a la hora de atender a los comensales en el restaurante del hotel Santa Clara Libre.
Dedicado a Teresita Fernández y al género habanera, de este Longina yo pudiera hablar acerca de los excelentes conciertos de figuras harto conocidas, de lo hecho por los de La Trovuntivitis o de cómo las peñas de trovadores villaclareños abren espacio a los visitantes para que muestren su música.
Sin embargo, prefiero poner énfasis en lo llevado a cabo por los más nuevos juglares, comenzando por el maravilloso espectáculo denominado Yudi canta a Teresita, mezcla de lo teatral y lo musical, que por sus tantísimos valores estéticos debería girar por todo el país. En ese propio orden, hay que mencionar a chicas como Yaily Orozco y Annalie López; a muchachos como Leodanis Castellón (tremendo letrista), Jorge Barret, Ramón David (gran conocedor de la trova tradicional y con una voz impresionante), Rey Montalvo, Manuel Leandro, Eduardo Oburque, Tobías Alfonso, Erik Mendilahaxon, Reinier Fernández, Alejandro Cárdenas, Noel Batista, Yunier Pérez; a los invitados argentinos Varón y Rolando de Marco (un guitarrista fuera de serie); los formidables conciertos de Noslen Porrúa, Yésica Sequeira y Carlos Fidel Taboada, Oscar Sánchez, Jorge Kamankola, o el de clausura a cargo de Ariel Barreiros y Yatsel Rodríguez.
Pero sobre todo hay que referirse a los nuevos trovadores santaclareños, que esta vez debutaron como organizadores del Longina, es decir, Yeni Turiño, Carlos Abreu, Pedro O’Reilly y Yuniesky Cabriales, integrantes de La Caña Santa, formidable proyecto entre estos trovadores y otros como Ernesto Fabián y Daniel; o la llamativa propuesta de Círculo de Tiza, muy madura en comparación con el momento en que los oí por vez primera.
Aunque Santa Clara continúa siendo el más auténtico bastión de la trova en la Cuba de hoy, me llama la atención el hecho de que en otros puntos de la geografía nacional han surgido interesantes núcleos de cantautores. Tal es el caso de Las Tunas, donde junto a Freddy Laffitta, figura icónica para los trovadictos, ahora están la muy energética Iraida Williams, Julio César González, Amaury del Río, Daniel Velázquez (alguien apto para empeños mayores) y Enrique Téllez (uno que comienza a trovar, pero que es muy prometedor).
Entre lo más preocupante de esta edición 22 del Longina, según mi opinión, estuvo la no presencia de representantes de nuestras discográficas, para descubrir entre los participantes a nuevas figuras (puedo asegurarles que las hay de sobra) que, dado el desinterés predominante, esperan por el trabajo de cazatalentos foráneos, a ver si se les repite una historia como la del Buenavista Social Club. Las instituciones cubanas del ramo andan a la defensiva y de ahí que su capacidad de respuesta es superada con creces por la velocidad con que se transforma la realidad.
Así, antes que arriesgarse, prefieren no chocar con lo establecido y ser «bien disciplinadas», para estar a tono con lo oficialmente correcto. De ahí que la Egrem, Bis Music y Colibrí no implementen acciones agresivas, dinámicas e innovadoras a la hora de interactuar con buena parte de las propuestas de trovadores muy talentosos pero que, acorde con el criterio de que cada edad tiene su función en la cultura, viven la etapa de irreverencia, provocación y transgresión en su discurso. No obstante, la popularidad que aprecié en Santa Clara por el quehacer de gentes como Oscar Sánchez o Jorgito Kamankola, demuestra que ello se puede alcanzar sin tener un CD con una discográfica, sin salir nunca por la televisión ni ser programado en la radio.
Es una pena que quienes rigen la vida musical entre nosotros no se percaten de que el Longina ya ha trascendido las fronteras villaclareñas y que con un mayor apoyo podría ser un encuentro de insospechada repercusión para el universo de cantautores de habla hispana.