Los que soñamos por la oreja
De sobra es conocido el hecho de que numerosos compositores de lo que hoy se denomina música académica, históricamente han buscado en temas de origen popular los motivos recurrentes para escribir sus obras. Como es lógico suponer, tal antigua tradición también ha sucedido con el repertorio de rock y metal de numerosas agrupaciones, del que no pocas piezas han sido reescritas para ser interpretadas por solistas instrumentales (en particular, concertistas de guitarra y piano) o para formatos de cámara y sinfónico.
Así, guiado por el espíritu comercial de la industria cultural y que lleva a que uno no sabe si se nombra para vivir o se vive para nombrar, en los grandes anaqueles internacionales de venta de discos, podemos encontrar fonogramas agrupados bajo etiquetas como metal sinfónico, metal neoclásico, música clásica e incluso, hasta cello metal o violín metal y que en esencia, consisten en adaptar los temas roqueros y metaleros a otras sonoridades.
Hace ya unos cuantos años, creo que en una de las emisiones del festival de Música Contemporánea que organiza la Uneac, recuerdo que nos visitó un cuarteto europeo y que en una de sus presentaciones a las que yo concurrí, ejecutó varias versiones de piezas del gran guitarrista estadounidense Jimi Hendrix, en arreglos impactantes para los que asistimos al concierto.
Entre las múltiples razones para versionar un tema, una de las más recurrentes en los últimos años es la de que funcione como homenaje o tributo a un autor, cantante o banda. Según autores como Rubén López Cano y Jan Butler, existen tres tipos generales de versiones en relación con los vínculos establecidos por esta con la pieza de base de la que se parte: la que intenta ser lo más parecido a la composición de referencia, la que realiza una transformación del original para adaptarse al estilo del nuevo intérprete y la que apela a la manipulación de la estructura básica de la referencia a fin de convertirse en un tema independiente.
De los muchos trabajos que se mueven en el ámbito de esos tres tipos de versiones, en materia de rock y metal una de las propuestas que más ha captado la atención del público cubano ha sido la llevada a cabo por los finlandeses de Apocalyptica, desde que allá por 1996 debutasen con su álbum Plays Metallica by Four Cellos y en el que reinterpretan cortes como Enter sandman, Master of puppets y Sad but true. En otros discos suyos, como Inquisition symphony, Cult y Reflections, no solo versionan piezas de Metallica, sino también de otras bandas como Sepultura (Refuse/Resist, Inquisition symphony), Faith No More (From out of nowhere), Pantera (Domination) y Rammstein (Seemann).
UN CD también harto interesante dentro de esta clase de propuestas es el denominado Tribute to Rush y registrado por String Quartet, desde una de las formaciones más sacralizadas de la tradición de la música de arte occidental, es decir, el cuarteto de cuerda. Con arreglos y producción a cargo de Todd Mark Rubenstein, las orquestaciones reasignan las partes guitarrísticas a los segundos violines y las violas, el trabajo del bajo eléctrico a los cellos y en algunos casos, al contrabajo, mientras que las líneas melódicas del canto son asumidas por los primeros violines.
De tal modo, temas memorables del trío integrado por el bajista y vocalista Geddy Lee, el guitarrista Alex Lifeson y el baterista Neil Peart, como son los casos de The spirit of radio, YYZ, Closer to the heart y Tom Sawyer, adquieren una sonoridad diferente de la inicial con la que fueron concebidos por Rush.
Creo que uno de los discos que más lejos ha llegado en este camino de las versiones, es el acreditado a la Moscow Symphony Orchestra y que lleva por título The music of Deep Purple. Aquí, la transformación de género o estilo y la performance, introducen un alejamiento de los originales de Deep Purple, lo cual representa toda una revisión crítica y reconstructiva de la estética rock. Ello es apreciable en las reapropiaciones sinfónicas que hacen de clásicos purplerianos como Smoke on the water, Space trucking, Child in time, Black night, Strange kind of woman, Burn, Highway star y Fireball.
Trabajos como los de Apocalyptica, String Quartet y Moscow Symphony Orchestra demuestran que, por encima de los compartimentos estancos en que se sigue parcelando el quehacer sonoro, la música es sencillamente buena o mala.