Los que soñamos por la oreja
El grupo Extraño Corazón con sus nuevos integrantes. Durante mis años como estudiante en la Universidad de La Habana, solía concurrir al local de la Casa de la FEU, situada en K y 27. De aquella etapa entre 1981 y 1986, de mis mejores recuerdos están las horas que transcurrí en dicho centro recreativo, unas veces como miembro activo de enconados partidos de dominó, en los que intervenían personajes como Peteco o Carlos Laza, otras como simple degustador del jugo de cebada que entonces se expendía en el lugar o como aficionado integrante de alguno de los grupos musicales que allí ensayaban. Después de mucho tiempo sin volver a visitar la Casa, asistí hace poco a una de las tantas funciones culturales que ahora se programan en la institución.
Tengo que decir que para mí resultó una encantadora sorpresa descubrir que mi vieja y querida Casa de la FEU, una vez más se ha chapisteado y cual dama que reverdece laureles, viste sus mejores galas. El local interior destinado para los conciertos celebrados allí, resulta un salón multipropósito, bien equipado desde el punto de vista tecnológico. Su climatización, sistema de audio, la amabilidad del personal que trabaja en el espacio y en general toda la atmósfera que se respira en el sitio, hacen que uno se sienta motivado a volver al lugar.
En la función a la que concurrí el miércoles 22, se presentaron tres proyectos artísticos de alta valía. La jornada la abrió Charly Salgado, quien ha logrado estabilizar su trabajo como cantautor acompañado por una banda, con un tipo de propuesta que hereda componentes del quehacer de los cantautores y del universo del rock, híbrido que él define como una suerte de cancionística entre la trova y la postrova. Los textos de Charly continúan siendo de los más interesantes que ahora mismo encontramos en el panorama de nuestra música y quienes lo respaldan musicalmente, se han ajustado a sus características como creador.
Los siguientes en presentarse fueron los integrantes de Extraño Corazón, banda de country pop rock fundada en los 90 por Javier Rodríguez, que aún se mantiene como alma del proyecto. Ahora asistimos, una vez más, a una nueva alineación del ensamble. Creo que esas constantes mutaciones en su personal es lo que más daño le ha hecho al grupo, que en no pocas ocasiones ha dado la impresión de desaparecer. Por suerte para los que disfrutamos de su música, ellos renacen como el ave Fénix y por lo demostrado en la Casa de la FEU, la agrupación está sonando como en sus mejores momentos.
Con una alineación en la que, además del ya mencionado Javier Rodríguez como director, compositor y guitarra folk, están Issán Ortiz (guitarra acústica y voz principal), Seriocha Serret (guitarra líder), Rafael Crespo (guitarra rítmica), Vladimir Moliner (bajo) y Rolando Fernández (batería), Extraño Corazón promociona por estos días los temas que integrarán su futuro disco, La pipa de la paz, un material que por lo que he podido escuchar, retoma algunas de las líneas estilísticas que el grupo abordase en la década pasada y que consiguiese aglutinar a una buena cantidad de seguidores de la propuesta.
Pero si estos dos primeros conciertos fueron harto atractivos, creo que lo más impactante de la tarde noche aconteció cuando le tocó el turno a Aldo López-Gavilán Junco. A fuerza de ser sincero, pensé que las características del local, lleno de gente muy joven (en lo fundamental estudiantes de la UH), así como el hecho de que allí se pueden adquirir tragos preparados (por cierto, a precio módico), a lo que se añadía que Aldito no iba a tocar con su banda sino solo a piano, harían que la gente se dispersase un poco.
Tras empezar a desgranar notas, de inicio en forma de prueba para ir viendo las características sonoras y de ecualización, preámbulo que devino una especie de variaciones sobre un tema, el público se fue acomodando en sus asientos y de forma paulatina el más absoluto silencio se adueñó de la sala. Y es que de nuevo se comprueba que nuestra gente sabe apreciar cuando está ante algo mágico. Porque de ese y no de otro modo puede catalogarse la presentación de López-Gavilán.
Así pues, la Casa de la FEU se reanima y ojalá que los actuales bríos no sean cosa pasajera.